viernes, 17 de octubre de 2014

Quien quiera estar al día sobre el español normativo que pase por taquilla


La verdad es que estábamos ansiosos por conocer la lista definitiva de novedades incluídas en la 23ª edición del Diccionario de la Real Academia que fue presentada ayer. Pero como hay que facilitar que la Editorial Espasa venda la versión impresa ya deja claro la docta institución en su web que “mientras se trabaja en la edición digital, que estará disponible próximamente, esta versión electrónica permite acceder al contenido de la 22.ª edición y las enmiendas incorporadas hasta 2012”. Dando por seguro que el documento que ha servido de base para la impresión es digital, la explicación no deja de ser de una hipocresía espeluznante. Ya veremos en que queda lo de próximamente.

Entendemos que publicar un libro cuyos contenidos están disponibles en la red no debe ser un gran negocio, pero es que editar la guía básica del español normativo quizá no tenga por qué ser negocio. A este paso cualquier día restringen a suscriptores de pago el acceso por internet al BOE.

En relación con la citada edición impresa nos han llamado la atención que en España se publica en un solo volumen al precio de 99 euros y que, sin embargo, en América se edita en dos a un precio equivalente a 70 euros. El detalle de los tomos merecería una explicación porque somos gente curiosa y nos quedamos con las ganas de saber si es cuestión de chulería, fuerza corporal, costumbres locales o quien sabe qué.

En cuanto al coste, no estamos al corriente de cómo anda el precio del papel por el otro lado del Atlántico, pero si echamos un vistazo a las Paridades de Poder Adquisitivo (PPA; ver tabla) resulta que, aun con el descuento de casi un 30%, este producto editorial es mas caro (requiere un mayor esfuerzo de compra, si se quiere) en la mayor parte de los países americanos (una excepción sería Argentina).

Otro día tendremos que extendernos con mas detalle sobre el asunto de la adecuación de la precisión de los datos que se utilizan a los diferentes contextos. Pero si no hace mucho criticábamos la representación de las exactas cifras de las sucesivas actualizaciones incorporadas nada menos que en escala logarítmica, ahora el péndulo de la precisión se va al lado contrario y parece mentira que la nota explicativa nos despache con que la nueva edición “registra  93.111 artículos, unos 5.000 más que los incluidos en la anterior (2001)”. Pues miren, en este caso no está de mas alguna mayor precisión porque tiene su interés saber que el incremento es precisamente de 4.640 entradas respecto a las 88.431 de la edición de 2001. Un dato no especialmente bien aproximado con la expresión “casi 5.000” que es equivalente a que una persona que mide 1,67 diga que mide casi 1,80 (reconocemos que la comparación tiene cierta malicia porque somos muy sensibles a las diferencias de estatura). Mas acertado nos parece, en cambio, el comentario de que los artículos son “más del doble de los aparecidos en el primer diccionario de uso de la RAE, publicado en 1780”. Ahí sí que no tiene mayor interés la precisión.

El hecho cierto es que la cómoda herramienta de consulta internetal que tanto usamos sigue sin incluir un montón de palabras que ya son oficiales. Eso está muy feo sres. Académicos, que los españolitos les estamos aflojando un dinerito, en concreto 1,6 millones de euros (PGE 2014: Sección 18, partida 48101). Ya sabemos que no es mucho y encima les han recortado casi 300.000 respecto al año anterior, pero ¿no llegará para que el Diccionario que podemos consultar en su página web al menos esté actualizado?




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