El sintoísmo es una religión originaria de Japón, basada en la adoración de los espíritus de la naturaleza conocidos como kami. Es un culto que muchos nipones comparten con la práctica del budismo, que es la religión desde la que muchos enfocan las cosas de la otra vida. Por ello los ritos funerarios suelen realizarse en los templos budistas, mientras que el sintoísmo es un vehículo más utilizado para ocuparse de los asuntos relacionados con la existencia presente. Las prácticas de esta religión autóctona comprenden una diversidad de ritos que los adeptos no ven con malos ojos sean practicados por quienes no la profesan, un hecho que ha convertido a sus templos en atracciones idóneas para los turistas que no se conforman con ver y quieren participar activamente en experiencias locales.
Los santuarios sintoístas o jinja se construyen pensando en su encaje en la naturaleza
circundante que alberga a los kami y no buscando, como es
habitual en casi todas las demás religiones, una grandiosidad o espectacularidad
arquitectónica. El ritual básico de una visita se inicia con una purificación llamada
temizu que consiste en lavarse con
agua, primero la mano izquierda, luego la derecha y finalizar con la boca. Para realizar el temizu se utilizan unos cacillos de madera dispuestos al efecto en las fuentes siempre presentes en los accesos (temizuya). El agua, que no se bebe, no se lleva nunca directamente a la boca sino que esa
ablución final debe hacerse utilizando la mano izquierda. Por último, se pone el instrumento utilizado en posición vertical para permitir que algo de agua resbale por el mango y lo limpie.
No es difícil encontrar señales con instrucciones gráficas
suficientemente explicativas incluso cuando no están en inglés. Claro que para
hacer las cosas en el orden apropiado puede ser importante no
olvidar cual es el sentido de lectura habitual en Japón. Obsérvese que en el
ejemplo inferior, ¡menuda faldita!, la secuencia está representada de derecha a
izquierda.
Ya en el umbral del templo, puede haber varios en un mismo santuario, es usual echar unas monedas en las cajas conocidas como saisen-bako, una práctica tomada del
budismo, para tocar después la campana llamada suzu con el fin de anunciar a los dioses nuestra llegada. Quienes realmente van a orar, harán
dos inclinaciones y, tras dar dos palmadas para “espabilar” a los dioses, harán
su plegaria manteniendo unidas sobre el pecho las palmas de las manos. Una última reverencia pone fin al acto de la oración.
A continuación se muestra el frente típico de un templo sintoísta. Sobre el saisen-bako (caja de ofrendas), que está cerrado por arriba con una rejilla, y eso que Japón es uno de los países del mundo con menos robos, está la soga que acciona el suzu, cuyo aspecto se asemeja más bien a un cascabel gigante.
Una práctica también habitual es adquirir una tablilla de
madera conocida como ema, tradicionalmente decorada con la imagen de un caballo por ser este el tradicional portador de los mensajes a los
dioses, de ahí que en muchos templos haya figuras de caballos. Sin embargo, hay otros mensajeros, un papel que en el caso de la deidad de la fertilidad Inari desempeñan los zorros conocidos como kitsune. Por ello en los templos
dedicados a Inari, el más famoso es Fushimi
Inari-Taisha de Kyoto, es habitual utilizar tablillas que representan la
cabeza de un zorro blanco cuyos rasgos es habitual personalizar. Pero, modernamente, los diseños utilizados en las ema son muy variados. Otra categoría muy popular son las que utilizan el símbolo zodiacal del año en curso, mientras que hasta las imágenes de estilo manga se han hecho hueco en la iconografía utilizada.
En estas plaquitas se escriben todo tipo de peticiones, pero hay que tener en cuenta que se
considera inapropiado que lo solicitado sean bienes materiales. A continuación se cuelgan en un árbol sagrado o en bastidores expresamente dispuestos para ese propósito. Esta
es una práctica que resulta especialmente atractiva para los turistas, por lo
que es frecuente ver placas rotuladas en idiomas distintos del japonés.
