sábado, 7 de septiembre de 2024

Lenguaje de la semana 36/2024

 

Cátedra sin catedrática titula Álex Grijelmo La punta de la lengua que marca el postvacacional retorno de esa sección de El País. Un artículo que encontrarán íntegro como anexo en el que censura el uso corrupto que se hace de la palabra “cátedra” en las llamadas extraordinarias, como es el caso de la codirigida por Begoña Gómez. Guante de seda para la docente que, por falta de cualificación académica (no es licenciada [1]), ni siquiera podría cursar el curso de fundraising que comenzó a impartir después de convocar al efecto en La Moncloa al rector de la Universidad Complutense. Tan solo traten de imaginarse, por ejemplo, cómo serían las protestas montadas por los sindicatos de estudiantes si la protagonista hubiera sido la esposa de un presidente del gobierno del PP. 

El Martes Neológico es la única sección del Centro Virtual Cervantes que no ha descansado en agosto. La ya incorporada al Diccionario descarbonización y el perfectamente prescindible invento de marketing oleoturismo han sido las palabras tratadas en el vacacional mes.  

Fundéu advertía ayer que muchos hipocorísticos, los nombres alternativos de persona de carácter afectivo, familiar o eufemístico, no son diminutivos. Pepín es ambas cosas, pero Pepe no. Asimismo nos parece particularmente recomendable el artículo sobre concordancias publicado la víspera y el bienintencionado intento de promocionar multiconferencia como alternativa a conference call, pero conviene no perder de vista que el auténtico anglicismo a batir es el lingüísticamente muy atractivo, por económico, "una call". Nadie dice, aunque sí que se encuentre escrito con cierta frecuencia, conference call.

El caso Rafa Mir ha proporcionado una nueva ocasión de comprobar el artificioso tratamiento idiómatico que han pasado a tener los delitos sexuales. Ahí tienen la deseable economía lingüística del titular de El País violentada por la sustitución de la [presunta] violación (cuyo alcance todos entendíamos perfectamente) por delito de agresión sexual con acceso carnal  [y aún cabría añadir digital a la vista de los detalles que hemos leído].

Pasamos al territorio del humor, inicialmente también digital, porque Javi Salado y César Oroz coincidieron en crear sendas dilogías gráficas con la transformación digital que da nombre al ministerio que dirigía Escrivá.

El dúo Antón recordó el miércoles el famoso "¡El que se mueve no sale en la foto!" atribuído a Alfonso Guerra. Una frase que tenemos registrada por última vez en la viñeta de Miki y Duarte sobre el 40º aniversario del triunfo electoral socialista de 1982. Conmemoración a cuya celebración fue apresuradamente invitado Guerra después de que se difundiera que había sido excluido de la lista de convocados. Algunos día después, el 10 de noviembre de 2022, era Peridis quien jugaba con la variante "se sale de la foto".


García Morán replicó el contradictorio esquema del famoso "prohibido prohibir" de mayo del 68 para crear un ambiguo mensaje que entendemos cuestiona el concepto del delito de odio. Nos habría gustado más el inequívoco sentido de "odia los delitos de odio". En todo caso, falta mucha pedagogía sobre qué es realmente el delito de "incitación al odio" (art. 510 CP) que tantos pretenden ver constantemente. Odiar es despreciable, pero [todavía] no es delito (enlace a un hilo del penalista JMª de Pablo).

El sábado pasado ya dimos cuenta de tres viñetas de contenido político inspiradas en la anunciada gira de Oasis y esta semana hemos encontrado a los hermanos Gallagher, ya sin segundas de carácter políticocantando Don't look back in anger en una viñeta de Julien Couty en Télérama (toi-même significa [aplícatelo] tu mismo).

JM Nieto encabeza una muy breve sección literaria con Caperucita enfrentada a una incierta decisión y Santy Gutiérrez completa este apartado con una aplicación a la inflación del dinosaurio de Monterroso (enlace a nuestro monográfico) que poco tiene que ver con el momento presente. La acompañamos con los últimos datos sobre la inflación publicados por el Ine.

Concluimos con la última acción del bibliotecario enmascarado de Tom Gauld.






[1] Se ha currado Grijelmo la localización de la excepción existente en la única de las actuales 54 catédras extraordinarias de la Complutense que está dirigida por no catedráticos, aunque ambos sí sean doctores, pero la aberrante anomalía es que la de Gómez sea la única dirigida por una persona que no solo no es doctora, requisto estándar en todo formador de posgrado, sino ni siquiera licenciada.

