Esta semana comenzamos el recorrido en Fundéu, que el lunes dedicó un oportuno apunte a las diferencias entre asteroide, meteoro, meteorito y bólido. Javi Salado fue uno de los dos dibujantes a quines vimos ocuparse del bólido que pudo verse hace pocos días en el sur de España. Asimismo nos parece particularmente recomendable el recordatorio de los urgenciólogos del lenguaje sobre el uso de la tilde diacrítica y creemos que no serán tan pocos quienes puedan sacar provecho del dedicado ayer a la conjugación del verbo denostar.
Malmoe o Malmö: que decida Google tituló Álex Grijelmo La punta de la lengua publicada en El País del jueves que, como es habitual, encontrarán íntegra como anexo. Se van imponiendo los exónimos (en el doble sentido de la frase).
Docuserie es la palabra tratada en el Martes Neológico que ha estado a cargo de Constanza Becerra. Un producto televisivo dividido en episodios a medio camino entre un reality y un documental al entrelazar hechos reales con ficción. Fecha la autora los primeros registros de uso en el año 2004, pero en la hemeroteca de ese Abc hemos encontrado unos cuantos anteriores [aenlazamos uno del 2/9/2000].
Pasamos a la neología humorística con Ricardo cuya definición gráfica de "juezing" en la última portada de El batracio amarillo vemos un tanto ambigua. Diríamos que se refiere a la esforzada labor de resolver la llamada judicialización de la política, pero el "juezing" que más se está viendo nos parece que está en línea con la portada de Fluide Glacial de septiembre 2020. Vése mismamente el disgusto con que ayer recibía El País la insistencia de un juez en investigar pese a las conclusiones de un informe que supuestamente es confidencial. El país del todo se filtra [y la mayor parte a El País].
En Lenguaje de la semana 19/2024 ya dimos cuenta de una viñeta de Vergara en el repaso que se hace en ese apunte del uso humorístico de la palabra genocidio que el miércoles volvía a aparecer en la sección gráfica de eldiario.es. Enlazamos un interesante artículo de Neil A. Abrams, pero advertimos que se aproxima a las cuatro mil palabras, que explica ¿Por qué es genocidio? ... el de Ucrania. Sin embargo, apenas encontrarán esa ahora tan arrojadiza palabra en las viñetas sobre la guerra desatada por Putin.
Proseguimos con la pieza de muy sencillo humor jerogífico publicada el martes por Idígoras y el recurso de Mortiner al latín macarrónico en su tira del día siguiente sobre los actos de la Armada celebrados en Gijón.
Prologamos con la referencia de Miki y Duarte a los cuentos chinos la tira de Javi Salado del martes sobre la carestía de la cesta de la compra apoyada en el cuento de Caperucita y el lobo.
Un caballo de Troya escogió el dibujante neerlaandés Martin Wolterink para representar a la extrema derecha, pero sin especificar qué entiende que oculta dentro. Asumamos que un totalitarismo.
Sciammarella saludó ayer la concesión del Premio Princesa de Asturias de las Letras a la escritora rumana Ana Blandiana, seudónimo de Otilia Valeria Coman (Timișoara, 1942) que utiliza como literario apellido el nombre de una comuna de Transilvania próxima al pueblo donde nació su madre (Vințu de Jos).
Nosotros aprovechamos para participarles la un tanto escéptica rebeldía contra Ceacescu del poema Yo creo.
Yo creo que somos un pueblo de plantas,de otra manera, ¿de dónde sacamos la calma
con que esperamos ser deshojados?
¿De dónde el valor
para empezar a deslizarnos en un tobogán de sueños
tan cerca de la muerte,
con la certeza de que podremos
nacer de nuevo?
Yo creo que somos un pueblo de plantas,
¿Quién ha visto
a un árbol rebelándose?
Proseguimos con el dibujante australiano Mark Knight que apoyó en la caída por la madriguera del conejo de Alicia en el país de las maravillas su visión de la "abducción" que provocan las redes sociales. Y no solo en los más jóvenes. Interesante aportación a la renovación del un tanto repetitivo "humor carrolliano". Concluimos con el distópico guiño de la viñeta que hoy publica Tom Gauld en The Guardian.
