Más delicado es hacer humor sobre los rehenes que permanecen en poder de Hamás. Schvartz publicó en Charlie Hebdo su teoría de por qué no ha sido liberado todavía ningún francés: Son demasiado divertidos, ¡los retenemos! ¿Y sabéis el del nazi sin prepucio?En representación del humor nacional del viernes sobre la COP 28 de Dubai nos hemos traído las viñetas de Miki y Duarte y Pablo García. La mascota Barrilito propuesta por el dibujante de La Nueva España nos invita a encadenar la innominada propuesta por Bendak para la Exposición Universal 2030 que acaba de ser adjudicada a Arabia Saudí.
En representación del humor foráneo sobre la COP 28 nos hemos traído el recordatorio de Vadot de dos de los grandes ausentes (Los fósiles no son bienvenidos) más las viñetas de Patrick Chapatte y David Parkins como muestra del argumento dominabte en el humor, que es la contradicción con el motor económico del país anfitrión. Completa este bloque la ligazón de la Conferencia de Dubai con la muerte de Kissinger establecida por el irlandés Martyn Turner. Tom Lehrer (1928), el autor de la frase «La sátira política se volvió obsoleta cuando a Henry Kissinger le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz», fue una destacada figura de la canción de protesta estadounidense en los años 50 y 60.
Proseguimos la reseña del humor de ayer con la ironía de JM Esteban sobre ese libro que Sánchez tiene la desvergüenza de firmar en solitario. Siguen un pasatiempo diplomático de JM Nieto y la viñeta de Peridis sobre el pronunciamiento del CGPJ sobre el fiscal general Ortiz y la sentencia del TS sobre Magdalena Valerio que ha puesto de manifiesto que no parecen pocos los miembros de esta clase política tan pollina que creen que el parlamento no está sujeto a la ley (un diputado ejemplo). Un asunto que, adicionalmente, ha suscitado la alucinante escena de un ministro de Justicia cuestionando que una organización privada pueda solicitar la acción de la justicia ante un desafuero. Lo que se dice pasarse la Constitución por el forro (a ver si va a haber que explicarle a un letrado del Banco de España, aunque sea de laboral, la garantía establecida en el art. 9.3 sobre la "interdicción de la arbitrariedad de los poderes públicos"). Lo de empecinarse en la mentira sobre su entrevista con Reynders después de haber sido desautourizado ya es mera propina sobre la catadura del personaje. Completa el bloque el calendario de adviento, cortesía del CGPJ, cuya entrega al presidente del gobierno desvelaba Sansón en periodística exclusiva y una final desintoxicación de tanto humor político con una observación de JL Martín que cabe extender a numerosas ciudades.
Manel Fontdevila incluye hoy en el batiburrillo de Hamás y Eta de su tira de eldiario.es un recordatorio de una polémica portada de Ariel Sharon obra de Vizcarra publicada en El Jueves del 17/4/2002. Asimismo adjuntamos la foto de Simón Peres que el entonces director de la revista sostiene que dio la vuelta al mundo. Otra porcina caricatura, esta de Santi Orue apta para la colección del apunte Despieces animales en el humor gráfico, encontramos en el humor de hoy mismo. Napi y JL Martín suman hoy otras visiones sobre ese verificador que se ha desvelado que es el diplomático salvadoreño Francisco Galindo. Completa el bloque la magnífica columna de Daniel Gascón en El Periódico de Aragón de hoy [leer en Letras Libres].Ello no obstante, la distinción resurgió en el siglo XX, en un contexto nuevamente escolástico. En la Escuela (de Frankfurt) se enseñaba a discernir entre dos clases de marxistas: unos, los que Perry Anderson llamaría “orientales” —dirigentes políticos como Stalin, Castro, Ho Chi Minh o Mao, muy voluntariosos pero escasos de teoría—, fueron calificados como “marxistas vulgares”; los otros (los marxistas “occidentales”), en una saga de brillantes pensadores que comienza con Benjamin, Adorno y Horkheimer, pasa por Althusser y llega hasta nuestros días con intelectuales como Moishe Postone o Michael Heinrich, se caracterizan por una sólida formación académica y un refinadísimo equipaje cultural que les permite una comprensión más sofisticada de El Capital. Estos últimos acusan a los primeros de ser los responsables de haber reducido la doctrina de Marx a una serie de dogmas fácilmente digeribles por las masas iletradas y convertibles en consignas revolucionarias, que habrían desembocado en las atrocidades de los bárbaros estados comunistas soviéticos y similares, algo que se habría evitado de haberse llevado a la práctica la teoría marxista auténtica; los “vulgares”, por su parte, se defienden reprochando a sus refinados colegas su incapacidad para engendrar una praxis revolucionaria y, si quienes hundieron sus botas en el barro de la historia, como Lukács, hubieran tenido a mano el término, habrían etiquetado a los escolarcas como “marxistas pijos”.