Corrección y petición de disculpas: Nos aclara Álex Grijelmo en un documentado mensaje que la de Gómez dista de ser la única catédra extraordinaria de la Universidad Complutense (enlace a la relación que nos ha proporcionado) dirigida por no catedráticos. Un grado académico que más viene a ser excepcional entre los directores, aunque la comprobación resulta laboriosa porque la relación anteriormente enlazada no incluye ese dato. Tampoco hemos podido localizar la información que nos dejó el erróneo poso de que esa era la regla que, ya por nuestra infundada cuenta, dimos en convertir en caso único, pero no pretendemos que sirva de justificación de la desidiosa falta de fundamentación de nuestra falsa afirmación, así que no podemos sino disculparnos públicamente con Grijelmo y agradecerle la muy mesurada nota aclaratoria que nos ha enviado.


Anexo

Cátedra sin catedrática
Álex Grijelmo (El País, 5/9/24)

En ese curso se trataba de formar a ‘fundraisers’ (en serio, los llaman así) para que salieran al mundo del ‘fundraiseo’


Begoña Gómez, esposa del jefe del Gobierno, empezó a transmitir sus conocimientos en la Universidad Complutense en 2012 (en aquel momento su marido no era diputado) en un programa sobre captación de recursos financieros, sin poseer título universitario oficial. Desde 2020 su actividad de codirectora se cobija bajo la palabra “cátedra”. Una “cátedra extraordinaria”, en la denominación oficial (no necesariamente una extraordinaria cátedra): La “Cátedra Extraordinaria de Transformación Social Competitiva”, para cuya puesta en marcha se requieren 30.000 euros aportados por patrocinadores. La palabra “cátedra”, usada actualmente en ese y en otros 53 cursos similares, sirve así para barnizar de prestigio a quienes imparten la docencia bajo su amparo, y también como banderín de enganche. Con ese vocablo por delante, los patrocinadores subvencionan, los alumnos se matriculan y los profesores cobran.

El término “cátedra” designa obviamente el empleo o el ejercicio de un catedrático, el rango más alto en la docencia universitaria. Así que sigue abriéndose paso la malversación de las palabras destinadas a un fin para el que no fueron previstas: del mismo modo que una resolución del Supremo ha intentado enseñarnos que se puede incurrir en enriquecimiento sin enriquecerse uno, la Complutense nos ha demostrado que cabe la posibilidad de que exista una cátedra sin necesidad de catedrático.

No es de extrañar, por tanto, que el juez Juan Carlos Peinado se sorprendiera con la respuesta del rector, Joaquín Goyache, tras preguntarle como testigo si se exige alguna titulación para dar clase en su universidad: “Ninguna. En algunos casos, ninguna”.

Ninguna titulación exigida para la esposa del presidente y tampoco para otros eventuales expertos o especialistas como ella a quienes se les haya ofrecido dirigir esos programas académicos.

En la “Cátedra Extraordinaria sobre Comunicación y Golf”, una de las 54 organizadas, se podía haber contratado por ejemplo a un exjugador profesional sin titulación universitaria. (No fue el caso: la codirigieron dos profesores, ninguno de ellos catedrático). Y habría sido legal también.

En el recorrido que nos ocupa, la esposa del presidente fungió como experta en búsqueda de financiación para empresas y administraciones, lo que se viene denominando fundraising  (recaudación de fondos). Por tanto, se trataba de formar a fundraisers (en serio, los llaman así) para que salieran al mundo del fundraiseo (esto ya me lo he inventado). Y es cierto que en el oficio de los conseguidores Begoña Gómez ha mostrado grandes resultados; quizás en una parte de esos años a causa de su posición.

Pero hasta ahora no nos habíamos dado cuenta de que a este tipo de cursos se les adjudicaba la palabra “cátedra”. O sea, que una misma universidad podría albergar, por ejemplo, una cátedra de Farmacología, una cátedra de Neurocirugía, una cátedra de Filología Hispánica y también una cátedra de Fundraising.

Esta ocupación de Begoña Gómez se ofrece en algunos medios como un escándalo, así como el hecho de que firmara un papel para influir supuestamente en una adjudicación, cuando eso podía conseguirlo más fácilmente susurrando al oído y sin salir de casa. En este conflicto, en mi opinión, hay elementos para argumentar una censura ética, no tanto penal; pero lo que me parece más escandaloso, lo más imperdonable, lo más sorprendente, es el uso corrupto que se hace de la palabra “cátedra”.



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