El Martes Neológico trató esta semana sobre el carakini, o también caraquini, asimismo denominado facekini o face-kini. Una combinación de máscara facial y capucha nacida en China para proteger la cara y la cabeza, principalmente de los efectos dañinos de la radiación ultravioleta. No vemos un uso suficiente para que opte a ingresar en los Diccionarios de español, máxime cuando el más utilizado burkini / burquini todavía no está en el DLE.
El texto de Zeyu Fan nos ha inspirado una interesante recomendación de lectura: el Rinconete Falsas segmentaciones (2): monokini (o monoquini) y trikini (o triquini) de David Prieto García-Seco.
Álex Grijelmo publicó La punta de la lengua En el medio plazo, complejos iguales. Un artículo cuyo más bien críptico título hace referencia a los complejos de algunos influenciadores idiomáticos que propician la difusión de traducciones literales de expresiones extranjeras que expulsan, cual lingüística ley de Gresham, a las equivalentes que ya tiene nuestro idioma. En el Anexo 1 lo encontrarán íntegro. Y en el Anexo 2 pueden leer El regreso de Calibán del director de la Real Academia Española Santiago Muñoz Machado, también publicado en El País del miércoles.
Pese a los dos horripilantes "a nivel de" que utiliza en el párrafo conclusivo, enlazamos el artículo Los sesgos de traducción de las IA automáticas de Loreto Corredoira en El Confidencial porque trata un asunto que nos parece de muy actual interés.
Pero si de horrores se trata, qué decir de la redacción de la nota rectificativa emitida ayer por la exministra Reyes Maroto. Como bien dice el tuit que enlazamos, por debajo de lo exigible para certificar haber superado con aprovechamiento la educación básica. Y la sintaxis de algunos titulares de Antena 3 tampoco da para acreditar una licenciatura.
Francisco Ríos publica hoy en La Voz de Galicia Alternativas a «phubbing», el acrónimo formado en inglés a partir de phone ‘teléfono’, y snubbing ‘ninguneo, desaire, desprecio’ que da nombre a la adicción al móvil que lleva a quien la padece a ignorar a las personas y cosas que lo rodean. Interesante alternativa resulta ningufoneo.
Pasamos al lenguaje del humor con dos contribuciones neológicas, el neputismo de García Morán y los colocaudillos de JM Nieto.
Proseguimos con el ejercicio de retroacronimia de la viñeta de Idígoras del miércoles que encadenamos con las conexiones verbales que hoy proponen Javi Salado y Santy Gutiérrez.Notable resulta la serie de elefantes en la habitación que hemos coleccionado esta semana en dibujos de Padylla, Tomás Serrano, sobresaliente su versión, y Puebla.
Xaquín Marín desmontó el martes en La Voz de Galicia el hiperbólico sentido de comulgar con ruedas de molino (enlace a nuestra colección de viñetas) al plantear un fraccionamiento en porciones y Padylla se apoyó en unas líneas rojas que desde el pasado mes de noviembre no veíamos en una viñeta (enlace a la colección que recopilamos en 2024). Sigue la futbolística versión de Marselle de la popular expresión Unos llevan la fama y otros cardan la lana.La viñeta de Puebla en La Verdad del domingo aporta a nuestra colección de viñetas el primer Argos Panoptes (que todo lo ve), un gigante con cien ojos que custodiaba a Ío, una amante de Zeus que fue transformada en vaca.
Metidos en mitología, suplimos la escasez de otras fuentes de inspiración literaria con un recordatorio de la presencia del mito de Europa en un ramillete de viñetas que ya hemos comentado en un apunte precedente. Dibujos de Chris Riddell, Klaus Stuttmann, Alberto Calvo y García Morán.
Anexo 1
Se puede conjeturar con la principal vía de entrada de estos anglicismos: periodistas, políticos y escritores no relevantes
Los idiomas eligen maneras distintas de decir cada uno lo mismo. Expresiones equivalentes entre sí se formulan con palabras cuyos significados diferirían si las interpretáramos de una en una y no fuéramos capaces de ver su sentido de conjunto.
El refrán galo À qui se lève matin Dieu prête la main (con la rima sonora matán y man) se llevaría al español literalmente como “a quien se levanta de mañana Dios le presta la mano”; o, con mejor rima y ritmo, “a quien se levanta temprano Dios le echa una mano”; pero alcanzaría su correspondencia de sentido en “a quien madruga Dios le ayuda”. A su vez, ambos refranes se avienen con el dicho inglés The early bird catches the worm (“el pájaro madrugador atrapa el gusano”). Y el refrán de los catalanes No diguis blat fins que no sigui al sac i ben lligat (“no digas trigo hasta que esté en el saco y bien atado”) equivaldría a “no vendas la piel del oso antes de cazarlo”.
