I
Y tras titular el apunte de hoy con una sigla de romano aspecto, nos ha asaltado la duda de si habrá quien la confunda con un inexistente numeral de los utilizados en el antiguo imperio. Pero lo cierto es que hemos creado esa secuencia trilítera a imitación del IVE con que se suple la expresión aborto provocado, cuya enunciación soportamos mucho peor que su práctica. Y lo hemos hecho para producir una eufemística denominación del suicidio: Interrupción Voluntaria de la Vida.
Nos hemos inspirado en la 'muerte voluntaria' que Fernado Aramburu toma prestada del "Semper dolens" (Ed. Acantilado, 2015) de Ramón Andrés en su Evocación de Alfonsina Storni publicada el pasado domingo El Mundo. Con ese artículo se anticipaba cinco días al 80º aniversario que hoy tiene lugar (de ahí el adjunto retrato que el dibujante argentino Agustín Sciammarella ha publicado en El País, cuando muchos seguramente esperarían uno de Carmen Alborch). Y es que tal día como este en que el Congreso español debate la despenalización de la eutanasia, en 1938 ocurrió lo que el escritor Félix Luna describió con poética falsedad (1), para que lo musicara Ariel Ramírez, de la manera que sigue:
Monumento a Alfonsina Storni en Mar de Plata (autor: Luis Perlotti, 1942) |
Que lame el mar
Su pequeña huella
No vuelve más
Un sendero solo
De pena y silencio llegó
Hasta el agua profunda
Un sendero solo
De penas mudas llegó
Hasta la espuma
...
Pero quizá sea mejor que cliquen este enlace para escuchar una interpretación de 'Alfonsina y el mar' por Mercedes Sosa.
II
Su hijo Leopoldo Lugones, conocido como "Polo", fue un canalla cuya pena por violentar a los jóvenes que tenía a su cargo en el reformatorio de Oliveras consiguió conmutar su padre. Hay quien afirma que hincado de rodillas ante el déspota Hipólito Yrigoyen. Y fue "Polo" quien, como comisario inspector de la policía durante la dictadura del general José Félix Uriburu, un cargo conseguido gracias al apoyo a ese político de su padre, tras enterarse de la relación que este tenía con la mucho más joven estudiante, 27 años de por medio, interceptó sus cartas, los mandó espiar y acabó por amenazar a los padres de la chica instándoles a cortar la relación. Y es la obediencia de Emilia la que, finalmente, sumió al poeta en la mortal depresión.
Sobre la mesa de la pensión 'El Tropezón', sita en la confluencia entre el Paraná de las Palmas y el Canal de la Serna, donde vivió sus últimas horas, dejó una carta que decía: “Que me sepulten en la tierra sin cajón y sin ningún signo ni nombre que me recuerde. Prohíbo que se dé mi nombre a ningún sitio público. Nada reprocho a nadie. El único responsable soy yo de todos mis actos.”
Polo Lugones seguiría el camino de su padre en noviembre de 1971. Después de dispararse varias veces sin éxito, tembloroso pulso de sanguinario cobarde, abrió las espitas de gas de la cocina para perecer asfixiado. Y apenas tres meses después dio continuidad al triste sino familiar uno de sus nietos, un vástago de su hija Pirí (Susana), descuidada madre que acabó sus días como montonera "desaparecida" por la dictadura militar en diciembre de 1978 (y que probablemente sufrió tortura con la picana, un perverso invento de su odiado padre). Alejandro Peralta Lugones se ahorcó en el Tigre, cuando tan solo contaba 20 años, tras leer las crónicas de los diarios sobre el suicidio de su abuelo.
Tabita Peralta Lugones, hija también de Pirí, publicó en 2009 el libro "Retrato de familia" (Ed. Emecé). Un novelado relato que hay quien ve como un exorcismo para detener tan macabra tradición familiar. No debe ser fácil pertenecer a la cuarta generación de los Lugones.
