viernes, 9 de diciembre de 2022

Virgencita, virgencita, que me quede como estoy

 

La única referencia a la festividad de La Inmaculada que ayer encontramos en el humor de prensa es la viñeta de José Manuel Esteban en La Razón que puede verse a continuación. La presentamos emparejada con la publicada el pasado 12 de octubre por ese mismo dibujante que asimismo hace uso, en ese caso con la habitual versión en singular, del proverbial ¡Que me quede como estoy / estaba! al que vamos a dedicar el apunte de hoy.

Una primera referencia a esa expresión se encuentra en una carta de don Juan de la Sal, obispo auxiliar de Sevilla e in partibus infidelium de Bona (la actual Annaba de Argelia, entonces posesión española), dirigida al duque de Medina Sidonia con fecha 21 de julio de 1616. Una misiva en la que refiere lo siguiente: 

La mujer de don Guillén de Casaus dicen que es sorda, y en especial de un oído; y que por devoción, para sanar de su mal, ha traído todos estos días encasquetado un sombrero del bendito [1]; pero dice un escudero de su casa que, desde que se lo puso, está de ambos oídos mucho más sorda que solía.

Podría decirle esta señora a su santo lo que don Tello a Nuestra Señora de Consolación, que habiendo ido a su casa el día de su fiesta, y untádose los dos ojos con cantidad de aceite de su lámpara, con deseo de ver con uno de ellos que tenía SECO enteramente, probando abrirlos y viendo que no veía con ninguno, comenzó a dar gritos: "¡Reina del Cielo, no quiero más que el que me traje. Con el que veía me contento, Virgen de Consolación!".


[1] Un bribón llamado Francisco Méndez, clérigo seglar que profetizaba el día y hora en que había de morir atrayendo con sus argucias el favor de piadosas gentes  


Parece ser que Juan de la Sal formó parte de un jocoso grupo formado en Sevilla a finales del siglo XVI que también contaba con la participación de Juan de Arguijo (1567-1622), escritor y mecenas que en su manuscrito 'Cuentos muy mal escritos que notó don Juan de Arguijo' (1619) recoge el siguiente: 

Don Diego Tello, un caballero de Sevilla, perdió la vista de un ojo refinando una poca de pólvora; y oyendo referir muchos milagros que la imagen de nuestra señora de Consolación había hecho aquel año, hizo la romería y, al entrar en la capilla, se untó con el aceite de la lámpara muy devotamente ambos ojos, con lo cual sintió grande dolor en ellos y no veía con ninguno. Daba voces diciendo: "¡Madre de Dios, siquiera el que traje!"


Adicionalmente, en la comedia de Juan Pérez Montalbán (1601-1638) 'No hay vida como la honra' de incierta datación, pero necesariamente posterior a las anteriores, se incluye una versión versificada (Jornada 3ª, escena 3ª; pág. 24): 


Tristan - Oye á propósito un cuento. 


Enfermó un hombre de un ojo, / y tanto su mal creció, 

que de aquel ojo cegó, / si no lo habéis por enojo. 

Con el ojo que de nones / le vino á quedar, pasaba, 

y veía lo que bastaba, / sin curas , aguas, ni unciones. 

Mas como uno le dixese, / que si es que vista desea, 

al Christo de Zalamea / devoto, y contrito fuese, 

donde por diversos modos / el cojo, el ciego, el mezquino, 

con el aceyte divino, / de todo mal sanan todos: 

él al punto se partió, / con fin de desentuertar, 

á el soberano lugar; / y apenas en él entró, 

quando á la lampara parte, / y tanto el aceyte agota, 

que entrambos ojos se flota / por una, y por otra parte. 

El ojo que bueno estaba, /con el contrario licor, 

,sintió tan fuerte dolor, / que del casco se saltaba: 

y en fin, sin remedio alguno / hubo de venir á estado, 

que de alli á un hora el cuitado / ya no veía de ninguno. 

Al Christo entonces se fue / atentando como pudo, 

y á sus pies muy á menudo, / con mas colera que fé, 

á grandes voces decía: / Señor , á quien me consagro, 

ya no pido , no, milagro, / sino el que yo me trahía. 

Cesó el dolor , y al momento, / contento de hallar su ojo, 

se volvió sin más antojo / de milagro: aplica el cuento.


Las modernas versiones en forma de chiste habitualmente llevan la escena al santuario de la Virgen de Lourdes, donde el protagonista suele ser un impedido en silla de ruedas que avanza pidiendo ser sanado y poder volver a andar. Eso hasta que su silla sale descontrolada cuesta abajo propiciando el súbito cambio de la petición por el famoso ¡Virgencita, virgencita, que me quede como estaba!

El uso más antiguo de esa rogativa que tenemos registrado en el humor de prensa, aunque con toda seguridad los habrá anteriores, es el que Andrés Faro puso en boca del Conseller de Economía Andreu Mas-Colell en la viñeta dibujada por César da Col publicada en Diari de Tarragona el 4/2/2011.

Pero el mayor usuario humorístico que conocemos claramente es Peridis. Concluimos con tres variopintos ejemplos de uso en viñetas publicadas en El País: 30/7/20145/11/20174/11/21 (la presidenta del Tribunal de Apelaciones de Sassari, Plinia Azzena, es la contraparte italiana del juez Llarena ante la solicitud de entrega de Puigdemont, que había sido detenido a su llegada a Cerdeña).







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