Irse de vacas a darse un voltio tituló Álex Grijelmo La punta de la lengua del pasado domingo. Un artículo que trata sobre la sustitución de una palabra por otra de similar comienzo para dotarla del significado del vocablo reemplazado. Transferencia semántica por contagio que el estudioso del fenómeno Diego Varela Villafranca ha denominado “homonimia parasitaria”. Reproducimos en un anexo el texto completo del artículo para ilustración y disfrute de quienes no sean suscriptores de El País.
Pintura de Carlos Parrilla Penagos del primer guatepeor documentado: el navío de línea 'Rayo' que combatió en la batalla de Trafalgar |
Completamos la colección con 'Salí de ladrón y di en ventero' que se utiliza en el capítulo III de la Segunda Parte de El Guzmán de Alfarache II, 1604) y 'andar de zocos en colodros' que Miguel de Cervantes incluye en el capítulo XVIII de la Primera Parte de Don Quijote (1605): “Y lo que sería mejor y más acertado... fuera el volvernos a nuestro lugar... dejándonos de andar de Ceca en Meca y de zoca en colodra, como dicen”. Tanto zoco o zoca (cfr. zueco) como colodro son calzados de madera.
Proseguimos con una humorística dilogía de Giannelli en Corriere della Sera apoyada en que vox mantiene en italiano la grafía latina de la denominación de la voz. En consecuencia, las palabras de Giorgia Meloni en la viñeta del martes titulada "Afonía" admiten una dual lectura "¡Maldita sea! Una disminución de voz/Vox"Aporvechamos para recordar la última versión del cuento que teníamos registrada a Peridis, la publicada el 15 de febrero del año pasado sobre el resultado de las elecciones de Castilla y León que tiene como intérpretes a Mañueco [no, no es Andrés Trapiello] y Abascal.
Lo que resulta verdaderamente singular es encontrar a un gijonés en una viñeta mexicana, pero la condición del escritor Paco Ignacio Taibo II [1] de director del Fondo de Cultura Económica, nombrado en 2019 por el presidente Andrés Manuel López Obradror, le ha convertido en la viñeta del martes de Paco Calderón en el incendiario, con gasolina AMLO, de la pira dispuesta para sacrificar al académico y diplomático Daniel Cosío Villegas (1898 - 1976) que fundó en 1934 ese grupo editorial paraestatal (enlazamos un comentario de la viñeta que colecciona algunas objeciones a la gestión de quien fuera director de la Semana Negra de Gijón [2], certamen que precisamente le ha rendido un homenaje el pasado día 15).
Anexo: La punta de la lengua de Álex Grijelmo en El País 23/7/23
Ya en el siglo de Oro se sustituía una palabra por otra de similares sílabas iniciales y con el sentido del vocablo reemplazado
Oigo en la radio la palabra “boleto” con un sentido diferente del que marca el Diccionario. Algunos profesionales de las ondas hablan en antena del próximo boleto, o de que entrevistarán a alguien después del boleto, o mencionan algo de lo que se había informado en el boleto anterior.
Dejo aparte mi duda sobre la comprensión del término por el público en general, para comentar ese interesante procedimiento de transferencia semántica por contagio. Diego Varela Villafranca defendió en 2016 en la Universidad Autónoma de Madrid una interesantísima y singular tesis doctoral al respecto, y en ella denomina este fenómeno “homonimia parasitaria”. Consiste en sustituir una palabra por otra de similares sílabas iniciales y que incorpora el sentido del vocablo reemplazado. De ese modo, “boleto” parasita el significado de “boletín” (el resumen informativo que se suele ofrecer en las horas en punto).
Varela documenta en su tesis 903 ejemplos de España y de América. Y muestra que la técnica viene de lejos, pues un 11% de ellos corresponden al Siglo de Oro, como sucede con “calvinista” (los seguidores de Juan Calvino) en lugar de “calvo”; o con “Cornelio” (nombre propio) en vez de “cornudo”.
Generalmente se trata de términos coloquiales con valor humorístico, pero también los hay con tintes eufemísticos y profesionales. Algunos se han asentado tanto en la lengua, que figuran en el Diccionario académico (Varela anota 105 ejemplos). Es el caso de “pagano” –neologismo semántico que ya usó Quevedo– y “paganini”. Ambos se forman a partir de “pagar” y designan a quien, por abuso de los demás, acaba abonando la cuenta, sin que ello tenga que ver con que no haya sido bautizado ni con el célebre músico italiano. O “chuleta” como sustitutivo de “chulo”; o “dar un voltio”, que nombra la idea de “vuelta” a partir de la unidad de potencial eléctrico. La lista de Diego Varela no es ni puede ser exhaustiva, claro; pero cumple su objetivo de deducir reglas en la formación de esos graciosos parásitos, clasificarlos morfológicamente, averiguar su origen, documentar su época.
No encontramos ahí “boleto”; ni “gamba” (en su valor de “gamberro”: hacer el gamba). Tampoco (quizás debido a su diferente formación) expresiones como “ya ves truz” (“ya ves tú”, que se cruza con “avestruz”), “¿qué tal andamios?”, “digamelón” o “efectiviwonder” (que viene de Steve Wonder, efectivamente). Recuerdo que años atrás llamábamos en la Redacción “mastercillos” a los periodistas procedentes de nuestro Máster de Periodismo. No tardamos en denominarlos “mastuercillos”. Cariñosamente.
Pero sí figuran en la tesis otras muchas creaciones: “bizcocho” en lugar de “bizco”; “vagoneta” por “vago”; “clarinete” en lugar de “claro” (“lo tengo clarinete”); o “alabardero”, que se predica de la persona aduladora y servil (porque se dedica a alabar); y “lejía”, en vez de “legionario”; “pedal” por “pedo” (cogerse un pedal, una borrachera); “lenteja”, para quien usa lentes; “maleta”, por “malo” (“ese jugador es un maleta”); “rogelio” en vez de “rojo” (o izquierdista); y “miranda” a partir de “mirar” (“estoy de miranda”, y no necesariamente de Miranda de Ebro).
También refleja la historia de “vacas” (por “vacaciones”); y se explica que de “hacer vacas” (dejar el pupitre vacante) derivó “hacer novillos”.
Mucha gente saldrá de vacas ahora, y esa vieja locución adquirirá un inesperado doble sentido cuando alguien nos cuente que va a pasarlas en el campo.
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