III
Horacio Quiroga fue un literato uruguayo, buen amigo de Lugones, a quien dedicó su primer libro. Con 17 años asistió al suicidio cometido en 1896 por su padrastro, Ascencio Barcos, que se disparó una escopeta cuando estaba semiparalizado a causa de un ictus. Pero ya como bebé de tan solo dos meses, que su madre sostenía en brazos, había estado presente en la muerte de su padre a causa de un disparo accidental (en algunos sitios se dice que de la misma escopeta).
El 19 de febrero de 1937 se anticipó casi un exacto año a Lugones, al suicidarse mediante la ingestión de cianuro, tras serle diagnosticado un incurable cáncer de próstata. El frío comentario de su entonces distanciado amigo (2) fue "Se mató como una sirvienta". Quizá por eso el argentino añadió güisqui a su mortal preparado.
Ponía fin Quiroga a una trágica vida en la que había tenido la desgracia de matar de un disparo accidental a su amigo Federico Ferrando, tan solo al año siguiente de perder a dos de sus hermanos por fiebre tifoidea. A esas tragedias se sumaba que en 1915 había sufrido el suicidio, a los 25 años, de su primera esposa y antigua alumna, Ana María Cires, a quien atendió en una agonía de ocho días causada por la ingestión de bicloruro de mercurio, un compuesto utilizado en un antiguo proceso de revelado fotográfico.
Pero la historia no acaba ahí, porque también fueron "muertes voluntarias" las que pusieron fin a las vidas de los dos hijos que tuvo con Ana María Cires: Eglé, nacida en 1911, se suicidó en 1938 tras divorciarse, y Darío, nacido al año siguiente que su hermana, puso fin a su vida en 1951.
Tampoco logró escapar a ese trágico destino suicida la única hija que tuvo en su segundo matrimonio, el celebrado en 1927 con María Elena Bravo, una compañera de colegio de su hija Eglé, treinta años menor que el. María Elena Quiroga, conocida como "Pitoca", se lanzó el 14 enero de 1988 desde el noveno piso de un hotel sito en la bonarense calle Maipú, cuando estaba próxima a cumplir 60 años.
Tremendas historias, algunas de las vividas en las letras rioplatenses.
IV
Poderoso influjo imitativo el que tiene la IVV. Un interesante artículo sobre eso, por más que no muy reciente, es "El tabú del suicidio. Los medios de comunicación tienen como norma no dar la noticia" de Sergi Escudero. Nos ha hecho recordar la eufemística perífrasis por exclusión que leíamos en agosto en la crónica de sucesos de La Nueva España titulada Fallece al precipitarse desde un puente a la autopista en Lena: todo indica que la caída de la mujer no fue accidental y que no intervinieron terceras personas.
Una duda final: ¿Qué opinan los especialistas sobre los posibles efectos imitativos que pudiera tener el resonante trato dado a las noticias sobre violencia de género?
(1) La escrtitora no se introdujo andando en el mar, como narra la canción, sino que se lanzó desde el espigón de la playa de La Perla de Mar de Plata, ahora conocida como playa Alfonsina.
(2) El detonante fue el apoyo de Lugones a los gobiernos autoritarios, una posición que manifestó públicamente por primera vez en el discurso pronunciado en diciembre de 1924 con motivo del centenario de la batalla de Ayacucho. En el mismo realizó la conocida proclama “Ha sonado otra vez, para bien del mundo, la hora de la espada”.
Se sumaba así a una corriente que desembocaría en la Revolución de septiembre de 1930 en la que el general Uriburu se lazó contra Yrigoyen, dando inicio a un ciclo de golpes militares que se repetirían en 1943, 1955, 1966 y 1976.
Adenda 26/10/18: La Nueva España no deja de sorprendernos. Hoy son unas comillas las que asumen la responsabilidad de dar a entender lo innombrable. No frecuentaba la zona del accidente, ejerce de apoyo interpretativo desde el subtítulo.
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