PS - Sansón lleva hoy a su sabatina 'A la contra' de El Norte de Castilla el monumento a Cervantes de Valladolid, ciudad que celebra hasta mañana la 25ª edición del Festival Internacional de Teatro y Artes de Calle (TAC) que este año ha rendido homenaje a la artista Claire Ducreux que está vinculada al festival desde su primera edición.
Anexo
Malmoe o Malmö: que decida Google
Álex Grijelmo (El País, 23/5/24)
El Malmoe, con esa grafía, fue finalista de la Copa de Europa en 1979 y recibió en 2015 una goleada en el estadio Bernabéu
El último festival de Eurovisión se celebró el 11 de mayo en la ciudad sueca de Malmoe, exónimo español que fue sustituido esta vez en casi todos los medios por el endónimo Malmö. Ya saben ustedes: Londres es un exónimo y London es el endónimo.
Cuando se abordan estos temas sale a relucir de paso la dualidad Lleida-Lérida, y les digo ya que sí: que en ese y otros topónimos peninsulares se rompe la costumbre de adaptar la denominación de las localidades importantes y no dar esa dignidad a las poco presentes en la historia común. Por eso traducimos Marseille (Marsella) pero no Aix-en-Provence. En casi todos los medios se decidió escribir y decir Lleida o Girona como expresión de respeto y desagravio a los otros idiomas españoles. Ahora bien, en el caso de Malmö se me escapa qué hermandad o reparación podría alegarse entre el sueco y el castellano.
La influyente Enciclopedia Espasa (tengo la edición de 1955) incluía la grafía Malmoe, con foto de su zona portuaria. Y la herramienta Ngram de Google muestra una goleada de esa opción frente a “Malmö” a lo largo de los siglos XIX y XX en los miles de libros en español que almacena. En el año 2000, el último del que ofrece datos, Malmoe obtiene 9,7 menciones por cada 1.000 millones de palabras, mientras que Malmö se queda en 1,2. Eso significa que en el 88% de las ocasiones en que un autor tuvo que elegir al respecto escogió “Malmoe”, frente al 12% en que se prefirió la grafía “Malmö,” que no se documenta hasta 1956.
En cambio, la tendencia se ha invertido en los últimos años, como refleja el banco de datos académico del siglo XXI (el Corpes: 380.000 documentos, 410 millones de formas ortográficas). Ahí se recoge “Malmö” en 56 textos (44 de ellos de prensa), con una frecuencia de 130 por 1.000 millones de palabras; mientras que Malmoe se queda en 26 documentos (23 de prensa) y una frecuencia de sólo 60. El aumento en las menciones de esa ciudad se explica por la masiva presencia de diarios digitales en ese repositorio de nuestra época, frente a los ejemplares en papel de los dos siglos pasados.
El Libro de estilo de EL PAÍS establece desde 2002 la tradicional grafía Malmoe, que era la utilizada en el diario desde mucho antes, sobre todo cuando el club de fútbol de esa ciudad fue finalista de la Copa de Europa en 1979. Así se reprodujo también en la derrota por 8-0 que sufrió ese equipo en el Bernabéu el 9 de diciembre de 2015, con cuatro tantos de Cristiano. Muchos otros artículos mencionaron “Malmoe” años atrás, y, curiosamente, las últimas noticias sobre “Malmö” se agrupan en la web bajo la etiqueta de archivo “Malmoe”. Ahora bien, los medios audiovisuales españoles vocalizan “Malmo”, en vez de la pronunciación local que le corresponde: “Malme”.
Entre unas cosas y otras, los topónimos en castellano ceden terreno: Fráncfort sucumbe frente a Frankfurt, Apulia es desplazada por Puglia...; la pronunciación “Elsinki” pierde ante “Jelsinki” (Helsinki) y “Miami” frente a “Mayami”, en la muy transitada senda del anglocentrismo.
Miro en Google y si pongo “Malmoe” salen las menciones de “Malmö”; pero si lo hago al revés, no veo las de “Malmoe”. O sea, hay que escribir “Malmö” para asomar por ahí. Abro Google Trends (tendencias) y compruebo que las búsquedas dan una estrepitosa derrota de “Malmoe”. El rastro de los viejos libros se pierde ante los algoritmos nuevos. Haremos lo que Google diga. Hoy será esto y mañana aquello. Google tiene su propio manual de estilo, y todos los medios acabamos escribiendo a su dictado.
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