Términábamos la primera entrega médica con el cáncer y comenzamos esta segunda con otra palabra latina que es utilizada para denominar una enfermedad. La conocida como lupus o, más exactamente, lupus
eritematoso sistémico (LES). Un mal crónico autoinmune que termina
afectando múltiples órganos y sistemas fisiológicos, de ahí lo de sistémico.
El origen de la asociación de la enfermedad con el lobo no está muy claro. Hay una teoría basada en la similitud entre algunas lesiones cutáneas del lupus y las producidas por la mordedura del cánido. Otra que asocia el característico eritema malar (enrojecimiento en las mejillas) que produce con los rasgos del pelaje facial de esos animales. Y hay quien la basa en el nombre dado en francés a unas máscaras para proteger la cara. Lo cierto es que es una palabra documentada ya en el siglo X en un escrito en el que Herbemius de Tours describe la curación del obispo de Lieja llamado Hildricus “gravemente afectado por la enfermedad denominada lupus”.
El origen de la asociación de la enfermedad con el lobo no está muy claro. Hay una teoría basada en la similitud entre algunas lesiones cutáneas del lupus y las producidas por la mordedura del cánido. Otra que asocia el característico eritema malar (enrojecimiento en las mejillas) que produce con los rasgos del pelaje facial de esos animales. Y hay quien la basa en el nombre dado en francés a unas máscaras para proteger la cara. Lo cierto es que es una palabra documentada ya en el siglo X en un escrito en el que Herbemius de Tours describe la curación del obispo de Lieja llamado Hildricus “gravemente afectado por la enfermedad denominada lupus”.
El citado eritema suele presentar unas formas que recuerdan las alas de las mariposas por lo
que estos lepidópteros se han convertido en el símbolo de la enfermedad. Pero es llamativo que una poderosa asociación como la Lupus
Foundation of América ha abandonado ese simbolismo en favor de un nuevo
logotipo que incide en los interrogantes no resueltos que plantea ese mal. Lo
que no conocemos es ningún logotipo que haga referencia al lobo, aunque sí el
uso de ese animal como mascota en alguna asociación como la italiana Gruppo LES.
El vistoso insecto volador también está asociado con la enfermedad
conocida como piel de mariposa o, mas propiamente, epidermólisis
bullosa (EB). Un conjunto de trastornos transmitidos genéticamente que hacen
extremadamente vulnerable la piel de los afectados cuya delicadeza se compara, por ello, con la de las alas de las mariposas.
La organización Internacional dedicada al estudio de este mal se llama DEBRA por el
nombre de la hija de Phyllis Hilton, la fundadora
de la organización en 1978, afectada por
la enfermedad. Por retroacronimia el nombre también ha sido convertido en sigla con el
significado de Dystrophic Epidermolysis
Bullosa Research Association y son varias las filiales que han aprovechado
las iniciales EB del nombre del mal para crear con ellas una mariposa.
Otro insecto está presente en la etimología de las llamadas moscas volantes o miodesopsias, del griego myie (mosca), eidos (formas) y ops (visión). Una disfunción ocular que consiste en la visión de manchas o filamentos que aparecen suspendidos en el campo visual.
También procede realizar una mención a los vulgarmente llamados golondrinos. Unos dolorosos abscesos que reciben ese nombre por
analogía con la peculiar disposición de los nidos que esas aves cuelgan en los voladizos. Y es que la propiamente denominada hidradenitis supurativa se ubica de forma análoga en las axilas.
Y vamos a terminar este zoonímico recorrido con la muy descriptivamente llamada elefantiasis, pero mas apropiadamente denominada filariasis
linfática. Un síndrome derivado de
la obstrucción de los vasos linfáticos que se caracteriza por el enorme aumento
de volumen de algunas partes del cuerpo, especialmente de las extremidades
inferiores y los genitales. Pero no exclusivamente, como bien documenta la adjunta imagen de
una mujer fotografiada en Sudán en 1910. Esta es una enfermedad cuyo tratamiento ha mejorado
pero sigue siendo endémica en 73 países, 37 de ellos africanos, así que no hay que caer en la tentación de tomarse a broma sus grotescos efectos.
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