Por muchas explicaciones que quieran darse al retraso del vuelo de Estrasburgo promovido desde Podemos, lo ocurrido pone de manifiesto que eso que se ha dado en llamar pertenecer a la casta es una categoría a la que no uno no se adscribe voluntariamente. Es la orteguiana circunstancia de cada cual, ser eurodiputado, por ejemplo, la que se encarga de hacerlo sin preocuparse de consultar al interesado. Ser eres, dice el cómico. Y es de lo mas filosófico que se encuentra en estos tiempos en la tele.
Pero lo que nos ha llamado particularmente la atención es como
este incidente (bien contado aquí) ha eclipsado el muy lamentable hecho de que en las últimas votaciones de la tarde
del pasado jueves (concluidas antes de las cinco, no vayan a creer que se pedía
un aguante numantino), tan solo participaron 90 de los 751 miembros de la
Eurocámara, o sea, el 12%. Y de lo que nos cuesta esta broma ya les hemos hablado aquí (hacia el final del apunte).
En cuanto a los parlamentarios españoles, que es a los que
nos toca pedir cuentas, solo lo hicieron 10 de los 54, resultando especialmente
llamativo que entre ellos no figurara ninguno de los electos en las listas del
PP. Parece mas apropiado el calificativo de golfos que el de vagos. Da la
impresión de ese partido ha consumido su presunto impulso regenerador en el
nuevo logotipo. Un diseño que, por cierto, ha sido bastante mal recibido por
los especialistas (enlaces: 1 y 2). Quienes no lo somos símplemente constatamos que tiene
narices que se les ocurra recurrir a un círculo justo cuando es el simbolismo elegido por Podemos.
En todo caso, no dirán que no es un gesto lampedusiano a tope.
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