A falta de viñetas sobre los fiascos de las convocatorias de UGT & CCOO, lo más próximo al asunto que vimos el lunes fue la visión de Idígoras y Pachi en El Mundo sobre la utilización de los pensionistas como arma política. Miki y Duarte, por su parte, volvían a poner el foco (enlace a su viñeta del 13 de enero) en las contradicciones socialistas sobre la igualdad de trato a las Comunidades Autónomas.
Cuatro películas que cumplen 50 años en 2025 inspiraron la galería política de Asier y Javier, mientras que Peridis se hacía eco de la subida de Vox en el sondeo de El País en un dibujo con destacado papel de Trump, un político que también fue el protagonista de la kukuxklanesca tira de Gallego y Rey. Padylla completa este bloque con Ángel Víctor Torres convertido en un pavo real que tantea la ruptura del acuerdo de gobierno entre Coalición Canaria y el PP.
Poco encontramos sobre los aranceles impuestos por Trump en el humor español del lunes, cuando en el británico era el tema del día. Ella Baron (The Guardian) se apoyó en las aventuras de Tom y Jerry para convertir a los presidentes de China, México y Canadá en ratones que confrontan con el gato Trump. Patrick Blower (Telegraph) escenificó una poda destinada al desastre, Peter Brookes (The Times) compuso una boxística escena y Guy Venables (Metro) apuntó las consecuencias para los consumidores estadounidenses. [1]Tomás Serrano ilustró la información de El Español sobre el estrechamiento del cerco judicial a Moncloa y Puebla ironizó sobre la desconfianza que pudiera estar suscitando en el partido del gobierno no estar imputado. Sigue el hipertrofiado Sánchez de García Morán, la ironía de JM Nieto sobre los vengativos modos que están presidiendo la política de nombramientos de Albares (debajo recordamos la viñeta de Puebla del domingo ya reseñada ese mismo día) y la visión de Peridis del creciente desencuentro entre PP y Vox.
Otra interpretación postula que estamos atrapados en un bucle de su legendaria broma. Uno de los mejores ejemplos es el caso de la actriz Karla Sofía Gascón (con quien no tengo parentesco, que yo sepa). Inicialmente algunos la defendían, entre otras cosas porque era una mujer trans: la primera trans nominada al Óscar, en el año del regreso de Trump a la Casa Blanca. Visiones negativas de la película que protagoniza, Emilia Pérez, salvaban su interpretación. Ahora, cuando hemos conocido sus posts ofensivos en las redes sociales, es incómoda: al menos, para Netflix. Es bruta, bocazas, dice cosas racistas; es españolaza y hasta del Real Madrid. Como ha escrito Sergio del Molino [3], si los académicos pensaban que “merecía el Óscar por su trabajo en Emilia Pérez, no hay ninguna razón para que hoy opinen lo contrario. Lo que tuitease la actriz hace años no forma parte de su interpretación”. Por otra parte, es reduccionista imaginar que ser trans implica tener determinadas opiniones. Y podríamos plantear un experimento mental acerca de si los posts de la actriz habrían causado un escándalo similar si hubiera criticado a otros. Si la zafiedad de sus comentarios no se hubiera dirigido a los magrebíes y George Floyd, al islam y su trato a la mujer, a Podemos o al independentismo, sino a otros destinatarios, la reacción habría sido distinta: quizá algunos verían en ella hasta un ejemplo de compromiso. La transgresión tiene reglas muy estrictas, y en el siglo de las minorías hay que tener cuidado de no pertenecer a la minoría equivocada. Como señalaba el protagonista de Skin Deep (Una cana al aire), de Blake Edwards, Dios es un escritor de gags y, como escribió E. M. Cioran, “una civilización evoluciona de la agricultura a la paradoja”.
[1] En el apunte del pasado domingo olvidamos reseñar las primeras viñetas que vimos sobre los aranceles, ya el sábado: en México la de Falcón y en Canadá la de Côté.
El propio Côté se ocupó anteayer del aplazamiento de un mes concedido pr Trump, con el habitual recurso a un castor como representante de Canadá. En el humor mexicano nos ha parecido particularmente interesante la visión de Kemchs de la conciliación del sueño de Trump contando los soldados que México se ha comprometido a enviar a la frontera.
[2] Sirvan como muestra del éxito que también ha tenido este asunto en el humor británico las viñetas de Dave Brown (The Independent), Guy Venables (Metro) o Nicola Jennings (The Guardian). La primera hace referencia al lema "You Know When You've Been Tango'd" de las campañas de publicidad del refresco de naranja Tango que comenzaron a emitirse en 1992 (vídeo del muy exitoso primer anuncio que acabó por ser retirado por los imitativos juegos que se pusieron de moda en los colegios).

Casi pleno ha tenido Gaza entre los humoristas belgas que seguimos. Adjuntamos los dibujos de Vadot (L'Echo; Los palestinos tendrán todo su territorio / El anuncio oferta todo tipo de empleos de servicio), duBus (La Libre; Elon, ¿puedes deportarnos millones de palestinos a Marte?) y Kroll (Le Soir). Siguen los suizo Alex Ballaman (La Liberté), Herrmann (Tribune de Genève; ¿Y los indígenas? / Eso no ha sido nunca un problema), Emad Hajjaj (Alaraby Aljadeed) y los australianos David Pope (Canberra Times), Mark Knight (Herald Sun) y David Rowe (Australian Financial Review).A lo mejor cambian el voto porque su apoyo a Gascón tampoco tenía que ver con la cinefilia. Quizá venían dopados por la farfolla propagandística que la misma interesada había diseminado, poniendo su identidad por encima de su trabajo, cuando para muchos espectadores de Emilia Pérez, entre los que me incluyo, no había ninguna necesidad. Podría entender que, desde un carácter achulapado, sintiera el escozor de las críticas a la obra —furibundas, moralistas y erradas por completo de tiro—, y respondiese a ellas con desdén de cuplé, pero Emilia Pérez es una tragedia clásica en clave posmoderna que se defiende solita con su arte, de la primera a la última canción, le sobran los apóstoles.
Entre sus muchos y humanísimos fallos, Gascón intentó asegurarse el Oscar por el atajo de la máscara moral, como diría Edu Galán, presentándose como paladina de los oprimidos y olvidando que había eructado antes contra los moros. De nuevo, nada de eso desmerece su trabajo, pero ella salió a encabezar la revuelta trans y volvió escaldada con los tuits de las navidades pasadas. Donde las dan, las toman, pensará esa humanidad que acecha entre los visillos de las redes, siempre ansiosa de que se fundan las alas de barro de los Ícaros recién despegados.
No conozco a Gascón y no sé si esos espumarajos expresan quién es o son simples calentones. Todos hemos visto a gente estupenda transformarse en monstruos al tuitear compulsivamente. ¿Qué más da cómo y quién sea Gascón? A lo mejor tiene la lengua larga y el nervio sulfuroso, pero quien le niegue el premio por eso sufre una empanada moral mucho más indigesta y turbia, pues su ánimo de inquisidor es consciente. No podrá alegar que tuvo una mala tarde o que tuiteaba borracho: su hipocresía le nace de lo más hondo del sistema nervioso. Y yo prefiero mil veces a una bocazas que a un moralista taimado.
















































































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