jueves, 25 de abril de 2013

Un día de estos se producirá un hito femenino

Si ayer hacíamos referencia a paradójicas inexactitudes del lenguaje como el sobreuso de Jamón de Jabugo, la denominación de origen que no fue por el falsario planteamiento con que se planteó, y anteriormente ya nos habíamos referido a diversos objetos que denominamos con materiales que hace tiempo no forman parte de su composición, hoy vamos a repasar unas de las llamadas pirámides de edad que, en los que denominamos países desarrollados, rara vez tiene la forma que proyecta ese poliedro sobre un plano.

Hoy queremos atraer su atención sobre las distribuciones de edad de los jueces y magistrados en activo a finales del pasado año y diez años antes.

Fuente: Memoria 2012 CGPJ
A la vista de las mismas queda claro que el repasito que le han pegado  las juezas a los jueces en la última década es de los que hacen época.  En conjunto, a 31 de diciembre pasado el número de varones que administraba justicia solo superaba en 82 al de mujeres con igual función, por lo que teniendo en cuenta que por cada dos nuevos ingresos de los primeros se vienen produciendo tres de las segundas, cualquier día de estos se producirá el histórico hito de que la justicia sea femenina no sólo por su género gramatical. Habrá que celebrar este logro que, además, no ha requerido el concurso de cuotas de ningún tipo.

Ya metidos en la administración de justicia, es difícil pasar por alto la noticia judicial de ayer cual es la sentencia del caso Ortega Cano. Aunque es bastante frívolo opinar sin conocer los pormenores de sumario y juicio, la resolución judicial da pie a pensar que algo no funciona bien en el sistema de garantías que nuestra Justicia otorga a los ciudadanos. Que en la era en que una mínima traza de ADN sirve para identificar a su "propietario" se cuestione que la muestra analizada corresponde al acusado por las dudas existentes sobre la cadena de custodia de la muestra es absolutamente inexplicable. Como también lo es que la declaración de una persona de incuestionables vínculos con el acusado sirva para cuestionar numerosos testimonios inequívocos sobre el estado del mismo, tanto por observación directa como a partir del denunciado comportamiento de su vehículo. Esta descompensación garantista entre ofensores y ofendidos te hace temer tener que recurrir a la Justicia en el segundo papel. Y encima es fácil que, como ha ocurrido en este caso, los agraviados tengan que soportar que se rían de ellos mintiendo con descaro en su cara, pero, desgraciadamente, parece que funciona.Y es que, nos guste o no, la mentira se ha instalado entre nosotros como demasiado aceptado principio de convivencia que cursa sin causar apenas rechazo.


Así que cuando ya nos disponíamos a celebrar un hito judicial y social, de pronto se nos han quitado las ganas. Esperemos que la siguiente instancia judicial cuente con armas para reparar la ofensa que está sufriendo los deudos del muerto y, si no cuenta con esas armas, hay que dárselas señor Ministro de Justicia. Se llama dirección por objetivos.



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