miércoles, 24 de octubre de 2018

Marcas que han llegado al Diccionario (2ª parte): españolismos y fármacos


En la primera parte de este análisis dejábamos pendientes de reseñar 97 palabras de las 134 cuya etimología etiqueta el Diccionario como marca registrada. Prosiguiendo con la clasificación por uso geográfico derivada de etiquetado que hace el DLE, encontramos siete señaladas como específicas de España.


AVE³ 1. m. Esp. tren de gran velocidad.
burofax 1. m. Esp. Servicio de fax, de valor fehaciente, en una oficina de correos.
claxon 1. m. Esp. Bocina eléctrica.
gominola 1. f. Esp. Golosina blanda masticable, generalmente recubierta de azúcar.
pinqui

1. m. Esp. Prenda femenina que cubre la planta, el talón y los dedos del pie, y que se pone para proteger este del calzado (de Pikys®).

polo¹

3. m. Esp. Helado consistente en un pequeño bloque de hielo aromatizado con una esencia, y provisto de un palito plano que asoma por subase para sostenerlo.

tirita 1. f. Esp. Tira adhesiva por una cara, en cuyo centro tiene un apósito esterilizado que se coloca sobre heridas pequeñas para protegerlas.


Leemos, y lo apoya la Wikipedia, que claxon también tiene uso en Cuba y México, aunque el termino más habitual en América es bocina, por más que en países como Venezuela y la República Dominicana se prefiera corneta.

Las gominolas son gomitas en muchos lugares de América, los polos pueden ser paletaspicolés  o posicles (por la marca Pop-Sicle), mientras que tirita se contrapone a la curita, única voz etiquetada como americanismo genérico en la lista de la primera entrega sobre esta materia.

Entre los 90 términos restantes hay unos cuantos cuyo escaso uso los hace candidatos a seguir el camino de estovaína, bivirí o klystron, algunas de las palabras-marca que ya han abandonado el Diccionario. Las dos primeras se tratan en el apunte Marcas que vienen y van al Diccionario (más alguna que se queda sin que sepamos muy bien por qué). Pero el caso es que en este momento la única etiquetada como poco usada es buna, la denominación de un caucho sintético desarrollado en 1931 por el gigante alemán de la química IG Farben, que le dio ese nombre a partir de la primar sílaba del butadieno y el símbolo del sodio Na (del latín, natrium).

Precisamente son las sustancias químicas la categoría más abundante en la relación que tenemos pendiente. Comenzamos el repaso con las siete que tiene un uso específicamente médico:


antipirina


1. f. Quím. Sustancia orgánica que se presenta ordinariamente en forma de polvo
cristalino de color blanco, que se emplea en medicina como antitérmico, analgésico y antirreumático.
aspirina 1. f. Ácido acetilsalicílico, que se usa como analgésico o como antipirético.
aureomicina 1. f. Med. Antibiótico producido por el Streptomyces aureofaciens.
bótox 1. m. Quím. Toxina bacteriana utilizada en cirugía estética.
mercromina

1. f. Desinfectante líquido a base de mercurio y bromo, de intenso color rojo,
para el tratamiento de heridas superficiales.
novocaína 1. f. Quím. Hidrocloruro de procaína utilizado como anestésico local.
terramicina 1. f. Med. Antibiótico producido por el Streptomyces rimosus.

Se trata de una variopinta lista de fármacos que incluye dos palabras muy utilizadas, aspirina y bótox, una vieja gloria arrumbada, la mercromina, y cuatro sin apenas uso fuera de la jerga médica: antipirina, aureomicina, novocaína y terramicina.

Aspirina es la marca de uso común del ácido acetilsalicílico (AAS). Un nombre comercial registrado en 1899, que los laboratorios Bayer crearon anteponiendo la "a" de acetilación a la partícula "spir" de spirsäure, el  nombre alemán del ácido spírico o salicílico (que toma su nombre de la planta Spiraea ulmaria, conocida en español  como reina de los prados, de la que se obtenía habitualmente), más un final con la terminación "in", en nuestro idioma "ina", que era habitual dar a los medicamentos.

