Belén Cansino, que se marca nada más empezar un desalentador a lo largo y ancho, dedicó el Martes Neológico a la focaccia, el pan plano elaborado con harina de trigo, aceite de oliva y sal que puede aderezarse con hierbas aromáticas, tomates o aceitunas. No dudamos que ingresará en el Diccionario de Lengua Española que, si nuestros registros son correctos, tiene el panetone como último italianismo gastrónomico, incorporado en 2022 en la versión 23.6. En esta redacción daríamos prioridad a risoto (risotto) y también pondríamos en lista de espera, con diversa prioridad, arancini, burrata, guanciale, lambrusco, mascarpone, pandoro, provolone y sabayón.
El artículo nos ha traído a la memoria el enfoque más amplio del Rinconete Del macarrón a la burrata: los italianismos en la mesa publicado por Delfina Vázquez en 2020 que en su momento reseñamos en el La lengua en la semana 39/2020. Hemos intentado ser un poco más exhaustivos en la recopilación que sigue.
Italianismos gastronómicos recogidos en el DLE
Alimentos
bergamota (bergamotta), caviar (caviaro; del turco havyar), mortadela (mortadella), mozzarella (mozzarella), pistacho (pistacchio), remolacha (ramolaccio), ricota (ricotta), rúcula (rucola), salami, salame y salamín (salami), salchicha (salciccia) y sémola (semola)
Pasta
canelón (cannellone), espagueti (spaghetti), lasaña (lasagna), macarrón (maccarone), ñoqui (gnocchi), pastaflora (pastafrolla), ravioli o raviole (ravioli), tallarín (tagliarini) y tortellini (idem)
Otros platos y preparados
antipasto (idem), [salsa] boloñesa (ragù bolognese), biscote (biscotto, a través del francés biscotte), carbonara (idem), carpacho (carpaccio), menestra (minestra), osobuco (osobucco), panatela (panatella), panetón y panetone (panettone), pesto (idem), pizza (idem), sorbete (sorbetto) y tiramisú (tiramisu)
Bebidas y otros
birra (idem), al dente (idem), café (caffé; del turco khave), cantina (idem), capuchino (cappuccino), mistela (mistella), pizzería (idem), pizzero (derivado de pizza; en italiano es pizzaiolo)
Cambiamos de asunto. Advierte Santiago Muñoz Machado, actual director de la Real Academia Española, que la palabra Desconstitucionalizar que da título al artículo que publicó el lunes en El Mundo, no está en el diccionario de la Academia, pero afirma que no hace falta incorporarla y definirla porque tiene un sentido recto. Lo inquietante, apuntamos nosotros, es que esté de actualidad junto a otras como neoconstitucionalismo y postconstitucionalismo.
Volvemos al Cervantes Virtual para recomendar el Rinconte Rubia no, blonda publicado anteyer por Delfina Vázquez. Y aunque tendemos a no enlazar los Trujamanes que incurren en melancolías de la profesión traductoria, por su singular enfoque, hacemos una excepción con Mi cita con un anarcocapitalista de Rita da Costa.
Proseguimos con una nueva muestra de la afición de JM Esteban a la parodia fraseológica. Dogmatitis reumatoide es su adaptación del martes de la muy extendida artritis reumatoide.
César Oroz aporta una homonimia que se extiende a todo un sintagma en una tira sobre la que procede añadir que la arqueta de Leyre, una pequeña arca (23,6 x 38,4 x 23,7 cm ) de marfil de elefante que data de la época del Califato de Córdoba, es una de las joyas del arte islámico hispanomusulmán.
Sigue la segunda aportación de García Morán a nuestra colección de dibujos sobre la expresión Tragar sapos.
El pasado sábado ya dimos cuenta de una primera viñeta de El Roto sobre la feria del libro. Hoy añadimos la que sumó desde El País del martes.
Sigue la Caperucita de JM Nieto del pasado domingo y El cuento de la "Leirechera" de Santi Orue del miércoles que recuerda la labor relacionada con el voto por correo de la que Leire Díez presumió en redes sociales (más detalles). Cierra este bloque literario la viñeta de Tom Gauld del pasado sábado que hace una apretada mezcla de títulos de novelas.
Completamos la sección gráfica con las dos viñetas que hoy juegan con hablas locales, el malagueño en el caso de Pachi Idígoras y el canario en el de Padylla, para hacer referencia a la polémica lingüística de la Conferencia de Presidentes celebrada ayer. Enlazamos el Diccionario de canarismos para facilitarles que resuelvan sus dudas y concluimos con la nueva sección que, a imitación del programa de Rtve, hemos titulado Cachitos.
Cachitos
- "Si no fuera así [la declaración de inconstitucionalidad de la Ley Orgánica de Amnistía], y se estimara su constitucionalidad, que sea con argumentos más serios que los contenidos en la ponencia". Manuel Aragón, Enrique Gimbernat y Agustín Ruiz Robledo en Una ponencia rechazable [¡¡Lectura indispensable!!]
