La llegada del imbécil de turno era tan previsible que ayer nos enterábamos de que la imagen de Neymar comiéndose un plátano que desencadenó el trending topic #TodosSomosMacacos formaba parte de una campaña planificada por la agencia de publicidad brasileña Loducca.
Este asunto nos has sucitado la duda de si esta sociedad más-que-un-poco putrefacta y, por ello, tan necesitada de aplicarse cuanta desodorante moralina sea capaz de proveerse, no estará confundiendo la estupidez con el racismo. Para que el lector se ponga en situación bien puede servir la historia que les contábamos hace unos días sobre la contestación que dio el atleta Archie Williams a la pregunta sobre el trato que había recibido por los racistas nazis. Sin duda lo eran, pero ya se veía que no los únicos.
Si se te acerca un grupo compuesto, entre otros, por un cojo
y un negro y adviertes a quien te acompaña que ahí viene tu jefe, responder a su
curiosidad sobre cuál de ellos es quien te manda identificándolo como el cojo
probablemente será considerado una manifestación de mal gusto, pero si explicas
que es el negro, a poco que el citado acompañante vaya de policorrecto à la page,
inevitablemente te motejará de racista. Aunque luego resulte que eres empleado
de tu queridísimo cuñado que triunfó en los negocios. Pues no, referirse al
rasgo más distintivo de una persona no es racismo, aunque en ciertos contextos
pueda resultar de pésimo gusto. Lo que pasa que el mal gusto no convierte en
asesino salvo, si acaso, a los protagonistas de relatos gestados por émulos de
Oscar Wilde, mientras que el racismo lo ha hecho repetidamente a lo largo de
la historia.
Por lo mismo, una estrategia clásica de insulto es referirse
a un rasgo distintivo, y así es como la crueldad
infantil ha fabricado numerosos “cuatro-ojos”, “enanos” y “pelopollas”. En
tiempos no muy lejanos lo único intocable era la madre y su mención
inevitablemente degeneraba en trifulca. Pero ahora la palabra puta se ha gramaticalizado
hasta convertirse en una mera interjección y hasta la lingüísticamente pacata Vicepresidenta del Gobierno ya la utiliza para enfatizar sus declaraciones. No en vano el otrora desencadenante de
tragedias hijoputa se ha convertido en mera música ambiental de nuestros campos
de fútbol.
Lo que tampoco entendemos muy bien es el por qué de ese
peculiar darwinismo del movimiento políticamente correcto que se empeña en asociar con el mono tan solo a los
homínidos de raza negra. Mísmamente tenemos un conocido bien sonrosadete al que
la desproporcionada longitud de sus brazos, a más del vigor de sus abundantes células pilosas, ha granjeado el apelativo del “el
mono”. Tirarle plátanos suponemos que nos será considerado racismo, aunque
nosotros no lo haríamos porque tiene bastante mala leche que, además, cursa asociada a unas manos también muy largas en sentido figurado.
El caso es que acabamos de enterarnos (aquí) de que el peligroso lanzador de plátanos del domingo podría ocupar algunas de las plazas carcelarias que han dejado libres los narcotraficantes liberados en aplicación de la última
chapuza de Gallardón. Y es que a este chaval se le está poniendo una cara de
turco espectacular.
- Sofi, que te la juegas. Ese comentario puede ser
considerado racista y ya sabes que es aplicable el artículo 510 del Código Penal.
Por su parte Dani Alves,
cuyo gesto de comérselo ahora sabemos que estaba preparado, a la par que aprovechaba para hacer
una valoración bastante negativa de quienes le dan de comer, opíparamente, por
cierto, (“se venden como un país del primer mundo pero en algunas cosas están
muy atrasados”, y no decimos que no tenga razón, pero no parece el momento y tema oportuno para sacarlo) proponía que se publicara la foto del infractor
para que pase vergüenza. No ha tardado en conseguirlo. Pero cuidadín con estas
cosas que luego te acercas, verbigracia por la puerta de la Catedral de Tarrasa, y no falta quien
va un paso más allá.
Ya puestos a confeccionar tan vergonzante cartel también cabría colocar en el mismo a unos cuantos de sus compañeros de profesión que tantas
lindezas han vertido sobre algunos de sus adversarios. Bien podríamos empezar
por ese modelo de comportamiento, Xavi
dixit, que es Busquets. Ahí va para los lectores que no tengan buena memoria un enlace a la noticia “Expediente a Busquets por insultos racistas”.
Propuesta de encabezamiento del "cartel de escarnio de los insultadores racistas". ¿Se taparía vd. la boca para decirle a Marcelo “mucho morro” como sostuvo que dijo el, además, mentiroso? |
Hoy peroramos, en definitiva, contra la cada vez más
implantada hipocresía cuyo lema es “ni una mala palabra ni una buena obra”, así como contra los dobles raseros según seas famoso y, por ende, poderoso o un don nadie. Toda la
atención centrada en los signos externos y poca o ninguna en el fondo de las
cuestiones.
Están muy bien los gestos que ilustren y aleccionen, pero eso no justifica
linchar a un chaval que cometió una estupidez. Sancionarle sí, pero hasta nos parece mucho privarle de por vida de asistir a los partidos del equipo de sus amores cundo este país presume de no tener cadena perpetua ni para los asesinos más feroces. Hay que lamentar que la
providencia no haya tenido a bien darle una novia negra que hubiera tapado un
buen montón de bocas. Por lo pronto que le propongan irse de juerga con Marcos Senna, a ver si le ven poner mala cara. ¿Mira que si no fuera racista sino solo lo que por aquí llaman faltoso?
Racismo es lo del dueño de los Clippers con ese “no me traigas negros” que sí ordena una bochornosa acción, y ahí claramente está justificada la ejemplarizante sanción acordada (EEUU sí aplica la cadena perpetua).
Entretanto, en este terruño hispano la hipocresía seguirá campando a sus anchas mientras está por aparecer el Pepito Grillo que muestre los arrestos necesarios para defender la tesis doctoral “El papel de los piquetes informativos en la era de internet”.
Y el político que los tenga para llevar al parlamento un Proyecto o Proposición de Ley de Huelga.