miércoles, 2 de octubre de 2013

Se acabó la santería

Aunque somos plenamente conscientes de que cursa en detrimento de nuestra ya de por sí menguada audiencia (¿pero no estábamos en que tenían vd. un Director de Marketing?, cómo se les ocurre cantar esa información), como esto no es Tele 5, de vez en cuando tenemos la obligación cívica de informar a nuestros convecinos de aquello que no verán en los periódicos locales.

Para cumplir con ese autoimpuesto deber es necesario que les presentemos primero un entrañable, aunque bastante degradado, rincón de Vetusta. Nos referimos a la calle que oficialmente lleva el nombre de Ildefonso Martínez, heroico médico que pereció en 1855 cuando tenía tan solo 34 años después de resultar contagiado por la peste cuya epidemia vino a combatir a Oviedo desde su apacible destino en el balneario de la Fuentesanta de Buyeres (Navia) donde hoy en día se embotella el agua que se comercializa con la marca Fuensanta. Aunque la foto que sigue es un poco desalentadora, en el caso de que cualquier foráneo lector quisiera acercarse por este lugar, que además está en la zona de copas, no se le ocurra preguntar por el olvidado médico, porque aquí todo el mundo la conoce por el nombre de calle Salsipuedes que tuvo hasta finales del siglo XIX. Esta denominación que comparte con otros retadores viales nacionales procede del abrupto final rematado por unas escaleras que anteriormente aún debía ser peor para justificar tan descriptivo el nombre.

Pues sepan que esta foto que acabamos de presentarles acaba de quedarse obsoleta. No teman, que el ayuntamiento no se ha empecinado en poner en peligro los valiosos grafitos allí presentes, pero sí hay otro mucho menos visible detalle que ha desaparecido. Rogamos a las personas sensibles que abandonen en este punto la lectura porque procedemos a insertar una ampliación que complementamos con un aun mas explícito plano contrario.

Ahí hemos tenido colgada durante una temporada un ave descabezada cuya desaparición en el día de hoy nos inclina a pensar en la finalización de plazo impuesto por quien sabe qué santero ritual. No tenemos noticias de dimisiones en el Gobierno ni de que su presidente haya sufrido percance alguno en el periplo que parece le tiene ahora por Japón. No debían de ir por ahí los tiros (aprovechemos para utilizar esta expresión porque cualquier día, en nombre de la corrección política, nos prohíben su uso por incitación a la violencia).

Reconocemos que nos quedamos con la curiosidad de saber quien es el usuario de una ventana con tan macabra vista, así que rogamos al agente del Cesid que nos hace seguimiento por nuestro empeño en utilizar algunas palabras que disparan alarmas de sus sistemas de rastreo (¿se acuerdan del "magnicidio" de ayer?; y además somos reincidentes) tenga la bondad de hacernos seguir, anónimamente por supuesto, el resultado de las pesquisas que con toda seguridad desencadenarán estas líneas.

A modo de compensación vamos a enseñarles otras singular ventana ovetense. A donde va esta sociedad en la que una persona que conocemos desistió de comprar ese piso cuando el vendedor procedió a levantar la persiana de la correspondiente habitación. ¡Qué susto! proclama aun hoy en día cuando se le pregunta. Y encima un ángel de la iglesia donde se casó Franco con Carmen Polo.

Para finalizar volvemos a la calle Salsipuedes para contemplar una de las últimas protecciones a la antigua usanza de una tapia que nos quedan por aquí. Nos tememos que no le queda mucho tiempo de vida a esta vidriada joya etnográfica porque no dudamos que no tardará en ser desmontada por su peligrosidad, no vaya a resultar herido algún saltatapias. Porque, para mas inri, muy oportuno latinajo aquí, esta barda es propiedad del clero. A que ahora sí que les parece absolutamente inaceptable la permanencia de ese peligro.



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