Sin embargo, en el lenguaje público aparecen con cierta frecuencia fórmulas traducidas del inglés palabra por palabra, en detrimento de las equivalencias habituales en la lengua de destino. Por ejemplo, el fast track aeroportuario traducido como “paso rápido”, en vez de “atajo”; o low cost como “de bajo coste” en lugar de “barato”.
Esto se parece al caso de las cada vez más frecuentes locuciones “en el medio plazo”, “en el largo plazo” y “en el corto plazo”, usadas a menudo por la vicepresidenta Yolanda Díaz y otros políticos, por banqueros y periodistas, así como en los preámbulos de las leyes. Hallamos ahí una traslación literal de in the medium term, in the long term o in the short term. O sea, lo que en español se dice con las expresiones “a medio plazo”, “a largo plazo” y “a corto plazo”.
¿Por qué eligen “en el medio plazo” y no “a medio plazo”? Quizás porque se lo han oído a personas que creen de prestigio y que lo han calcado del inglés. O porque lo han tomado directamente de esa lengua al considerarla más elegante.
El banco de datos académico llamado CREA, con 160 millones de palabras en documentos escritos y orales desde 1975 hasta 2004, muestra 576 registros de “a medio plazo”, frente a 21 de “en el medio plazo” (el 3,5% de la suma). De estos, nada menos que 18 salen de diarios (16 españoles –4 son de EL PAÍS–, uno venezolano y uno chileno); otro se lee en el libro de un periodista, y uno más en el de un político, ambos españoles también. El restante lo escribió un autor hispanoargentino.
En el banco de datos llamado Corpes (el del siglo XXI, que incorpora más medios digitales y que agrupa 380.000 documentos con 410 millones de palabras) se halla 885 veces “a medio plazo” frente a 87 casos de “en el medio plazo” (el 8,9% de la suma de las dos opciones). De estos 87 registros, 49 salen de la prensa, y casi todos los restantes fueron escritos en documentos políticos (la Fundación Alternativas suma 11 citas, ella sola). Y el 91% proceden de España. Pero en cuanto a libros publicados por editoriales, esta locución anglicista figura apenas en una decena de esas 87 menciones. Casi ninguno de sus autores es un novelista o ensayista de prestigio.
Por tanto, podemos conjeturar con la principal vía de entrada de estos (y otros) anglicismos: periodistas, políticos, escritores no relevantes. Es una de las formas en que se modifica hoy el lenguaje: no por la necesidad de la gente de abajo para designar algo nuevo sino por los complejos de los de arriba para referirse a algo viejo. Y además, en este caso con mayor número de sílabas. Ni siquiera atajos baratos son. O sea, ni siquiera son fast tracks de low cost.
Anexo 2
El personaje apareció, con su contrario Ariel, en La tempestad de Shakespeare y ha tenido más proyección en la política que en los escenarios. Calibán es un ser monstruoso, por su apariencia y por sus inclinaciones morales, que Próspero mantiene aherrojado y sometido a esclavitud. Ariel, también al servicio de Próspero, es el espíritu del aire, la excelencia en cuanto a valores éticos y nobleza de espíritu.
Después de Shakespeare, Ariel y Calibán fueron utilizados muchas veces como materia literaria. Lo hicieron autores ingleses, pero en lengua española el personaje de Calibán se configuró como símbolo de las malas prácticas de los gobiernos norteamericanos en sus afanes expansionistas en perjuicio de las repúblicas de Centro y Sudamérica.
El primero en hacerlo fue el escritor francoargentino Paul Groussac. En un interesante libro de viajes describió lo que había visto al norte del río Bravo como el reino de la industrialización y la fuerza bruta, una democracia plebeya y vulgar carente de una aristocracia intelectual capaz de proyectar un solo punto de vista civilizador sobre el territorio. Los yanquis confundían la verdadera civilización con la “riqueza, hartura física y la enormidad material”. Lo propio de los yanquis era, según Groussac, la fuerza inconsistente. El poder ejercido por Calibán implicaba la vulgarización de la vida pública y el reinado de la medianía. Y declaraba, como advertencia a la impasible Europa: “el Viejo Mundo ha contemplado con inquietud y terror a la novísima civilización que pretende suplantar a la nuestra, declarada caduca”.
Un notable precursor de esta corriente de pensamiento fue José Martí, en su ensayo “Nuestra América”, dedicado a defender que el continente no se podía gobernar con ideas prestadas, sino de acuerdo con su carácter y las inclinaciones de su raza: “El gobierno ha de nacer del país. El espíritu del gobierno ha de ser del país. La forma de gobierno ha de avenirse a la constitución del país. El gobierno no es más que el equilibrio de los elementos naturales del país”.
