A las gentes con lecturas suele gustarles que se sepa. Así
que Luis M. Anson recurrió ayer a Borges para mostrar su conocimiento tanto
de ese autor como de los argentinismos. Y ello para utilizarlos como vehículos para exhibir el desafecto que le
inspira el líder de Ciudadanos
(cajetilla le llama): "Si Albert Rivera contribuye con sus
veladuras a encender la hoguera de unas terceras elecciones o a facilitar el
disparate de un Gobierno de Frente Popular, la España asqueada le carneará sin
piedad".
Menudas responsabilidades asigna al cuarto partido y único que, de momento, está dispuesto a dejar gobernar al PP.
Menudas responsabilidades asigna al cuarto partido y único que, de momento, está dispuesto a dejar gobernar al PP.
Para colar ese carnear
(matar y descuartizar a un animal para aprovechar su carne) el académico dedica
todo el primer párrafo de su columna de El Mundo a entresacar palabras y personajes del cuento titulado “Hombre
de la esquina rosada”. Curiosamente, con una inicial descripción de la Lujanera que nunca hizo Borges y el apoya en los versos mas sensuales de la Piedra de sol de Octavio Paz:
voy por tu cuerpo como
por el mundo,
tu vientre es una
plaza soleada,
tus pechos dos
iglesias donde oficia
la sangre sus
misterios paralelos,
Ya le propinará cualquiera de sus amigos obispos algún afectuoso mojinete
por andar mezclando templos y tetas. A buen seguro que lo recibirá con una pícara
sonrisa mientras especula con los lectores inducidos a continuar la lectura
de “La España asqueada” con ese ardid.
Lo mejor es que el recurso literario de Anson nos animó a leer el cuento de Borges, algo que ustedes pueden hacer aquí. A fin de cuentas no sin ni
tres mil palabras, aunque con una lengua arrabalera que traba un poco la lectura
y hasta pide alguna visita al diccionario (o a este glosario del "Rincón del vago").
A nosotros el fragmento que mas nos ha impactado es la muerte
del bravucón que antes ha perdonado el inspirador carneado del relato borgiano: ’Tápenme la cara‘, dijo despacio, cuando no
pudo más. Sólo le quedaba el orgullo y no iba a consentir que le curiosearan
los visajes de la agonía.
Por cierto que hace bien Anson en apuntarle a Rajoy lo que ocurrió cuando el Corralero salió
de la taberna. Aunque quizá habría hecho mejor en detallárselo un poco mas, porque nos da que el gallego no es de tantas lecturas y podría ser que Moragas no se lo explique
bien.
P.S.- Ya puestos, algún podemita podría asumir el papel del narrador, el personaje al que las mas de las interpretaciones del cuento convierten en el matarife del Corralero.
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