martes, 10 de junio de 2014

El Rocío y la abdicación

La proximidad de los dos acontecimientos que se reseñan en el título de hoy nos ha suscitado una reflexión comparativa entre los comportamientos que provoca la multitudinaria romería onubense y los que parece que vamos a ver en la próxima votación sobre la jubilación de Juan Carlos I.

Conviene recordar que no siempre se practicó el ahora famoso “salto de la verja”en el que se ha convertido en uno de los mas mediáticos actos religiosos de este cada vez mas laico país. Todavía no había llegado la democracia cuando los almonteños empezaron a confrontar el poder de la Iglesia tomándose la libertad de “pasar” de esperar a que el sacristán abriera la cancela. La primera reacción institucional se formuló en clave de fuerza, así en 1978 se decidió duplicar la altura de la reja desde su anterior metro y medio largo. Sin embargo, en 1982 se deshizo parcialmente ese recrecimiento porque la media adoptada no solucionaba el problema mientras que incrementaba considerablemente el riesgo de accidentes. Para poner un poco de orden en el creciente caos la Hermandad Matriz optó entonces por apelar al respeto que impone su condición y en 1989 introdujo un nuevo acto consistente en trasladar su simpecado hasta la ermita marcando con su llegada el momento en que podía iniciarse la procesión de la “Blanca Paloma”. Aunque no puede decirse que con ello se haya conseguido que las cosas discurran con plena tranquilidad, no es mala muestra de cómo el respeto institucional puede resultar mas eficaz que la fuerza.

El asunto de la Jefatura del Estado vive, diríase que emulando al Rocío, una efervescencia de la emotividad con la que se está afrontando un proceso en el que demasiadas veces se olvida que la función básica de esa institución con tan reducidas atribuciones sustantivas es dotar de estabilidad a nuestro sistema político. Y no es mala referencia echar un vistazo a las dificultades que han tenido el citado sistema para consensuar aquellas otras figuras institucionales que resulta indeseable sean ocupadas de manera partidista, sirva como ejemplo el Tribunal Constitucional. Esta reflexión conduce inevitablemente a pensar si lo que algunos querrán no será símplemente dinamitar esa estabilidad por aquello del río revuelto.

Lo que no se requiere para justificar la aceptación de una fórmula que se ha mostrado eficaz a pesar de su inferioridad desde el punto de vista racional es caer en el papanatismo. Todas esas alabanzas desmesuradas a una trayectoria con muchas sombras no hacen sino eludir la gran pregunta: ¿habría aguantado el reinado juancarlista alguna metedura de pata de grueso calibre mas? Cuando la respuesta es tan incierta conviene no pasarse con los panegíricos. Aprobado bastante raspado. Que pase el siguiente opositor.

Volvemos al poblado de Almonte para recordar que la verja, o se salta, o no se salta. Lo que no se le ocurre ni al tonto del pueblo, si lo hubiere, es quedarse subido encima mientras los demás se llevan a la Virgen. Pues, increíblemente, hay un puñado de representantes de la ahora llamada ciudadanía que ante la disyuntiva entre si quieren que siga este rey o que le releve su legal sucesor, única opción que abre la ley que va a votarse, han decidido que van a quedarse subidos en la verja. Y ello con el único propósito de que se les vea.

Ya les tocará bajarse.

Salto de la verja del Rocío y preparativos para emularla


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