Botox es la marca comercial más conocida de la toxina botulínica tipo A, bot(ulinum) (t)ox(in), un nombre registrado en 1989 por la empresa Allergan para el uso de la misma en el tratamiento de afecciones oculares. Pero en abril de 2002 pasó a ser utilizada en el fármaco que obtuvo la aprobación oficial de la FDA de Estados Unidos para uso estético.

Como ya decíamos en el apunte Marcas que vienen y van al Diccionario (más alguna que se queda sin que sepamos muy bien por qué), la presencia de aureomicina en el Diccionario parece un tributo a su condición de pionero como antibiótico de amplio espectro. Un fármaco aislado en 1944 por Benjamin Minge Duggar, que comenzó a comercializarse en 1948. Forma parte de las llamadas tetraciclinas, una palabra bastante más utilizada que, curiosamente, no está en el Diccionario académico. Estos compuestos reciben ese nombre porque sus moléculas comparten la característica de estar formadas por cuatro anillos encadenados al estilo del símbolo de Audi.

La merbromina o mercurocromo es un compuesto organomercurial cuyas propiedades antisépticas fueron descubiertas por Hugh H. Young en 1918. A mediados de los años 30 fue introducido en España, con el nombre comercial de Mercromina, por José Antonio Serrallach Julià, un químico que en 1934 había fundado en Rubí (Barcelona) los laboratorios Lainco con el objeto de producir un laxante llamado Emuliquen.

El anuncio de mercromina más antiguo que tenemos registrado es el adjunto publicado en La Vanguardia del 8 de agosto de 1942. Una mínima pieza en la que meramente se indicaba su condición de sustituto del yodo.

Debajo puede verse otro del 3 de junio de 1951, publicado en ese mismo diario. Se promocionaba entonces como el desinfectante encarnado, eran tiempos en que la palabra rojo tenía fuertes connotaciones políticas, acompañado de una truculenta simbología con una calavera y el logotipo del laboratorio. No escuece en las heridas se añadía.


La durante muchos años indispensable mercromina, ha quedado reducida a un papel residual, desplazada por alternativas más eficaces como la povidona yodada, sobre la que cabe debatir si debería ingresar en el Diccionario la marca betadine. Hay que señalar que en la sustitución del mercurocromo también ha influido, tanto la justificada mala fama del mercurio, como la retirada del mercado decidida en Estados Unidos en 1998. Esto porque los fabricantes consideraron que no conseguirían rentabilizar las nuevas pruebas clínicas exigidas a un producto que ya estaba en franco declive.

Otro antiséptico actualmente muy utilizado es la clorhexidina digluconato, que en España comercializan desde 1986 los laboratorios Salvat con el nombre de Cristalmina®. Un nombre que claramente busca evocar el de la mercromina, pero a partir de una raíz que destaca la llamativa transparencia del preparado.

En la entrega anterior citábamos el  mertiolato, una palabra derivada de la marca Merthiolate®, que es la de un antiséptico y antifúngico mercurial cuya denominación genérica es tiomersal, aunque también es conocido como timerosal. Este producto fue desarrollado por Morris Kharasch y lanzado en 1928 por la compañía farmacéutica Eli Lilly. Su uso en vacunas, que está en claro retroceso, es el origen de la acientífica vinculación entre vacunas y autismo (enlace a las explicaciones de la OMS).

Pasamos a la antipirina, también conocida como fenazona o fenildimetilpirazolona, que toma su nombre de la marca alemana Antipyrin®, a través del francés antipyrine. Su significado etimológico es anti-'fuego', del gr. πῦρ pŷr, sufijado, como tantos medicamentos, con -in/-ina. Y es que aparte de ser el más antiguo analgésico débil sintético, posee propiedades antipiréticas, o sea, contra la fiebre. Fue creada en 1883 por Ludwig Knorr, cuando estudiaba derivados de la quinina, y pronto comercializada por los laboratorios Hoechst.

La aureomicina, en inglés Aureomycin (marca registrada de los laboratorios Lederle), cuyo nombre genérico es clortetraciclina, recibió ese nombre por el llamativo color dorado de las bacterias Streptomyces aureofaciens (hacedoras doradas) que producen ese antibiótico. El sufijo mycin/micina es un derivado de la palabra latina mykes que designa a los hongos y que, con la forma –miceto, forma parte del nombre de muchos de esos organismos. La aureomicina fue descubierta en 1945 por el Dr. Benjamin Dugger en la tierra del Campus Sanborn de la Universidad de Missouri-Columbia.

