Las escenas costumbristas fueron una temática habitual en las ilustraciones de las portadas de las principales revistas de información general, especialmente las norteamericanas, durante la primera mitad y pico del siglo pasado. Muchas de las situaciones representadas retrataban tópicos diversos entre los que abundaron los referidos a la mujer, aquella mujer habría que matizar. Entre todos ellos destaca por su reiteración la recreación del momento del retoque del maquillaje, casi siempre representado mediante la aplicación del lápiz de labios.
Iniciamos el repaso de este cliché con nuestra revista favorita por sus portadas, los visitantes más asiduos ya sabrán que nos referimos a “The New Yorker”. Aun cuando esta revista muestra una sensibilidad que podríamos traducir como “progresista”, no puede ocultar una pasada línea editorial mucho más conservadora. Así que como, por mucho que las obras sean hijas de su tiempo, no es fácil que sus actuales editores hagan recopilaciones con el hilo temático que hemos adoptado tendremos que encargamos nosotros de asumir esa responsabilidad. Repasando nuestros archivos hemos encontrado una docena de escenas de repaso cosmético fuera del tocador (cuando se realiza en la intimidad compone otra categoría, cierto que no tan poblada) y no es difícil que hayamos pasado alguna por alto. Se las mostramos en orden cronológico.
El tercer ejemplo (agosto de 1929) se desarrolla en un campo de golf, una subclase que ha tenido bastante éxito como denotan los precedentes publicados en Life (octubre 1920) y Judge (agosto de 1924) que, al igual que en el caso de la posterior portada del “The Saturday Evening Post” (agosto de 1957), está al servicio de la ilustración del irritante "juego lento".
Iniciamos el repaso de este cliché con nuestra revista favorita por sus portadas, los visitantes más asiduos ya sabrán que nos referimos a “The New Yorker”. Aun cuando esta revista muestra una sensibilidad que podríamos traducir como “progresista”, no puede ocultar una pasada línea editorial mucho más conservadora. Así que como, por mucho que las obras sean hijas de su tiempo, no es fácil que sus actuales editores hagan recopilaciones con el hilo temático que hemos adoptado tendremos que encargamos nosotros de asumir esa responsabilidad. Repasando nuestros archivos hemos encontrado una docena de escenas de repaso cosmético fuera del tocador (cuando se realiza en la intimidad compone otra categoría, cierto que no tan poblada) y no es difícil que hayamos pasado alguna por alto. Se las mostramos en orden cronológico.
La primera Life también hizo un abundante uso del cliché del pintalabios como podemos ver en los ejemplos que siguen. Es interesante destacar como en el primero de ellos que data de diciembre de 1926, una época en que se pusieron de moda los cortes de pelo “tipo chico”, el gesto sirve para distinguir el sexo de la observada, puesto que en aquel entonces los trajes de baño, vistos a distancia, eran poco diferenciadores.
La cuarta portada de la relación del semanario neoyorquino con que hemos iniciado la entrada forma parte de otra categoría bastante exitosa cual es el uso de los retrovisores de los coches como auxiliares. En el caso del la revista inglesa John Bull (diciembre 1959) la interpretación se basa en la variante del retoque de peinado que anteriormente ya hemos visto practicar durante un partido de tenis.
En este punto es interesante traer a colación la estrategia de subvertir clichés tan utilizada por los creativos publicitarios para llamar nuestra atención. A continuación les mostramos como vieron este en la agencia de publicidad china FengZeTang para anunciar en 2008 una cera para el automóvil del fabricante 3M (ver ficha de la campaña).
La publicación británica John Bull ya había recurrido anteriormente a una escena en moto (julio de 1953) que entronca con la accidentada conductora que aparecía en la portada de Liberty de octubre de 1932. Confiamos en que la inconsciente peatona del número de Collier´s de marzo de 1932 tuviera mejor suerte.
A falta de retrovisor ya hemos visto anteriormente como una armadura puede servir de espejo, pero una mujer prevenida no debía tener dificultad en colocar ese accesorio en cualquier lugar apropiado para sus necesidades. Y ello sin perjuicio de que los espejos incluídos en las cajitas de maquillaje puedan tener interesantes utilidades adicionales como puede ser la de ayudar a controlar a los admiradores.
Ya se ve que este cliché ha sido intensamente explotado así que completamos el bonito número de 33 ejemplos con otras dos escenas más que nos muestran como parece que, al menos para los ilustradores, no hay momento demasiado inapropiado para un retoque. Con todo, no conocemos ejemplos posteriores a 1960 en los que se haga énfasis en la inoportunidad. En las portadas modernas la aplicación de maquillaje ha tomado protagonismo por sí misma, recogida generalmente en planos muy cortos que la despojan de cualquier tipo de contexto. Tampoco es que esto sea un invento moderno como se deduce de la comparación de las cubiertas de Harper´s Bazaar de octubre de 1937 (ilustrada por A. M. Cassandre) y un ejemplo, digamos moderno, que no actual, tomado del número de marzo de 1976 de la desaparecida revista Viva con la que hoy ponemos punto final a este apunte.
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