sábado, 26 de abril de 2025

Lenguaje de la semana 17/2025


Antimosquitos es la palabra tratada por Diego Mora Cubells en la última entrega del Martes Neológico. Un adjetivo y sustantivo cuya transparente estructura morfológica justifica que no haya ingresado en los diccionarios de español (y en casi ninguno de otras lenguas).

Tres décadas de vida da el autor a esa palabra, cuando la mera consulta de la hemeroteca de Abc proporciona ejemplos de uso muy anteriores (hay mucha vida lingüística más allá de BOBNEO). El 19/8/1965 lo encontramos con separador guion (anti-mosquitos) en una ecologista pieza firmada por Francisco López y López y pocos días después, el 26/8/1965, ya sin ese signo ortográfico. Otra referencia  que nos parece significativa es el uso comercial en un anuncio del agua de colonia olorpin fechado el 4/6/1976

En cuanto al poema Al mosquito de la trompetilla de Francisco de Quevedo, no estará de más aclarar que se trata de un entero soneto que encontrarán íntegro en el siguiente enlace.

El Trujamán La indeterminación de la traducción. Malentendidos y otros excesos es un entretenido anecdotario de Carmen G. Aragón. Nos ha traído a la memoria el comentario que una vez escuchamos a una despistada copilota en un furgonetero viaje por una autopista alemana: ¡Vaya cantidad de salidas que hay hacia  Ausfahrt! [salida en alemán]

Ana Belén Chimeno del Campo se ocupa en el Rinconte El español lleva la voz cantante de la preponderancia de nuestra lengua en el ámbito musical. Un artículo en el que nos ha llamado la atención la aplicación del recurso utilizado por Michael Ende en La Historia Interminable para dejar abiertos sucedidos de su novela: «pero esa es otra historia, y debe ser contada en otra ocasión».

Sobre La punta de la Lengua Los que solo dicen “yo también” nos limitamos a recomendar que no dejen de leer ese artículo de Álex Grijelmo que acompañamos como anexo. Les ayudará a intentar ser mejores.

Vamos con un curioso titular del diario El Mundo que no es acorde con lo explicado en la noticia pero, curiosamente, tiene pinta de poder acabar por resultar correcto. En definitiva, lo que se sabe en el momento de redactarlo es que el agua fue consumida en un restaurante, pero se desconoce dónde fue embotellada, por más que no sería raro que lo hubiera sido, con un líquido obviamente equivocado, en el propio establecimiento. Por ello podríamos estar ante un posible caso de titular erróneo (cuando menos ambiguo), por mala sintaxis, devenido verdadero.

La clase de falso protocolo, con raigambre diplomática, de Yolanda Díaz bien merece un enlace al comentario que ayer hizo Alsina sobre el asunto.

En cuanto a la polémica compra de balas para la Guardia Civil, esa sobre la que Pilar Alegría anunciaba en octubre que se había procedido a "prescindir el contrato" (videorrecordatorio), nos da pie para recordar otros despropósitos lingüísticos de tan deficientemente alfabetizada portavoz y ministra de Educación que previamente ha regalado perlas como "se producieron", "juridisprudencia" (con bis para que quedara claro que no era un lapsus) o la severísima contundencia cero. Adicionalmente, el balístico asunto propiciaba el ingreso del ministro Marlaska, de la mano de Puebla, en nuestro humorístico club de tragadores de sapos.

El ejercicio de traducción al román paladino de García Morán pone ilustración a la reseña del tricopulativo nombre dado al "Plan Industrial y Tecnológico para la Seguridad y la Defensa de España y Europa". Sigue el retruécano que hoy mismo publica Puebla.


Pasamos a recordar la viñeta de Vadot  publicada el pasado día 10 en el diario belga L'Echo ya comentada en un reciente humor de cine. Una evocación de la fatal versión (
videorrecordatorio) del juego de la gallina  (game of chicken) de la película Rebelde sin causa (Rebel Without a Cause, 1955), titulada en francés La Fureur de vivre (El furor de vivir), que nos sirve para prologar el divertimento con el significado de ese peligroso juego que el jueves proponía Morten Morland en The Times  con la ministra de Hacienda británica, Rachel Reeves, como humillada negociadora frente al secretario del Tesoro estadounidense Scott Bessent. 

Peridis parafraseó la bien conocida frase de Casto Méndez Núñez  (1824-1869), almirante en la Guerra Hispano-Sudamericana de 1865-1866, «Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra» (más detalles). Debajo recordamos la viñeta del 24/7/24 en que el presidente del gobierno dirigía la versión original a Pere Aragonès.

