Sérum (pl. sérums) es la palabra tratada por Marta Puente González en el Martes Neológico. Una voz que más bien creemos llegada a través del francés (enlazamos un ejemplo de uso en una pieza publicitaria de la firma Lancaster publicada en Abc en el año 1957), que ha relegado al término autóctono suero a la medicina y al suero de la leche, que es la primera acepción del Diccionario de 1780 (La aquosidad de la leche separada de ella. Serum lactis; el ejemplo de uso del Diccionario de Autoridades procede del Guzmán der Alfarache: part. 2. lib. 3. cap. 2. Quando el amo los halla juntos, prende al desdichado, que ni comia nata, ni queso, sino solo el suero, que arrojan à los perros).
Y no se pierdan la segunda acepción de ese diccionario: Anat. El humor agrio y aquoso, que está contenido en la capacidad de una tela, que se halla al lado del corazon, llamada pericardio, y tambien se halla en la sangre. Usase comunmente en plural. Serum.
Pasamos a El País con Álex Grijelmo que el domingo publicó Cohecho, soborno, alfadía, mocho..., un artículo que encontrarán íntegro en el anexo a este apunte en el que repasa el amplio repertorio disponible en español para denominar la concesión de beneficios, no necesariamente pecuniarios, a cambio de favores indebidos. ¿Qué tal les encaja impunidad penal a cambio del voto de un partido muy de derechas a un gobierno de izquierda?
Iniciamos el comentario del lenguaje del humor con la neológica propuesta que hoy formula Ramón a la vista de lo poco que utilizan los cargos públicos la fórmula de jurar, de hecho todos los actuales ministros prometieron ante el rey guardar y hacer guardar la Constitución. Así que el incumplimiento, ciertamente, más bien sería perprometer.El Roto incluyó en su viñeta del martes un tetragrámaton, la combinación de cuatro letras hebreas יהוה transliterada (recuérdese que esa escritura se lee de derecha a izquierda) como YHVH que la Biblia utiliza como nombre de Dios. Y resulta notable que el grafismo del dibujo es el utilizado por Goya en el fresco La Adoración del Nombre de Dios o La Gloria (1772) que decora la bóveda del coreto de la Virgen de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza.
El viral "me gusta la fruta" [1] inspiraba el lunes tanto la tira de Gallego y Rey como la viñeta de Santi Orue (el año 21 del fechado es incorrecto) que muestra cómo se ve desde el humor de Vox la falta de apoyo de Feijóo a las manifestaciones frente a al sede del Psoe. El miércoles era Kiko da Silva quien hacía su propia frutal versión de "Ayuso como amenaza Feijóo", un concepto que esperamos no tardar en tratar en un monográfico recopilatorio. Álvaro publicaba el martes otro "me gusta ..." adicional, pero este ya sin connotaciones políticas.
El propio Álvaro apoya su viñeta de hoy en la expresión 'armarse / montar(se) el belén' que procede del caos reinante en esa población de Judea cuando llegaron María y José, dada la cantidad de recién llegados que también acudían a cumplir la orden del emperador César Augusto de que todos los habitantes del país fueran a su ciudad de origen para inscribirse en un censo.
si un tiempo fuertes ya desmoronados
de la carrera de la edad cansados
por quien caduca ya su valentía.
Jautada es un aragonesismo que significa acción sosa e insípida, tontería propia de personas desustanciadas, esto es, sin cerebro ni gracia, pero que pretenden tenerla. Leemos en el blog de Carlos Urzainqui que Ramón J. Sender dice en su libro Crónica del Alba que el peor insulto que puede proferir y recibir un aragonés es que le digan, o que diga, "eres un desustanciado". Pero ya será con permiso del disfrazado con "me gusta la fruta".
Concluimos con la versión de la prueba del zapato del cuento de Cenicienta que Idígoras y Pachi publicaron el lunes en El Mundo. Pedazo de patada la que resultó.
Anexo
Cohecho, soborno, alfadía, mocho...
El cohecho implica el pago a un funcionario, pero el soborno se refiere a cualquier persona, según el ‘Diccionario’
El juez que instruye la causa abierta como consecuencia del pago por el FC Barcelona de más de siete millones de euros entre 1994 y 2018 al vicepresidente del comité de árbitros, José María Enríquez Negreira, ha determinado que este alto cargo federativo es un funcionario, pirueta legal destinada a imputar un delito de cohecho (artículo 419 del Código Penal). Este tipo delictivo sólo se aplica si está involucrado un servidor público, y prescribe a los 10 años. La otra vía posible (artículo 286 bis y siguientes, sobre corrupción entre particulares: por ejemplo, el soborno al directivo de una empresa encargado de adjudicar las subcontratas) implica la prescripción a los 5 años. El cohecho se castiga con una pena de hasta 6 años, frente a los 4 años de tope en el otro delito.
Pero así como el pago a un integrante de la Administración se denomina “cohecho” en el Código Penal (y “soborno” en segundas referencias, como sinónimo parcial del anterior), se observa que el delito de corrupción entre particulares describe los hechos punibles (entregar beneficio o ventaja no justificados a fin de obtener un favor indebido) sin que el legislador se haya servido ahí de alguno de los abundantes términos que ofrece el español para señalar estas conductas; palabras cuyo significado no se ciñe ya a la compra de la voluntad de un funcionario sino que abarcan a cualquier otro empleado, incluidos por tanto los del sector privado... y los árbitros.
Por ejemplo, la mencionada “soborno”, que señala el acto de “dar dinero o regalos a alguien para conseguir algo de forma ilícita”. O “mordida”, americanismo muy extendido ya en España desde hace años y cuyo uso se intensificó con la trama Gürtel (financiación ilegal del PP y de los bolsillos de algunos del PP). Desde el Diccionario de 1780 se había relacionado con algo “defalcado de lo que debiera ser”. Es decir, detrás de la palabra se hallaba la imagen de algo entero que sin embargo había sido mordido y por tanto mostraba una merma. La edición de 1992 incluía ya la acepción relacionada con los cohechos, circunscrita al español de América; pero sin que el femenino “mordida” se hubiera independizado del masculino “mordido”. El uso del vocablo, en efecto, se desvaneció en España y revivió al otro lado del océano, desde donde nos llegó como “Provecho o dinero obtenido de un particular por un funcionario o empleado [es decir, un funcionario pero también un trabajador cualquiera], con abuso de las atribuciones de su cargo”, según recogió en 2001 el Diccionario, que aún lo marca como americanismo.
“Mordida” convive con su sinónimo “coima”, señalado hoy como propio de América. Este segundo vocablo estaba recogido ya en la edición de 1817, entonces sin asomo delictivo y sin marca geográfica: “El derecho que se pagaba al garitero” (el que está a cargo de una casa de apuestas) “por el cuidado de prevenir lo necesario para las mesas de juego”. En nuevas ediciones se sustituyó “derecho” por “gaje” (“remuneración adicional”). Así que el mismo nombre de la comisión legal que se llevaba el garitero, o “coime”, a quien hoy llamamos “crupier”, ampararía más tarde la que se trincan los mangantes. Y ese sentido de “coima” lo recoge desde 1992 el Diccionario general: “Cohecho, gratificación, dádiva con que se soborna”.
Para el lenguaje popular quedarán otras palabras de ese mismo contenido semántico, usadas aquí o allá, y generalmente de jerga, como “moche”, “alfadía”, “untada”, “astilla”, “convoluto”, “cañonazo” o “juanillo”. Una riqueza léxica que da idea de la larga presencia de casos Negreira en nuestra historia común.
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