La dispersión geográfica de la práctica del budismo y
la variedad de sus ramas (las dos principales son Theravāda y Mahāyāna), propicia
que esta religión tenga una gran diversidad de ritos. En Japón es frecuente, por ejemplo, que
los templos budistas cuenten con temizuya (pabellón de ablución), mientras que en el Tibet es muy llamativo el uso de los molinos de plegaria y el colgado de coloridas banderas de oración. Pero la práctica común más patente para quien se acerca con ánimo turístico, y no religioso, quizá sean las ofrendas de incienso cuyo aroma invariablemente impregna los recintos de culto. Como nuestros objetivos distan de
pretender una aproximación rigurosa a la liturgia de las diferentes religiones, sino
que son un mero repaso de las prácticas que los turistas se ven
impelidos a realizar allá donde van, no vamos a entrar en las peculiaridades de
la oración budista.
El budismo tiene algunos toques de grandonismo, y no solo en el afán por construir representaciones cada vez mas grandes de Buda |
Un ritual que suele llamar la atención es el kau-cim, que guarda considerable
similitud con la lotería sagrada sintoísta, u omikuji, que hemos repasado en
la entrega precedente. Se trata de otra variante del oráculo originario de
China, también conocido por ello como “palillos chinos de la suerte”. En este
caso la técnica de extracción es algo diferente, puesto que se realiza de un recipiente
abierto que hay que agitar hasta conseguir hacer salir una varilla. Ello mientras se plantea al
oráculo el asunto sobre el que se desea que se manifieste. No es raro que los
novatos tengan que repetir la maniobra al no conseguir hacer salir a la primera
una sola de las habituales 100 piezas de bambú. Acompañamos un video con un ejemplo de la correcta ejecución del ritual.
El número extraído remite a una lista de pronunciamientos
del oráculo en relación con la cuestión planteada, que no siempre es fácil interpretar. Por ello puede ser necesario tener que recurrir al auxilio de algún
monje. Ya se ve que no es tan turístico como el omikuji.
Cabe encontrar algunas variantes, como la practicada en el
templo Thean Hou de Kuala Lumpur, en donde no se agita el recipiente sino que la
disposición del fondo del allí dispuesto hace sobresalir una de las varillas cuando se introduce el haz. Ideal para torpes.
Y es que no es infrecuente la existencia de rituales específicos propios de un templo determinado que, en el caso de los más frecuentados por turistas, pueden llegar a ser bastante populares.
Uno de los más completos, en este sentido, es el Otowasan Kiyomizudera (en japonés,
templo del agua pura) de la ciudad de Kioto. Su nombre procede del agua que
brota de la montaña Otowa-no-taki a
través de tres chorros desde los que se recoge con unos cacillos, para después beberla con el objetivo de conseguir salud, longevidad y
éxito, respectivamente.
Organizado con eficiencia japonesa, los recipientes en préstamo son esterilizados con rayos ultravioletas antes de volver a ser utilizados por otro usuario. También cabe comprar uno
para uso propio, lo que da derecho a recoger el agua desde la parte inferior de
los chorros, un punto donde no es necesario un largo mango como el del instrumental dispuesto
para uso colectivo.
En este mismo complejo hay otros recintos sagrados, como el santuario
Jishu (Jishu-jinja) dedicado a
Okuninushino-Mikoto, un dios del amor y de los matrimonios felices. Allí están las llamadas “piedras del amor”, que están separadas unos 6 metros. Quien consiga pasar
de una a otra con los ojos cerrados, se supone que tiene asegurado encontrar el
amor. También vale recibir ayuda, pero en ese caso se entiende que también se
necesitará la colaboración de un intermediario para encontrarlo (hay explicación
en inglés, lo que denota un inequívoco enfoque turístico, aunque luego no sean tantos
los visitantes foráneos que se atreven).
La de arriba va camino de encontrar el amor por sí sola, la de abajo, en cambio, necesitará ayuda |
Un tercer ritual típico de este templo de Kioto es el consistente en izar uno de los bastones de hierro, que se dice pertenecieron al monje guerrero del siglo XII Saitō Musashibō Benkei, famoso por su gran fuerza. El más ligero, que
pesa 17 kilos, está destinado a las mujeres, mientras que los caballeros tiene
que intentarlo con el de algo más de dos metros y medio de altura que pesa 96 kilos. Ambos
están colocados en un pupitre que también alberga unos zuecos de metal con una muy
notable alza que también habrían pertenecido al mítico personaje, muy popular en el folclore japonés, habitualmente
llamado símplemente Benkei. Con no ser fácil superar esa prueba, tampoco es inaccesible
para personas de complexión fuerte, siempre que tengan la precaución de aplicar una técnica adecuada como la que se observa en el video de este enlace.
Saltamos hasta Bangkok
para dar cuenta de otro popular rito que tiene su sede en uno de los recintos
religiosos más visitados de la capital tailandesa, el conocido como Wat Pho adyacente al Gran Palacio Real. En ese extenso complejo
de 8 hectáreas se encuentra un famoso buda reclinado de 46 metros de longitud, en torno al cual se construyó el templo llamado Viharn Phranorn. Esta gigantesca imagen tiene representadas en las plantas de los pies 108 símbolos auspiciosos (mismo número que las cuentas que habitualmente tiene el rosario budista o mala). Durante la visita quizá le llame la atención el
persitente tintineo metálico que se escucha de fondo. Ello se debe a que a su
espalda están dispuestos 108 recipientes que es costumbre recorrer depositando
otras tantas monedas. Como no es habitual acudir a los templos con tan pesado pecunio, allí mismo pueden adquirirse las monedas necesarias.
Tampoco será raro que, de vez en cuando, escuche el sonido de
un gong, porque los templos budistas suelen disponer de este instrumento con una
finalidad similar a la de la campana sintoísta. Así que en tan turístico recinto
no es raro que haya quien se apunte a darle un toque. En su defecto, que no falte la foto.
Volvemos a Japón, concretamente a Nara, para completar este breve repaso de prácticas vinculadas
al budismo que hacen las delicias de los turistas. En esa ciudad se encuentra
el Tōdai-ji (gran templo oriental)
que presume de ser el edificio de
madera más grande del mundo, ello a pesar de que la reconstrucción actual es un 33%
más pequeña que el original. Pero suficiente para albergar una estatua gigante del
Buda Vairóchana (en japonés dainichi ), habitualmente conocido simplemente como daibutsu
(Gran Buda). Una referencia palpable del tamaño de los rasgos se obtiene de la perforación
existente en una de las columnas de madera, que tiene el mismo tamaño que una de
las ventanas nasales de la enorme figura. El rito que supuestamente garantiza
la buena suerte, consiste en pasar a través de ese hueco, algo que resulta imposible a
buena parte de los corpulentos turistas occidentales. En esto, a diferencia de
lo que ocurría con los bastones de Benkei, los menudos lugareños juegan con ventaja.
El ayer y el hoy del “pasaje maravilloso” |
Gracias, buen artículo!!!
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