Llegados a la habitual sección literaria, procede apuntar que no ha faltado en la sección de Sciammarella en El País un retrato de Álvaro Pombo, el Premio Cervantes 2024 que el miércoles recibió de manos de los reyes el máximo galardón de las letras españolas. Proseguimos con la artúrica propuesta de elección papal planteada por Javi Salado.

En La semana en viñetas 17/2025 (1ª parte) ya hicimos inventario del humor sobre el Día del Libro, así que hoy vamos a limitarnos a recordar, ya para finalizar, las dos viñetas que incluyen expresas referencias literarias: Guerra y Paz de Tolstoi en la de JJ Aós y El Quijote en la magnífica pieza de Padylla. 

 




Anexo

Los que solo dicen “yo también”
Álex Grijelmo (El País, 20/4/25)

Las palabras hacen, conmueven, comprometen. Y en eso el verbo le lleva mucha distancia al adverbio, un mero frontón

Algunas palabras parecen sinónimas pero no lo son, aunque coincidan sus definiciones. Los distintos caminos que pisaron sus formas las impregnaron de olores y sabores que nos permiten diferenciarlas, intuir sus connotaciones, separar sus sonidos, escogerlas o rechazarlas: “axila” y “sobaco” significan lo mismo, pero la primera no huele y el segundo sí.

A su vez, los pronombres sirven para representar a personas, pero nunca suenan como el nombre propio correspondiente. Puedo decir “le dieron el premio a Martina”, o “le dieron el premio a ella” porque no recuerdo su nombre y Martina se halla cerca y la señalo. Y se entenderá que su persona está contenida en el pronombre. Sin embargo, Martina seguramente preferiría oír “le dieron el premio a Martina” porque esa opción la menciona.

De semejante modo, el adverbio “también” ejerce a menudo la función de abarcar por sí mismo la acción que se silencia. (“Yo voy”. “Yo también”). Pero no se percibe de la misma manera. Cambia su aroma.

Así, entre las personas que nos rodean se encuentran las que explicitan siempre los verbos y las que se limitan a responder “yo también” o “tú también”. Las primeras muestran iniciativa, empatía, comunican sentimientos comprometidos, abren el melón de los elogios o de las críticas. Las segundas responden mecánicamente cuando el camino ha sido desbrozado, se lanzan a una piscina que está colmada. No arriesgan, porque expresan sus sentimientos cuando ya quedó garantizada la reciprocidad.

Alguien dice primero: “Has trabajado muy bien en el proyecto”. Y la otra persona responde: “Tú también”. Si no se añade nada, eso significa igualmente “has trabajado muy bien en el proyecto”, pero este “tú también” no se saborea con el placer que produce la frase completa. Las respuestas “tú también” o “yo también” no posibilitan un corte limpio que permita mantenerlas para siempre como un tesoro en la memoria de quien las escuchó.

Algunas parejas se dividen entre quienes emiten afirmaciones emocionales sinceras, aventuradas a veces, y quienes solo responden con esta especie de pronombre adverbial que evita el silencio pero orilla las palabras dotadas de verdadero significado propio. “Me gustas” (“tú también”). “Te necesito” (“yo también”).

Por tanto, ese “también” sirve y a la vez no sirve como sinónimo, igual que pasa con “axila” y “sobaco”. No se mantiene en el aire y en el recuerdo con el mismo eco. Porque las palabras hacen, conmueven, nos implican, denotan. Y en esto el verbo le lleva distancia al adverbio, que aquí se reduce al papel del frontón que devuelve la bola; pero hurtándole el alma de quien la impulsó.

Por eso cuando alguien se adelanta en expresar un sentimiento o un elogio vale la pena corresponderle con todas las palabras que conformen la idea, si la sinceridad las avala y si realmente deseamos que la expresión de respuesta se equipare con lo que acabamos de escuchar:

–Has trabajado fantásticamente.

–Pues tú has estado sensacional. Eres deslumbrante.

Cambiar esta segunda línea del diálogo por un “tú también” permite apreciar la diferencia.

Tal valor de las ideas detalladas se plasma en todos los terrenos, pero más en los sentimentales. Ahí las palabras enteras son capaces de alterar el ritmo del corazón. Nunca se podrá equiparar un simple “yo también” con la emoción, el dolor, el riesgo o el compromiso en cada una de las sílabas de quien acaba de decir “te amo”.



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