sábado, 15 de febrero de 2025

Lenguaje de la semana 7/2025

 

Del Martes Neológico de esta semana nos intriga cuánto pueda llevar escrito el artículo de Ana Rosa Terroba Reinares sobre un sintagma de tan escasa actualidad como es la distancia social. Y una vez que la autora menciona la inclusión de burbuja social en el DLE como argumento para que se haga lo propio con su patrocinado, nos parece oportuno recordar que la citada burbuja ingresó en el Diccionario en la actualización del año 2021, así que vamos a permitirnos reclamar al Centro Virtual Cervantes un poco más de atención a la actualidad.

Así lo hace habitualmente Álex Grijelmo, que esta semana publicó Órdenes ejecutivas, pues claro. Una oportuna crítica de la deficiente traducción que se ha instalado en nuestro lenguaje de los decretos que en tan cuantioso número está firmando / bombardeando [1] Donald Trump. Como de costumbre, en el anexo encontrarán íntegra esa edición de La punta de la lengua.

Francisco Ríos trata hoy en La Voz de Galicia sobre El creciente uso del et, ampersán si prefieren (la denominación inglesa ampersand procede de la contracción de "And per se, and"; más detalles), cuyo único uso admitido en español por la Real Academia es en los nombres comerciales.

Alberto Olmos se ocupa en ¿”Masculinidad frágil” es el nuevo “nenaza”?, aunque sin afanes demasiado lingüísticos, de un sintagma que se ha popularizado bastante.

La mención que hace de último tuit-bulo del ministro de Fomento nos invita a enlazar el análisis de la difusión de esa manipulación realizado por Mariluz Congosto y a preguntarnos con ella ¿Con qué autoridad va a hablar el gobierno de lucha contra la desinformación cuando Óscar Puente se ha limitado a borrar la mentira sin ofrecer una mínima clarificación y disculpa?

Enlazamos sin más comentario el cinematográfico Rinconte de esta semana, Perlas olvidadas del cine español (37). Manos sucias (José Antonio de la Loma, 1956), y también vamos a recomendarles la lectura de ¡Gracias, P. G. Wodehouse! publicado por Daniel Gascón en El País del jueves.

De lo aparecido en Fundéu vamos a destacar las claves de redacción para el vigésimo cumpleaños de YouTube. Las acompañamos con un recodatorio del significado del nombre de ese servicio. Tube, tubo, es una referencia al tubo de rayos catódicos de los antiguos televisores que, por metonimia, pasó a denominar en inglés a los enteros receptores. Y la facilidad que tiene ese idioma para convertir sustantivos en verbos propicia que Youtube venga a significar "tú televisas".  

En relación con el lenguaje de nuestros políticos, resulta difícil creer que Yolanda Díaz desconozca el significado de "anuencia", como parece desprenderse de sus declaraciones en la polémica rueda de prensa posterior al pasado Consejo de ministros (enlace al adjunto tuit con vídeo). Por tanto, lo preocupante más bien resulta que una vicepresidenta del gobierno de España se líe al formular enunciados tan sencillos. 

Puebla ilustra la desafortunada contribución a la neología pseudohumorística del diputado murciano de Podemos Víctor Egío que acuñó el paronímico "tiro al fachón" (vídeo). Pues, muy faltón este monologuista frustrado.

Proseguimos con el dúo Caín, que el martes puso en boca de Pedro Sánchez, ventajistamente representado de espaldas como habitualmente hacen, una anfibología que resuelven con una reptiliana apostilla. 

Santy Gutiérrez aporta el popular trabalenguas gallego "Se vou a Bueu nun bou, vou. Se non vou a Bueu nun bou, non vou" (Si voy a Bueu en una barca, voy. Si no voy a Bueu en una barca, no voy) que desconocemos si viene de antiguo o fue creado por Andrés do Barro para su canción Vou A Bueu (1970; versión subtitulada). Sigue una pieza de lenguaje dibujado de Césara Oroz: dejar/quedarse colgado de la brocha (que el DLE etiqueta como locución propia de Cuba y México; quizá convenga una actualización). Debajo recordamos una viñeta del brasileño  Amorim publicada en junio de 2023 en Le Monde. 


En el apartado de frases célebres, Idígoras y Pachi dieron el martes un algorítmico giro a la más citada de Ortega y Gasset, mientras que, al día siguiente, Peridis incluía una nueva paráfrasis del muy manipulado "el que pueda hacer que haga" de JMª Aznar (véase Lenguaje de la semana 52/2024).
 