La procaína es un anestésico local sintético descubierto en 1905 por el químico alemán Alfred Einhorn, que lo patentó con el nombre de Novocaine. Una denominación formada con la palabra latina novo (nuevo) y la terminación caine que suelen tener los nombres de los alcaloides en inglés, como ocurre en cocaine. La adjunta imagen muestra como ocasionalmente pierde la e final.

Aunque es frecuente leer que la muy utilizada en odontología novocaína fue el primer anestésico local sintético (por ejemplo, en la Wikipedia), ese honor corresponde a la amilocaína, que fue sintetizada en 1903 en el Instituto Pasteur por el químico francés de origen español Ernest Fourneau (1872–1949). El nombre que dio a su hallazgo tiene una interesante historia, porque su primera intención fue llamarlo Forneaucaine, combinación de su nombre con el de la cocaína, el anestésico más utilizado en aquel entonces, del que era un derivado de menor toxicidad. Pero la dificultad que tiene la pronunciación de esa palabra para los hablantes del inglés, le llevó a traducir su apellido, que en francés significa horno, al ya entonces comercialmente pujante idioma en el que se dice stove. Y de ahí surgió la marca Stovaïne que se españolizó como estovaína.

A continuación mostramos un anuncio de pastillas de "estovaine"  publicado en la revista Blanco y Negro del 17 de marzo de 1906 y otro francés de la versión como anestésico (se utiliza como la cocaína, se enfatizaba), tomado de La Gazette Medicale du Centre del 15 de mayo de 1920.

 

Oportuno momento para traer a colación un opiáceo cuyo nombre deriva de una marca comercial, aunque el DLE, que remite a la voz francesa héroïne, no lo indique así. La diacetilmorfina fue sintetizada por primera vez por Charles Romley Alder Wright en 1874, pero no adquirió notoriedad hasta Felix Hoffmann volvió a producirla en el laboratorio de la compañía Bayer de Elberfeld cuando acetilaba morfina para producir codeína.

El nombre comercial "Heroin", registrado en junio de 1896, deriva de aplicar el medicinal sufijo -in a la palabra alemana heroisch (heroica). Con el mismo se quería enfatizar el carácter "heroico", porque se presentó como un sustituto menos adictivo de la morfina, algo que pronto se demostró un grave error (el uso del término difiere del que tiene en "medicamento heroico" que, según el DLE, es el de acción muy enérgica que solo se aplica en casos extremos).

Bayer suspendió en 1913 la producción de heroína, cuyos derechos perdió, al igual que los de la aspirina, en el Tratado de Versalles de 1919 que certificó la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial. En 1924, el Congreso de Estados Unidos prohibió la venta, importación y fabricación, una decisión que también adoptó al año siguiente el Comité de Salud de la Sociedad de Naciones, aunque tardó varios años en hacerse efectiva.


Transcribimos un fragmento del artículo dedicado a la heroína en el quinto tomo (ca. 1910) del Diccionario Enciclopédico Salvat (1906-1914): (Éter diacético de la morfina) Farm. (...) La HEROÍNA, de igual manera que la peronina y la dionina, es un medicamento destinado a reemplazar a la morfina, con la ventaja sobre esta de no producir constipación y obrar a menores dosis, sin modificar la presión sanguínea.

Finalizamos con la terramicina, un segundo antibiótico que ha encontrado acomodo en el diccionario con una denominación que es marca registrada, en este caso de los laboratorios Pfizer, desde 1949 (en inglés Terramycin® ). Se trata de otra tetraciclina, cuyo nombre genérico es oxitetraciclina, que recuerda en su denominación comercial la importancia que tuvo en el análisis de muestras de suelo en busca de hongos precursores de nuevos antibióticos. De hecho, las bacterias Streptomyces son las responsables del olor a “tierra mojada” provocado por una secreción conocida como geosmina, denominación que significa “aroma de la tierra”.

Utilizamos como colofón un anuncio veterinario de Terramycin publicado en 1960.




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