La inteligencia emocional saltó a la fama a mediados de los
noventa de la mano de Daniel Goleman,
aunque este psicólogo no es el creador de un concepto cuyos orígenes están bien
sintetizados en la Wikipedia.
Uno de los aspectos claves del conjunto de habilidades así etiquetado es la
influencia de las emociones en nuestra forma de pensar, algo que no pocas veces tiene
como negativa consecuencia el bloqueo del pensamiento racional.
Por lo dicho, cuanto
más apasionados son los debates más útil resulta la concurrencia de opiniones
omitidas por quienes, sabiendo del tema, tengan pocos o ningún vínculo con el
asunto. Y esa intervenciones menos emocionales son las que se echan muy en falta en
la actual polémica sobre las balanzas fiscales que capitanean Borrell y Garicano por un lado y Xavier
Sala i Martí, o si prefieren XSiM, por otro.
Quizá porque estamos emocionalmente posicionados con los primeros, al menos hasta ahí llega nuestro nivel de conciencia (y también hemos oído hablar del sesgo de confirmación), nos llaman especialmente la atención algunos manifiestos deslices intelectuales de la parte contraria. Como el de todo un catedrático de la Universidad de Columbia que ponía de manifiesto Ángel de la Fuente en una esclarecedora aportación que les hemos recomendado anteayer (reiteramos el enlace, porque lo merece, y añadimos el del texto criticado). Y es que se nos hace bastante increíble que un especialista
en Economía del Desarrollo obvie algunos de los evidentes factores sobrevenidos
que van a condicionar el devenir futuro de esa idílica economía que pintan los promotores de la secesión. Eso sí, con nacionalidad del país vecino ¡Puñeteras pensiones!
Así que mientras seguimos esperando alguna esclarecedora intervención
de algunos expertos menos emocionales y emocionados, luego preferiblemente extranjeros, también queremos dejar constancia de cómo echamos de menos aquellas fantásticas columnas en las que XSiM nos explicaba las causas del
subdesarrollo de África y la manera de combatirlo (un ejemplo de 2012). Cuanto mejor empleada toda aquella pulpa de papel.
Para terminar, no queremos dejar de reconocer que la fuente inspiradora de esta
reflexión de hoy es la viñeta de Forges publicada en El País el pasado martes. Y es que si hay una característica que distingue al brillante economista al
que hoy hemos hecho repetida referencia es su condición de acérrimo culé. No queremos ni pensar lo que habría pasado si le hubieran mentado a su amado Barça.
¡Ah!, y quede claro que no pretendemos ser inmunes a la epidémica estupidez emocional.
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