El cuento de Los tres cerditos inpiró el humor inmobiliario de la tira de Miki y Duarte del lunes y la del día siguiente de Sansón coincidentemente suscitadas por unas palabras pronunciadas por Feijóo en una visita a una fábrica de casas de madera. ¡Ay, el contexto!

Michel Ramirez apoyó en la carrolliana mención de la canción infantil protagonizada por Humpty Dumpty su referencia de anteayer a la crisis de abastecimiento de huevos que sufre Estados Unidos a causa de los brotes de gripe aviar. Sigue una nueva comparecencia de Albares representado a imagen de la Reina de Corazones en el humor de Puebla (el debut se produjo en la viñeta del pasado día 2). Concluimos con la versión de Adene [Anne Derenne] del famoso dibújame un cordero de El Principito adaptada a la cumbre sobre inteligencia artificial recientemente celebrada en París. Añadida ha quedado al recopilatorio El Principito (3ª parte).




PS - Max propone en El País una mitológica partida de petanca que nos ha traído a la memoria la cabeza de Medusa de la viñeta de Ann Telnaes del lunes, mientras que Tom Gauld publica hoy una libresca disputa en The Guardian.



[1] Martin Rowson y JL Martín coincidieron en la metáfora del bombardeo


Anexo

Órdenes ejecutivas, pues claro
Álex Grijelmo (El País 12/2/25)

Nadie piensa que esas órdenes de Donald Trump se han dictado para que no se ejecuten, salvo que un milagro nos salve de ellas

Donald Trump se hinchó a firmar papeles nada más tomar posesión. El rango legal en inglés de sus disposiciones se denomina executive orders, lo cual hizo que cientos de periodistas se apresuraran a traducirlas como “órdenes ejecutivas” sin mayor reflexión. Y así se ha publicado repetidas veces durante días y días. De acuerdo, el nuevo presidente de Estados Unidos va muy deprisa y hace falta escribir a toda velocidad sobre cada asunto en el que se empecina, pero estuvimos más de dos semanas leyendo eso de las órdenes ejecutivas, primero con los anuncios y luego con las consecuencias. Y también con el goteo posterior, como la “orden ejecutiva” destinada a sancionar al personal del Tribunal de La Haya que hubiese participado en causas contra Estados Unidos. Y digo yo que en algún momento podía pararse alguien a pensar qué se está diciendo con esa expresión.

En español todas las órdenes son ejecutivas. Si me permiten la broma, son ejecutivas incluso las órdenes religiosas, que suelen mandar mucho. Por ejemplo, los sacerdotes primero son ordenados y luego ya podrán ordenar.

El orden está pensado para eso, para que se siga y se reproduzca; sobre todo si se trata del orden establecido. El orden incumplido ya no es un orden, sino un batiburrillo.

Chanzas aparte, entre las muchas acepciones de la palabra “orden” la que aquí nos concierne más específicamente, por tratarse sin duda del tipo de órdenes que firmó Donald Trump, queda definida de este modo en el Diccionario académico: “Mandato que se debe obedecer, observar y ejecutar”.

Y en efecto, cuando alguien dice “esto es una orden” está mandando que se haga algo; o sea, que se ejecute su voluntad así en la empresa como en el clero. Por tanto, todas las órdenes son ejecutivas, pues llevan dentro de sí la intención de ejecutarse, al margen de que luego se ejecuten o no.

En el caso de Trump, seguramente nadie piensa que las haya dictado para que no se cumplan. Así que serán ejecutivas en cualquier caso, salvo que un milagro nos salve de ellas.

En español se puede hablar de esas órdenes como “decretos”, pues en su definición encaja bien el acto acometido —y en cierta forma cometido— por Trump: “Decisión de un gobernante o de una autoridad, o de un tribunal o juez, sobre la materia o negocio en que tenga competencia”.

Pero si, por razones de rango jurídico, se desea esquivar ese término, podemos hablar de “órdenes administrativas”, diferentes de las órdenes judiciales pues se basan en las competencias de la Administración. (Entendiendo que en el sistema legal estadounidense no equivalen a las “órdenes ministeriales” de España, que son de menor rango). En definitiva, estamos ante instrucciones formales que el presidente dicta para que los organismos administrativos se pongan en marcha y cumplan con ellas.

La locución inglesa executive orders se refiere por tanto a que forman parte del ámbito de aplicación del poder ejecutivo, encabezado por el presidente del país. Pero al usar en español el calco “órdenes ejecutivas” se está señalando que hay órdenes que no lo son.

Ya tenemos suficiente con soportar a Donald Trump como para que encima se le traduzca mal.



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