La figura de Calibán la recuperó Rubén Darío en un artículo titulado “El triunfo de Calibán”, publicado en El Tiempo de Buenos Aires el 20 de mayo de 1898. Es terrible su percepción: “Y los he visto a esos yanquis, en sus abrumadoras ciudades de hierro y piedra y las horas que entre ellos he vivido las he pasado con una vaga angustia. Parecíame sentir la opresión de la montaña, sentía respirar en un país de cíclopes, comedores de carne cruda, herreros bestiales, habitadores de casas de mastodontes. Colorados, pesados, groseros, van por sus calles empujándose y rozándose animalmente a la caza del dólar. El ideal de estos calibanes está circunscrito a la bolsa y a la fábrica… No tenían ninguna gravidez moral y espiritual salvo comportarse como una bestia o un cíclope”. No tenían el menor sentido de la nobleza, el espíritu de culto a la belleza, el refinamiento, la sensualidad. Animaba Rubén a los pueblos latinos de América a enfrentarse al enemigo. Todo aquel que tenga el recuerdo de la teta de la loba en los labios está obligado a enfrentarse al imperialismo yanqui. Un testimonio más tardío de su protesta está en Cantos de vida y esperanza (1905): en Los cisnes se preguntaba “¿Seremos entregados a los bárbaros fieros? / Tantos millones de hombres hablaremos en inglés? / Ya no hay nobles hidalgos ni bravos caballeros? / ¿Callaremos ahora para llorar después?”.
La defensa contra el frenesí expansionista y la nonada cultural de los vecinos del norte tenía que consistir, para los pensadores americanos meridionales, en armarse con los valores latinos, superiores a los anglosajones. El mejor y más influyente ejercicio literario en este sentido fue del uruguayo José Enrique Rodó en su libro Ariel, publicado en 1900. Advertía del encandilamiento que la riqueza y el progreso de los norteamericanos producía en muchos latinos y criticaba el utilitarismo, el sentido práctico de la existencia, completamente indiferente sobre la vida interior del ser humano que es donde nacen los ideales morales, la belleza y la sensibilidad estética. Alinear el alma con los ideales, es lo propio de Ariel y el valor que lo diferencia de Calibán, incapacitado para elevar la mirada a lo noble y desinteresado.
Muchos escritores e intelectuales hispanoamericanos siguieron la línea del pensamiento arielista, desde la izquierda o desde la derecha, durante los primeros decenios del siglo XX. Todos, en cualquier posición ideológica que se situaran, contrarios al imperialismo zafio y sin valores, reprobadores de la mesiánica atribución por parte de Estados Unidos de la misión de controlar el territorio, la economía y el poder en todo el hemisferio americano. A pesar de lo cual, el temido vecino del norte aplicó a su gusto las doctrinas del Manifest Destiny, Protective Imperialism, o, sin contemplaciones, aquella otra, menos sofisticada, que responde al lema “Speak softly and carry a big stick” (Hablar con calma y llevar un palo grande). Los ideólogos del imperio se ocuparon de justificarlo.
Calibán nunca se había atrevido con Europa. Bien al contrario, tras la época de disputas en las que, aplicando la doctrina Monroe, consiguió que los gobiernos europeos no intentaran ninguna nueva acción de ocupación de tierras en cualquier parte del continente, Estados Unidos se convirtió en un aliado político y militar de primera clase. Respecto de lo primero, actuando como un acérrimo defensor de la democracia liberal en cuanto los Estados europeos consiguieron estabilizarla, y lo segundo colaborando a frenar la expansión de las dictaduras comunistas donde reinaban gobernantes sin legitimación democrática, administrando regímenes donde no existe la separación de poderes ni la garantía de los derechos. Éramos una comunidad de valores.
Ya no pueden hacerse descalificaciones culturales de los Estados Unidos, del estilo de las que lanzaron con amargura Groussac, Martí, Rubén Darío o Rodó. En muchos ámbitos literarios y científicos han alcanzado cotas admirables. Muchas de sus universidades y centros de investigación reciben elogios justificados. Y cultivan una excelente democracia. Pero, de pronto, resulta que Calibán ha ocupado el poder, suscribe cada día con su mastodóntica firma proclamas contra los europeos y lanza diatribas contra nuestros valores declarando la superioridad del interés y el dinero como únicos motores del mundo.
Anuncia ahora que va a declarar la lengua inglesa como lengua oficial de EE UU. No me preocupa eso. Al fin al cabo hay muchos países multilingües que tienen una o dos lenguas oficiales. Me preocupa, sin embargo, que sea el principio de una persecución, o de una bárbara discriminación de la cultura en español, en un país que hablan nuestra lengua 60 millones de personas, que se impida la libertad de expresión en español, o que los hispanohablantes sean sospechosos de desafección a las ideas de este insólito bárbaro imperante. He recibido bastantes comunicaciones que expresan este temor procedentes de universitarios que residen allí.
Hispanoamérica intentó unirse ideológicamente para luchar contra Calibán a principios del siglo XX; le toca a Europa hacerlo con firmeza en los inicios del siglo XXI. Reúnanse contra estos ataques ignominiosos todos los que tengan el recuerdo de la teta de la loba, los herederos de la cultura que Europa llevó a América.
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