sábado, 14 de octubre de 2023

La lengua en la semana 41/2023

 

El Martes Neológico que Beatriz Guerrero García ha dedicado a  la palabra manspreading nos ha recordado que nunca llegamos a publicar el monográfico sobre ese anglicismo que abocetamos poco después de dar cuenta de las finalistas a palabra del año 2015 de Fundéu, una lista que incluía la poco exitosa alternativa despatarre.

Acompañábamos entonces una imagen de la campaña realizada por el metro de Nueva York a finales de los cuarenta y de una mucho más moderna para intentar corregir ese abuso, así como por una pieza de Hideya Kawakita utilizada por el metro de Tokyo en los años setenta. Buen momento para recordarlas.


También vamos a rememorar una pareja de contrapuestas ilustraciones que reseñamos hace ya bastante tiempo: la portada de Liniers en The New Yorker 8&15/2/2016 y una lámina de Julien Jacques LeClerc publicada en La Vie Parisienne en los años veinte.  Tony Husband aporta una irónica visión del womanspreading como secuela profesional.


Completamos la panorámica gráfica con algunas otras muestras de uso humorístico encabezadas por la viñeta de septiembre de 2020 del dibujante neerlandés SchotSigue la de Tjeerd Royaards de diciembre de 2022 y la de Malagón sobre la Cumbre de Davos publicada en el digital Ctxt el 17/1/23.


En el ámbito de la neología humorística contamos con la marquista aportación realizada ayer por Padylla con los "AirPuigs". Si los AirPods le parecen caros, ni se imagina lo que cuestan estos.

Ricardo Bada recopila en el Trujamán Acumular puntos en Flensburgo algunas de las muchas  expresiones que plantean retos traductorios basados en las referencias a cuestiones que resultan ajenas a quines no viven en un determinado país o entorno. Un artículo que nos ha llevado a preguntamos cuantos ovetenses reconocen todavia las referencias a la locura sustentadas en la apelación a La Cadellada, denominación de la ubicación, ahora ocupada por el moderno HUCA, del hospital psiquátrico clausurado en 2005 que llegó a tener mil camas. "¡Estás pa La Cadellada!" se escuchaba con frecuencia por aquí hasta no hace mucho.

Como viene siendo habitual, reproducimos como anexo el texto completo de Azafatos, auxiliares o tripulantes en que Álex Grijelmo recuerda el origen de la tradiconal denominación dada en España a las tripulantes de cabina de los aviones, palabra cuya masculinización no ha terminado de asentarse. Conjeturamos si el paso del femenino al masculino mças exitoso no haya sido modisto, por más que haya acabado desplazado por diseñador de moda.

J. Morgan (Canarias 7) se convertía el martes, con una abigarrada pieza que no deja nada claro de qué va, en el 16º dibujante presente en Las líneas rojas en el humor gráfico español de 2023Miki y Duarte tambián hacen hoy uso del concepto con una amarradera versión.

El que no vemos demasiado acertado es el recurso que ayer hacía a Malagón en 20 minutos a la popular cita evangélica“Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, que un rico entre en el Reino de los cielos” (Mateo 19, 24). Y es que no parece difícil que en el caso de la metáfora planteada el paso, engrasado con todo tipo de subterfugios, acabe por producirse.

La aplicación que hoy hace Max del «Si sale con barbas, san Antón; y, si no, la Purísima Concepción» habitualmente atribuido al legendario pintor Orbaneja, que es una paradigmática referencia a falta de cualidades para el arte, nos ha recordado un Trujamán en el que Itziar Hernández Rodilla defiende el origen escénico de ese dicho.

El tristemente famoso "¡Que te vote Txapote!" sustenta el sujétame el cubata que se marcó Vergara el miércoles con el reto de convertir al PP en protagonista de una viñeta sobre la barbarie de Hamás. Ayer tanto Gallego y Rey (El Mundo) como Pablo García (La Nueva España) y el propio dibujante navarro de eldiario.es daban cuenta del uso de esa imprecación en el recibimiento dado a Sánchez por los más exaltados en el desfile del Día de la Hispanidad. Peridis se suma hoy con un extemporánea puesta en boca de Feijóo. Que no se diga que no arrima el hombro. Quíntuple añadido para el recopilatorio 'Txapoteos' humorísticos y uno también para Juegos con globos de texto.

Rob Murray pone el apartado musical de hoy con unas adaptaciones de títulos de famosas canciones de los Beatles a destacadas figuras del laborismo: Rachel Reeves, Angela Rayner, Keir Starmer y Ed Miliband.