Sin embargo, como siempre que se distingue entre lo vulgar y lo auténtico, es una pérdida de tiempo intentar buscar tras esas diferenciaciones importantes cuestiones de contenido: nadie ha logrado hasta hoy determinar cuál es la lectura vulgar y cuál la recta y completa de El Capital, a pesar de los numerosísimos seminarios emprendidos durante el siglo XX y de las versiones en comic, y ello no por la insondable complejidad y longitud del texto, que ni siquiera Althusser fue capaz de terminar, sino porque los vulgares, por definición, son siempre los demás. Cuando son los hombres de armas quienes hacen estas distinciones entre lo auténtico y lo vulgar, asumen un coste. Así, por ejemplo, cuando Manuel Hedilla se puso al frente de la “Falange auténtica”, Franco, que era un falangista vulgar, lo encarceló; o cuando Trotski, alma del Ejército Rojo, se convirtió en un marxista tan pijo que incluso se entrevistaba con André Breton, Stalin (que era un comunista vulgar) lo mandó matar. Pero cuando se trata de intelectuales con nula o escasa militancia, estos distingos parecen no tener para ellos más coste que, como mucho, el del ridículo.
Con todo, es digno de nota que, en la propia Escuela de Frankfurt, la distinción de marras se amplió más allá de la escolástica marxista, alcanzando algunos éxitos que aún hoy continúan celebrándose. Al haber profetizado los doctos que el fascismo no era un movimiento regresivo ni arcaizante sino, por el contrario, la forma avanzada y pura del capitalismo, que en el siglo XX habría mostrado su verdadero y brutal rostro, y al haber sido Alemania e Italia derrotadas en la segunda guerra mundial, se vieron obligados a distinguir entre un “fascismo vulgar” (el de Hitler, persona totalmente carente de finesse, que fue derrotado) y el fascismo pijo y auténtico, que sería el de Roosevelt, el New Deal y la cultura de consumo de masas, cuya brutalidad es peor por su sutileza, y que salió victorioso. El argumento es tan inverosímil que, para otorgarle alguna consistencia, ya no bastaba el recurso a la manipulación ideológica de las masas incultas utilizado por los marxistas vulgares, pues ahora era obvio que aquellas masas deseaban esa sociedad del bienestar en la que sólo los doctos adivinaban la esencia más pura del totalitarismo. Así que los marxistas redimidos tuvieron que experimentar en sus propias carnes la humillación que habían infligido a sus camaradas “vulgares” cuando aparecieron, en 1968, otros teóricos revolucionarios incomparablemente más pijos que ellos, puesto que a los nombres de Marx y Lenin añadían los de Nietzsche, Freud, Lacan y Antonin Artaud, únicos capaces de detectar los mecanismos mediante los cuales el microfascismo obliga al deseo a desear su propia represión. Por supuesto, también esta elegantísima doctrina ha tenido que ser vulgarizada para llegar a las masas, convirtiéndose en el catecismo woke. Lo cual no ha impedido que de ella naciese una nueva forma de comunismo, un “comunismo pijo” (que en España ha llegado al Gobierno), contrapuesto al basto y vulgar estalinismo.
Pero la aportación específicamente española a esta escolástica ha sido la distinción entre el “franquismo vulgar” (el de Franco, hombre poco refinado) y el “franquismo pijo” o “auténtico”, representado por los protagonistas y defensores de la transición española que, según este original relato, no habría sido más que la consolidación y culminación de la dictadura. La patente del relato corresponde, además de al sector auténtico del PCE, a los nacionalismos vasco y catalán, cuya “memoria democrática” considera sus regiones como víctimas de una represión continuada desde la guerra civil, que para ellos no ha terminado. Aunque inverosímil, esta leyenda podría pasar por pintoresca, como algunas tradiciones locales, si no fuera porque, tras haber perdido el PSOE parte de su equilibrio constitucional en 2018 al coaligarse con el populismo y apoyarse parlamentariamente en el secesionismo, el resultado de las elecciones generales de 2023 le ha llevado a acordar con los narradores de esa fábula “el fin de la represión” contra las acciones punibles del independentismo y, por tanto, a tener por “represión” franquista las acciones del Tribunal Constitucional y del Tribunal Supremo en defensa de la Constitución y, en definitiva, a convertir en mera apariencia la democracia española desde 1978 hasta nuestros días, abriéndose la puerta a algún tipo de amnistía (ese mecanismo que, según decía Carl Schmitt, se utiliza para poner fin a una guerra civil) para todas las víctimas del franquismo pijo, cuya legión aumenta a marchas forzadas. ¿Es posible que el relato inverosímil se haya convertido en la historia oficial del país para la mitad docta de los españoles?
En cualquier caso, a la otra mitad le parece increíble el experimento que se está llevando a cabo, y lo contempla perpleja como una broma pesada. Va a hacer falta abrir nuevos seminarios y distribuir muchas estampitas para educar a esta plebe ignorante en la doctrina auténtica.














































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