El omikuji, que literalmente
significa "lotería sagrada", son unas tiras de papel que contienen que
contienen predicciones sobre la fortuna, encuadradas en cuatro grandes
categorías. De mejor a peor: daikichi,
kichi, sokichi y kio (más
detalles en este artículo de la Wikipedia, enciclopedia en la que también hay un completo glosario de términos sintoístas explicados en español).
El método tradicional para obtener una papeleta es depositar una moneda y agitar un recipiente perforado hasta que salga una varilla cuyo número indica de que cajón entre el centenar de los disponibles debe extraerse el augurio que ha tocado en suerte. Sin embargo, cada vez es más frecuente encontrar máquinas que expiden directamente una boleta. En los templos más concurridos incluso las hay específicas para los idiomas de los visitantes extranjeros más numerosos (en la adjunta imagen se muestran las del templo del Pabellón de Oro de Kyoto que expiden fortuna en inglés, coreano y chino).
Cuando la papeleta pertenece a la categoría más desfavorable, la costumbre es dejarla en el propio templo, anudada a un bastidor hecho con madera de pino o, algunas raras veces, al propio árbol. Se supone que así esa mala suerte se quedará allí retenida. La elección de esa concreta especie botánica obedece, precisamente, a un juego de palabras, porque en japonés matsu, como sustantivo significa "pino", y como verbo "esperar", por lo que se supone que la mala suerte se quedará allí retenida esperando. Bonita forma de que nadie salga del todo descontento por malo que sea el augurio.
El método tradicional para obtener una papeleta es depositar una moneda y agitar un recipiente perforado hasta que salga una varilla cuyo número indica de que cajón entre el centenar de los disponibles debe extraerse el augurio que ha tocado en suerte. Sin embargo, cada vez es más frecuente encontrar máquinas que expiden directamente una boleta. En los templos más concurridos incluso las hay específicas para los idiomas de los visitantes extranjeros más numerosos (en la adjunta imagen se muestran las del templo del Pabellón de Oro de Kyoto que expiden fortuna en inglés, coreano y chino).
Cuando la papeleta pertenece a la categoría más desfavorable, la costumbre es dejarla en el propio templo, anudada a un bastidor hecho con madera de pino o, algunas raras veces, al propio árbol. Se supone que así esa mala suerte se quedará allí retenida. La elección de esa concreta especie botánica obedece, precisamente, a un juego de palabras, porque en japonés matsu, como sustantivo significa "pino", y como verbo "esperar", por lo que se supone que la mala suerte se quedará allí retenida esperando. Bonita forma de que nadie salga del todo descontento por malo que sea el augurio.
Una curiosa variante es la practicada en el santuario
de Kifune próximo a Kyoto. Allí las hojas de papel están
aparentemente en blanco y es necesario colocarlas sobre las aguas de un
estanque para que, al mojarse, revelen su contenido.
El ritual anterior guarda cierta semejanza con el que es
típico realizar en el santuario Yaegaki de la ciudad de Matsue. Allí se estableció la deidad Susano-no-Mikoto con su esposa Inata-hime, convirtiéndolo en un templo dedicado a los matrimonios felices. Ella utilizaba para mirarse reflejada un
estanque, apropiadamente conocido como el espejo, en el que es costumbre colocar hojas de papel
con una moneda colocada encima. Según la leyenda, el tiempo que tarda en hundirse la moneda marca el que se
tardará en encontrar el amor.
Lo bueno es que la escala temporal puede interpretarse con bastante subjetividad, siempre que no se compare con otro practicante más afortunado. Mejor no arriesgar y hacerlo en solitario. Lo cierto es que este último rito no puede considerarse muy
turístico, porque el templo en el que se practica está fuera de los circuitos habituales.
Una última tradición típica de los templos sintoístas es la
adquisición de algún amuleto conocido como omamori. Hay muy diversas categorías que luego se colocan en un lugares apropiados
según cual sea la protección invocada. Traemos, a título de ejemplo, una bicicleta, un vehículo que parece bastante sensato proteger.
¡Ah! y otro juego de palabras mas de propina.
¡¡Animarse!! Y tranquilos, que nunca revelaremos quienes dedican su tiempo a leer blogs como este.
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