Impresionante ver a políticos de toda condición salir cual jauría al ataque de Albert Rivera a cuenta de una sensatísima propuesta. Ya se imaginarán que nos referimos a la relativa a que el tratamiento penal de la violencia doméstica se ajuste a la no discriminación por sexo que predica nuestra Constitución. El sentido común apaleado en busca del presunto beneficio electoral.
Y oiga, que si el consenso mayoritario es que las leyes deben discriminar por sexo, lo que hay que hacer es cambiar la Constitución y tan amigos, que somos gente muy mandada. Pero aquí hay bastante de lo que magistralmente explica Fernando Savater en su tan valiente como breve columna “Discriminar” publicada ayer en El País: “hoy el mejor modo de refutar cualquier crítica que se hace a una ideología o comportamiento es acusar al crítico de padecer fobia contra lo que censura. Invocando la ‘fobia’, la discusión pasa del terreno argumental al clínico: aunque aporte muchas razones, el adversario es un enfermo moral o mental, un psicópata social”.
Y oiga, que si el consenso mayoritario es que las leyes deben discriminar por sexo, lo que hay que hacer es cambiar la Constitución y tan amigos, que somos gente muy mandada. Pero aquí hay bastante de lo que magistralmente explica Fernando Savater en su tan valiente como breve columna “Discriminar” publicada ayer en El País: “hoy el mejor modo de refutar cualquier crítica que se hace a una ideología o comportamiento es acusar al crítico de padecer fobia contra lo que censura. Invocando la ‘fobia’, la discusión pasa del terreno argumental al clínico: aunque aporte muchas razones, el adversario es un enfermo moral o mental, un psicópata social”.
¿Alguien se acuerda de aquello
que en el mundo 1.0 llamábamos sentido común? Entretanto que el dios civil de las primeras comuniones laicas nos libre de las jaurías que, por definición, están formadas por hijos e hijas (faltaría mas) de
perra.
Hecha la gimnasia mental del día, vamos a concluir con un ejercicio de relajación (y crean que si supiéramos el nombre del autor de la maravilla que sigue se lo diríamos).
Hecha la gimnasia mental del día, vamos a concluir con un ejercicio de relajación (y crean que si supiéramos el nombre del autor de la maravilla que sigue se lo diríamos).
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