Biodramina es la palabra tratada esta semana en el Martes Neológico. Un artículo que Martí Freixas Cardona comienza apoyándose en el libro 'Memòries del doctor Biodramina' (2011) de Joan Uriach (Barcelona, 1929), en que el farmaceútico catalán explica como, cuando supo de la existencia de un principio activo para evitar el mareo (el dimenhidrinato) que fue facilitado a los soldados que desembarcaron en Normandía, viajó a Estados Unidos para traerlo a España. Y en 1952 comenzó la comercialización del fármaco denominado Biodramina® que tan popular se haría a partir de la década de los sesenta.
Los primeros carteles publicitarios, que nos traemos desde la magnífica colección albergada en marketingdirecto.com [1], aportan un buen testimonio de la inicial orientación a otros objetivos terapéuticos al margen del mareo de viaje.
Apunta el autor la terramicina y la aspirina como ejemplos de denominaciones de medicamentos procedentes de marcas registradas que están recogidas en el Diccionario de la lengua española. Una lista que, conforme a lo tratado en el apunte 'Marcas que han llegado al Diccionario (2ª parte): españolismos y fármacos', nos permitimos complemetar con bótox, mercromina, novocaína, antipirina, aureomicina [que advertimos ha causado baja en el DLE] y una que no está etiquetada como derivado de marca que sí que es la heroína.
Esta semana vamos a realizar una parada en Fundéu, porque reconocemos ser destinatarios de la recomendación que advierte que la locución a ojos vistas, que significa ‘visiblemente’ y ‘sin disimulo’, se escribe con ese final en vistas, y no a ojos vista.
También nos ha parecido oportuno el recordatorio sobre "La grafía «rr» en palabras prefijadas y compuestas", porque tenemos la sensación de que cada vez se omite más la duplicación de esa letra.
Pasamos al lenguaje del humor con el coincidente juego de seccionamiento de palabras realizado por JJ Aós en el navarro Diario de Noticias del miércoles y por JM Nieto en el Abc del jueves, en este segundo caso con un amplio muestrario iconográfico de lo referido.
Otra viñeta de Nieto, que aporta cuatro al apunte de hoy, nos invita a recordar las dos explicaciones más aceptadas sobre la expresión ‘quedarse a dos velas’. El filólogo y sacerdote gaditano José María Sbarbi (1834-1910) explica en su ‘Gran Diccionario de Refranes’ (Joaquín Gil editor, Buenos Aires, 1943; obra póstuma ordenada, corregida y publicada bajo la dirección de Manuel García) sobre ‘estar a dos velas’: «parece proceder esta frase de que, como en las iglesias, después de terminadas las funciones religiosas, se apagan todas las luces menos dos que quedan delante del sagrario, y como éstas alumbran poco para el espacio tan grande de aquéllas (de las iglesias), puede decirse que quedan tristes y medrosas y, por lo tanto, se comprara con el ánimo del individuo que no tiene dinero».
Ese hipotético origen habría resultado reforzado por la iluminación de las capillas ardientes que, dependiendo del poder adquisitivo del fallecido, lucían muy diferente número de velas, limitadas a una a cada lado del féretro en los más modestos.
Difiere de esa eclesiástica tesis José María Iribarren que en ‘El porqué de los dichos’ sostiene que «antiguamente, en las timbas y partidas de naipes, el banquero solía actuar entre dos velas. En ese supuesto, dejar al banquero a dos velas o quedarse a dos velas equivaldría a dejar al banquero (o quedarse uno) sin un cuarto» [sin dinero entre las velas].
Álvaro se sumó el miércoles desde los diarios del grupo Tribuna (Salamanca, Valladolid,...) al mito tratado en Ardillas y mitos forestales. Y que al día siguiente era Tomás Serrano quien lo sometía a una flamígera formulación encabezada por un oportuno "dicen".
JM Esteban daba en La Razón del martes un curioso sentido a "literatura de evasión". Una llamada a cuidar la elección de lecturas de verano. Eso cuando, el domingo, Idígoras y Pachi habían optado por la literatura de terror al invitar a Ken Follet a firmar ejemplares de "Los precios" en su tira de El Mundo.
Al día siguiente, el mayor de los hermanos Idígoras mantuvo la inspiración literaria en la versión del 'Cuento de la lechera' que llevó a su sección del diario Sur.
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