- "Como se ha hecho costumbre, primero se establece la conclusión y después se construye el aparato retórico que la sostenga". Ignacio Varela en El Tribunal Constitucional, la amnistía y las portadas de 'El País'.
- "Este [Luis García Montero] la fontanería la hace al aire libre, su cloaca es a campo abierto; y con un embadurne relamido que nos recuerda que, en fin de cuentas, es poeta". José Antonio Montano en Tsevan Rabtan, caballero en la estepa legal.
- "Con las jergas heredadas pasa como con los tacos: o se sabe usarlos, o es preferible omitirlos". Ignacio Varela en El sanchismo era esto y siempre lo fue.
- "Porque sí, estimados guardianes del canon, votar en blanco [a la candidatura de Luis Alberto de Cuenca para la Rae] es como si el capitán Haddock dudara entre un whisky o una infusión". María José Solano en Discurso de Egreso.
Anexo 1
Muchos malentendidos de las relaciones personales se deben a que las mentes lingüísticas de los hablantes viven en diferentes contextos, aunque se hallen a un metro el uno del otro.
Si nos invitan a una cena y nos dicen que vendrán otras dos parejas y al llegar hallamos a dos hombres y a dos mujeres conversando entre sí, pensaremos que los cuatro forman dos parejas mixtas. Solo con una adecuada información contextual descubriremos que no; tal vez después de haber metido la pata tres o cuatro veces.
Esto último no se deberá a un sesgo heteropatriarcal, sino a un proceso cognitivo llamado juicio de probabilidad, que aplicamos cuando, al faltarnos el contexto real, imponemos el nuestro. Ese mecanismo falla a veces, pero al cerebro humano le sale a cuenta el pequeño margen de error: examinar con detalle todas las posibilidades en cada situación y a cada rato resultaría angustioso y lento.
Si llegamos a una isla desierta y vemos tres cigüeñas rojas de una en una, creeremos que todas las cigüeñas de esa isla son rojas, aunque se trate de las únicas tres cigüeñas rojas de la isla. Ahora, una vez que somos conscientes de haber aplicado la interpretación falsa, en la siguiente ocasión similar no activaremos ese prejuicio porque lo habremos suprimido del cajón de las experiencias pertinentes.
La frase “mi hermana salió de la cafetería y se dirigió al banco” admite dos interpretaciones de “banco”. Si quien la oye o lee no dispone de más contexto, activará en su mente la experiencia más próxima o más intensa. Supongamos que ha estado hace poco en una entidad financiera. Sin remedio, imaginará que la mujer salió de la cafetería para ir a una sucursal; y solo desechará esa idea si le cambian el contexto: “Mi hermana salió de la cafetería y se dirigió al banco. Después se sentó en él y se comió unas rosquillas”.
Por el contrario, si el interlocutor sabe que la hermana suele sentarse en un banco del parque, recreará esa imagen y solo la anulará en el caso de que la frase continúe de otro modo: “Mi hermana salió de la cafetería y se dirigió al banco. Allí sacó dinero, pero no pudo comerse las rosquillas”.
El papa Francisco incluyó en su primer mensaje en Instagram este ruego: “Rezad por mí”. Eso admitía dos sentidos: 1. “Rezad en mi favor”. 2. “Rezad en mi lugar”. La opción 1 es la más probable según nuestra experiencia, y la que aplicaremos sin dudar. Ahora, si luego nos presentan como más adecuada para el caso la opción 2, se producirán la sorpresa y el efecto chistoso, como sucedió entonces: “Ha dicho que recemos por él. Lleva dos días en Italia y ya quiere que le hagan otros el trabajo”.
Con ese mecanismo de acierto o error juegan los humoristas. Pero a veces se llega a malentendidos que producen dolor, a causa de que el hablante no se expresa con claridad y el oyente confunde el mensaje en función de su memoria, sus prejuicios, sus deseos o sus miedos. Es decir, su contexto.
Por ejemplo, cuando alguien recibe un wasap que dice “No quiero perder el tiempo contigo” y lo interpreta como “No me interesas nada” y no con el sentido que le había dado el emisor de “avancemos deprisa en la relación porque lo tengo muy claro”. De ese modo, el pesimismo del receptor activa su falso presagio de rechazo.
En situaciones así, acerca de las cuales quedan ustedes advertidos con esta columna, un mismo mensaje admite dos interpretaciones opuestas pero verosímiles. Y por eso es crucial no terminar ahí la conversación, sino explicar el emisor lo ocurrido y comprender el receptor lo explicado. Y ya de paso, reírse ambos por el error. A ser posible, tras hablar de ello con calma en un banco.