Escasísima materia tenemos hoy para nuestra habitual sección final de humor literario. Tan solo una intempestiva referencia a Cervantes y su genial Quijote incluida por Manel Fontdevila en la tira que publicó el domingo pasado en eldiario.es. Así de singular es la dieta humorística ofertada a la clientela de tan sectario digital. 

Concluimos con la irónica visión de Tom Gauld en The Guardian sobre la verdad de lo que estaría pasando en las bibliotecas.




Anexo

Azafatos, auxiliares o tripulantes

por Álex Grijelmo

El diccionario de 1726 ya incluía “azafata” para designar a la camarera de la reina que usaba un azafate

César Gómez Lucía (1893-1984), expiloto del Ejército, autor de tres libros sobre aviación y de uno con versos humorísticos, dirigió la compañía Líneas Aéreas Postales Españolas en los años treinta del siglo pasado. Y tras la Guerra Civil, gestionó Iberia, sucesora de la anterior. En esta etapa hubo de enfrentarse a la decisión de dar nombre al oficio de atender a los pasajeros en vuelo, con motivo del trayecto inaugural trasatlántico Madrid-Buenos Aires el 22 de septiembre de 1946. La palabra “camarera” no le valía, porque él buscaba algo más elitista.

Si eso hubiera ocurrido ahora, la persona responsable del asunto se habría sentido feliz de copiar alguno de los términos utilizados en inglés (stewardess, air-hostess sky-girls: camareras, aeroanfitrionas o chicas del cielo). Pero entonces ni el anglocentrismo ni el complejo de inferioridad dominaban las mentes privilegiadas españolas, y desde abril de 1936 Gómez Lucía se afanó en buscarle una denominación en castellano al oficio, ya existente en compañías extranjeras. Consultó a la Academia, que le aportó el término “provisora”, nombre que se daba a la monja encargada del suministro de comidas en un convento. También barajó “aeroviaria”, “aeromoza” (que se usaría más tarde en Hispanoamérica) y “mayordoma” (a partir del equivalente masculino de steward en inglés). Finalmente eligió “azafata”, palabra que había hallado en las memorias de un general carlista, según contó él mismo en Ayer y hoy del tráfico aéreo español (editorial Afrodisio Aguado, 1967, página 101).

Ese vocablo, “azafata”, figuraba ya en el primer diccionario académico (1726) para designar a la camarera que asistía a la reina mediante un azafate (canastillo o bandeja), voz de origen árabe que también da safata en catalán (bandeja). Y como las camareras del aire usaban igualmente ese objeto, tal trasposición tenía sentido. El académico Pedro Álvarez de Miranda lo ha llamado “reciclaje léxico” (Reciclajes y resurrecciones léxicas, 1Centro Virtual Cervantes, 16 de junio de 2014). Fernando Lázaro Carreter comentó igualmente esta palabra en el artículo Cónyuges y oficios nuevos, publicado el 24 de mayo de 1992 en Abc [1]Pero no citaba a Gómez Lucía, y el hijo de éste, Francisco Gómez Caffarena, salió al paso del olvido con una carta al director de ese diario, el 9 de junio de 1992. [2]

Aquella profesión, que adquirió enorme prestigio y estaba muy bien retribuida, la desempeñaban principalmente mujeres de capas sociales altas: debían saber idiomas y tener conocimientos de enfermería. Las primeras azafatas españolas fueron Marichín Ruiz de Gámiz, Pilar Mascias, María José Ugarte y Anita Marsans. Pero también hubo hombres, como Fernando Castillo, antes camarero del Ritz.

¿Y cómo se les llamaba a ellos? No consta. Seguramente, camareros o auxiliares. El masculino “azafato” es muy reciente, no entró en el Diccionario hasta 2014 y no ha terminado de asentarse. Quizás por eso han surgido dos alternativas que no necesitan flexión de género y que se van imponiendo en el lenguaje oficial: el ya citado “auxiliar de vuelo” y “tripulante de cabina de pasajeros” (TCP). La preparación de estos profesionales en seguridad y en atención sanitaria y psicológica ha relegado la imagen de la bandeja, aunque la sigan usando.

El avance de esas dos opciones hace retroceder al término “azafata”, pese a su arraigo en la aviación y aunque ya cuente con su flexión en “azafato”, digna de celebrar. Qué fatalidad: por una vez, ese paso se había dado del femenino al masculino y no al revés.


 [1] Enlace al artículo original en que Lázaro Carreter propone la masculinización como azafate. Abc haría posteriormente una prueba de uso. 




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