Retomamos el recorrido iniciado en el CLIPDA CCXCVII por las parodias de obras de arte publicadas en la versión madrileña del semanario Don Quijote, una cabecera triplemente fundada por Eduardo Sojo. Y lo hacemos en el número del 26 de julio de 1895 cuya doble página central llevaba por título 'La gran campanada'. Una parodia, como bien advertía el pie, del cuadro 'La campana de Huesca', oficialmente conocido como 'La leyenda del Rey Monje'. Magno óleo sobre lienzo pintado en 1880 por José Casado del Alisal que pertenece a la colección del Museo del Prado, aunque desde 1950 se encuentra depositado en el Ayuntamiento de Huesca.
La escena representa el momento en que Ramiro II, rey de Aragón entre 1134 y 1157, conocido por el sobrenombre del 'Rey Monje' por haber pasado su juventud en el monasterio francés de Saint-Pons de Thomières, muestra a los nobles de su reino las cabezas cortadas de los principales rebelados contra su autoridad, dispuestas en forma de campana. Un macabro conjunto en el que es la del arzobispo Pedro de Lucria, máximo responsable de la conspiración, la que cuelga de una gruesa cuerda a modo de badajo. Y es que el monarca había convocado a los notables de su reino en Huesca para ver una campana que, anunció, se oiría en todo el reino. Una vez allí reunidos, así es como interpretó el metafórico consejo que su antiguo maestro, el abad del monasterio denominado en español San Ponce de Tomeras, dio al mensajero que había enviado en busca de su parecer sobre la forma de afrontar la desobediencia de la nobleza.
En la parodia es una alegoría de la república, representada con la habitual compañía de un heráldico león, quien ejerce de aleccionadora cortadora de cabezas. En el suelo puede verse el Pacto de El Pardo que había dado carta de naturaleza a la alternancia en el poder de los dos partidos más importantes de la Restauración: el Conservador de Cánovas, que es quien hace de badajo, y el Liberal de Sagasta, que es quien encabeza el grupo de políticos que observa la escena desde la escalera. Pese a los ardores de la ilustración, lo cierto es que Cánovas, que en marzo había accedido a la presidencia del gobierno tras un trienio liberal, se mantendría en el poder hasta agosto de 1897. Y la República tan añorada por la publicación dirigida por Sojo tuvo que esperar hasta 1931 para comenzar a cortar cabezas.
Transcribimos la explicación de la escena que se realiza en el artículo Eduardo Sojo: el artífice del periodismo satírico en España y Argentina de Antonio Laguna Platero, Francesc-Andreu Martínez Gallego y Luis Sujatovich, publicado en la revista Historia y Comunicación Social Vol. 21, Núm. 2 (2016), págs. 433-461:
La escena está detenida en el momento posterior del asesinato en manos de Don Quijote de cada uno de los dirigentes más importantes del país. La cabeza colgando de J.A. Roca sobresale de las demás que están sobre el piso. En su mano izquierda cuelga el rostro de “palmerín” es decir Torcuato de Alvear, intendente de Buenos Aires. Entre sus víctimas también figuran M.A. Juárez Celman, M. Juárez, L. Mansilla, entre otros. Las damas que se aproximan al centro de la escena bajando una escalera desde la derecha representan a cada una de las provincias, encabezadas por Buenos Aires. El gesto de Don Quijote pareciera señalar que su acción heroica (y provocadora) sólo tiene como motivo entregar a las damas que integran la República Argentina el fruto de su esfuerzo en favor de un porvenir mejor para todos. Acaso resulta aún más impactante por encontrase rodeada de publicidades, algo infrecuente en la publicación, y además en “cuarenta y dos colores” como anunció orgullosa en la primer hoja Don Quijote.
Y es que una característica notable de esa ilustración es que se trataba del primer "cromo" que ocupaba la doble página central de esa revista.
En la próxima entrega nos ocuparemos de una parodia del emblemático cuadro 'Muerte de Torrijos' (1871) de Eduardo Rosales.
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