Nota introductoria: recomendamos la lectura previa de la primera entrega de "Cosas he visto" a quienes no la conozcan. Aquí el orden sí que altera el producto.
Se creía el abuelo sólo en la cocina mientras preparaba el fumet para la dominical paellita cuando localizó hacia las cinco, viento netamente de aleta, la emisión de una pregunta con una cierta entonación de requisitoria.
- Oye papá. ¿Qué historia es esa que cuentan las niñas que les
dices que has visto cosas raras como ranas en calzoncillos y no se cuántos
otros disparates?
- De disparates nada, hija. A tí puedo contarte cosas que a ellas
no, y verás que van mucho más allá de procaces posados en calzoncillos. Así que te
confesaré que también he visto cerdos, de los de la primera acepción del diccionario,
en posturas semejantes y, además, desprovistos de toda prenda de vestir, como en
ellos es, por otra parte, habitual. También he tenido ocasión de contemplar tortugas
enseñando sus partes blandas e incluso manteniendo relaciones sexuales con hipopótamos, no sabría especificar de qué sexo.
En el caso de los humanos he visto la carnal relación simultaneada con la práctica
del surf, y tengo para mí que debe ser casi tan difícil como hacerlo contando
chistes, así que bien comprenderás que mucho menos me ha impactado topar alguna
avestruz con liguero.
- Papá, ¿qué me estás contando?
Pues que no es menos cierto que he podido contemplar mujeres
que tenían las patas de gallo en los pies, maniquís para ensayos de esos que llaman dummies explorándose los pechos, muñecas
hinchables con claros síntomas del Sarcoma de Kaposi y otros juguetes sexuales
inflables creados específicamente para disfrute de los perros. Y es que no deben ser pocos los
canes que viven mejor que bastantes niños, que a un puñado de estos tengo visto mamando de una cerda de la misma especie anterior.
Y también sé de niños nacidos con tatuajes, como otros vienen
al mundo con las adicciones de sus progenitores, pero es que yo los he contemplado mientras apretaban la goma con la boca jeringa en mano cuando apenas sabían andar. Otros bebés
he visto caer muertos a garrotazos víctimas de iracundas focas, por lo que no te
extrañará que te hable de una madre que
paseaba un cochecito-ataúd, quien sabe si con alguno de las criaturas que se
han roto como figuras de porcelana a edades en que algunos de sus amigos
jugaban con lombrices de no menos de cinco kilos.
-Mira papá - cortó la atónita hija con tono severo - no se
qué bromita es esta, pero me estás entre asustando e irritando.
- Pues más debería irritarte saber que hay quien come
hamburguesas de colillas, que eso sí que es comida basura, sin embargo, luego
hay quien lo que vomita son camisetas, y hasta por las orejas he visto
aliviarse el circuito digestivo. Y si de animales hablamos hasta lo
que tus sobrinos llamarían potar el propio esqueleto he podido contemplar. Así que cuidadito con la
educación de las niñas que luego se ve a quienes esnifan hasta vestidos y hay quien ha llegado a meterse un pantalón casi entero. Otros se ponen la música en vena,
que ya no me preocupa tanto, pero mucho peor es que después de alguna burrada
de esas que ven en la MTV (n. del a. como esta) tengamos que ir a buscarles un brazo, eso si no es la
cabeza, a la oficina de miembros perdidos. Y antes de abrir la boca otra vez vete
al revistero del salón y comprueba que no estoy inventando absolutamente nada.
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