No
nos engañemos, en un país con las competencias de educación transferidas a las
Comunidades Autónomas, el ministro de Educación no es un señor tan atareado. Aún
gestiona algunas cositas, ¿se acuerdan del lío de los Erasmus?, y tiene, además, una
importante función de cordinación nacional, que no parece ser capaz de atender
con eficacia. Aunque cierto es que los coordinados no se dejan. En todo caso, es indudable que ese
puesto no es lo que era.
No es
que pretendamos que el sr. ministo, conteste personalmente la correspondencia que recibe. Es justo y necesario que
tenga un gabinete. Pero hace años era costumbre que quienes gestionaban
presupuestos muy superiores por la ausencia de las transferencias, se molestaran,
al menos, en firmar personalmente la producción de ese grupo de estrechos
colaboradores que suele llamarse gabinete. Así, de paso, de vez en cuando leían lo que
se decía en su nombre.
No tomarse esa molestia es, aparte de un acto de inaceptable desidia, un
muestra de manifiesta mala educación. Véase, a título de ejemplo, la misiva
recibida, no por un particular interesado por cualquier menudencia, sino por todo
un representante de un importante colectivo profesional que se había dirigido al
ministro en busca de una solución para un gravísimo problema de homologación de
títulos. Un asunto que está afectando gravemente la actividad laboral en el extranjero de sus
representados. Si le interesa profundizar en este asunto se lo explica bien Alberto Artero (alias S. McCoy) en un post con el expresivo
título “Los ingenieros de caminos españoles, 'apestados' en América” recientemente
colgado en su blog de “El Confidencial”. No se pierdan la descripción de la cainita arremetida de una Marca España contra otra Marca España.
Con todo, lo más sorprendente, aparte de los 17 días invertido en confeccionar tan vacua contestación, es que en la respuesta recibida
por ese preocupado Presidente de un Colegio Profesional no se fije una
fecha para atender una petición que, insistimos, no es la de un particular con
el sempiterno ¿qué hay de lo mío? Y es que, encima, se fija en “unos meses” el plazo, no
ya de la entrevista, sino del futuro “contacto” en el que se comunicará la fecha de la misma.
¿Qué clase de Administración es esta? Pues la de la desvergüenza a la que hacemos referencia en el título.
Lo que en cualquier institución cuyo responsable tenga
un mínimo de respeto por sus administrados, no digamos ya en una empresa sin
demasiadas ISOs, se traduciría en una reconvención en toda regla, se transmutó, en este caso, en el nombramiento de quien tan inaceptables respuestas da como Director General de Política Universitaria.
Así es que desde el 27/9/2012 Don Jorge
Sainz González ocupa el citado puesto aunque, curiosamente, en la reseña biográfica que está colgada en la web del Ministerio se falta a la verdad (qué lindo
eufemismo) al decir que en el momento de su nombramiento era Subdirector General de Investigación de la
Consejería de Educación y Empleo de la Comunidad de Madrid cuando es
manifiesto que no era así (véase la reseña de su nombramiento como Director de ese Gabinete tras cesar en la Comunidad de Madrid).
No está muy claro cual pueda ser el motivo de esa omisión. Quizá se haya querido dificultar la constatación de la forma en que se utilizan algunos cargos como simples puentes durante el tránsito
de los acólitos entre más apetitosas poltronas. Las que manejan presupuestos,
vamos. Hasta podría ser mera desidia, una manifestación más de la que impregna
la actuación de la cúpula de la Administración Pública Marianista. Hace ya
muchos años que se acuñó la expresión estar en Babia para hacer referecia a que las
actividades cinegéticas desarrolladas en esa comarca mantenían a los
primeros reyes de la monarquía hispana ajenos a los asuntos de Gobierno. Nuestro
Mariano, puro siglo XXI, anda por lo pronto, y como tantas veces, huyendo de los periodistas. Esta vez por Washington.
Fieles al espíritu de Vetustideces vamos a dar una pincelada local a esta
croniquilla sobre los desvaríos de la administración, aportando otro ejemplo (recuerden este antecedente) de
los disparatados nombres de algunos cargos. Así es que el Principado de Asturias
tiene una “Dirección General de Formación profesional, Desarrollo Curricular e Innovación Educativa” que en estos momentos desempeña Dª Sara Álvarez Morán. ¿Puede
esperarse una actuación racional de quien no es capaz de aplicarla al título de
su propio cargo? El prometido ridículo.
Adicionalmente, constatamos que los desvaríos de las denominaciones no son solo un problema de tan innecesarias
como absurdas perífrasis sino, también, de pura ignorancia. En este enlace puede verse véase como el organigrama de nuestra local Consejería de Educación, ¿para qué añadir Cultura y Deportes como bien se encarga de omitir el lenguaje
coloquial?, cataloga unos "órganos desconcentrados". Quien sabe de qué cabecina surgiría la idea de utilizar un adjetivo que el Drae nos dice que es característico de Honduras y, desde luego, permanece absolutamente
ajeno a nuestros usos lingüísticos (como no sea para referirse al estado de muchos
de los cerebros que pretenden regirnos).
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