Anexo 2
Hay una localidad en Fuerteventura que se llama Pájara. No entraré en la historia de este topónimo, perteneciente a la larga lista de lugares españoles con nombres curiosos que dan para noticias de relleno de cuando en cuando (desde la localidad de Asquerosa que visitó Federico García Lorca a Cariño, Parderrubias o Codos). En 2023, el Ayuntamiento de Pájara pidió a la Real Academia Española que incluyese en su Diccionario el nombre de su localidad, para que quien buscase pájaro y viese que, en femenino, se define pájara como el bajón momentáneo de un deportista o la hembra de la perdiz no dejase de saber que existe un pueblo canario así llamado. No es la primera vez que es noticia una petición a la RAE basada en el desconocimiento de los objetivos y los límites de un diccionario, pero el alcalde de Pájara, con un poco de “qué hay de lo mío”, no perdió ocasión para reivindicar su municipio por la vía lexicográfica, y la cosa, que sepamos, quedó ahí.
Recordé la anécdota de este topónimo canario al hilo del adjetivo pájara que aparece en uno de los wasaps filtrados hace unos días como alusión del presidente del Gobierno a una de sus ministras. Acudo al Diccionario de injurias que publicaron en el año 2019 los profesores Cristina Tabernero y Jesús María Usunáriz, basado en los pleitos judiciales navarros donde se dirimían denuncias interpuestas por injurias. En sus páginas, la lista de descalificaciones es extensa y, supongo que porque hay distancia de muchos años (son denuncias de los siglos XVI y XVII), me despierta una sonrisa ver que la gente se podía insultar llamándose arrastrado, boquituerto, desbarbado, hinchador de vacas, legañoso, mundano o pantierno, entre otros. Es terrible, por otro lado, comprobar en esos pleitos la cantidad de veces que lo religioso, lo racial o lo nacional valían como insultos, como judiazo, crucificador, francés o moriscado. No está pájara en ese listado de injurias. ¿Lo es?
No voy a sobreactuar y decir que es una cosa denigrante y terrible que te llamen pájara. Pero, probablemente sin alcanzar la categoría significativa de injuria, me parece evidente que no es grato ser llamado pájaro o pájara. En el Diccionario de la RAE, el sustantivo pájaro tiene, además de los significados generales del ámbito animal, la extensión figurada de ser como adjetivo la forma de llamar a “una persona astuta y con muy pocos escrúpulos”. A veces los diccionarios definen las acepciones de una manera que no se corresponde con el uso social vivo, pero creo que esta definición académica se aviene con el empleo que damos actualmente a pájaro como adjetivo. Y no, no es elogioso que te llame así tu jefe.
Sé que es un asalto a la intimidad que lo que se escribe para consumo privado sea difundido al público. Sé que no hay conversación de wasap que aguante su exposición sin ofender a algún cercano. Y sé que el contexto importa, claro que sí. Lo malo que tiene poner por escrito las cosas (verba volant, scripta manent decían los latinos: las palabras se las lleva el viento, lo escrito permanece) es que lo que en una charla oral se contextualiza simpáticamente, puesto por escrito cobra otro cariz, por eso lo más prudente en algunos puestos es desahogarse hablando y no escribiendo. Yo lo entiendo todo, enmarco las circunstancias, pero que te llamen pájara no es agradable.
La ministra así aludida le ha quitado importancia y lo ha tratado como la anécdota menor de una conversación antigua y ajena a ella; ha rebajado la trascendencia que se pueda dar a esto. Está en su libertad para hacerlo si lo considera de su conveniencia: hay momentos donde es mejor no meter el palo en candela y ya vamos bien servidos de crispación. Pero algo que me llama la atención desde hace tiempo es que nos quieran hacer creer que las palabras no significan lo que sabemos que significan. Lo digo porque del asunto de este adjetivo lo que más me ha sorprendido es que José Luis Rodríguez Zapatero, preguntado en televisión al respecto, haya dicho que este le parece “un adjetivo, completamente, bastante divertido”, y que aplicárselo a alguien “tiene que ver con que es una persona inteligente, lista”.
Yo no soy la que asigna los significados a la palabras, por mucho que me dedique a la lengua y a la filología, pero tampoco lo es el expresidente. Lo es la sociedad hablante, y en ella, en estos momentos, que te llamen pájara no es encomiástico ni equivalente a que te llamen lince. Y por eso escribo este artículo. Porque si alguien hace dos semanas pensaba que pájaro es un insulto y hoy piensa que es un adjetivo simpático y divertido, creo que tiene que medir la solidez de su espíritu crítico y su nivel de ecuanimidad, y valorar cuánta capacidad intelectiva nos da a quienes escuchamos sus palabras. Cada cual rema desde su barca hacia su orilla, pero no reinterpretemos las palabras según el carné ideológico de quien las dice. No puede haber dos significados distintos para un vocablo, según si el resbalón es nuestro o del vecino. Eso no es solo no entender lo que es un diccionario, sino no entender qué es la lengua, qué es el consenso social que sostiene la comunicación y cuánta es la responsabilidad de un ciudadano con voz pública en una democracia.
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