Vamos a comenzar por recordar algunos otros ejemplos del burdo lenguaje periodístico del que dábamos cuenta en nuestro lingüístico apunte de ayer. Y es que la ignorancia o, quizá en algún caso, la intencionada desidia, ha sido en esta ocasión epidémica.

Lo que la niña de tan torpemente tituladas noticias quitó al Papa es un solideo. Un cubrecabeza eclesiástico que recibe su nombre de la contracción de la expresión latina que significa ‘solo a Dios’ (soli Deo), porque solo ante Él se quita. O sea, ante el Santísimo Sacramento, aunque los obispos y cardenales también lo hacen en presencia del Papa que, a fin de cuentas, es el representante de Dios en la Tierra.

La birreta o bonete es un gorro cuadrangular que en ocasiones se remata con una borla del mismo color, excepto en el caso de los canónigos, cuyos bonetes negros lucen borlas rojas o verdes, pero hay algunas otras singularidades en la compleja etiqueta eclesiástica. Los colores utilizados siguen, en general, la misma pauta ya vista para el solideo, aunque este es un tocado que no utiliza el papa. Desde el Concilio Vaticano II sustituye al capelo en la ceremonia en que se formaliza la 'creación de los cardenales' (así es es la tradicional expresión).

El capelo, en italiano galero, es un sombrero de ala ancha reservado a los cardenales cuyo origen entronca con los utilizados por los peregrinos. Se caracteriza por los cordones con un número variable de borlas que caen sobre el pecho (15 rojas para los cardenales, 10 verdes para los arzobispos y 6, también verdes, para los obispos).


No hay que confundir el capelo con el sombrero de teja, o símplemente teja, un tocado de ala ancha que en Italia es denominado sombrero saturno porque sus formas recuerdan las del anillado planeta. En los años ochenta era habitual ver por las calles de Oviedo, ataviado con una pieza de discreta ala, al canónigo Luciano López García y Jove que falleció el 28 de agosto de 1992 con 107 años, cuando era el sacerdote más anciano del mundo. Las tejas de mayor vuelo utilizadas antiguamente se lucían habitualmente curvadas, como puede verse en otra de las adjuntas imágenes.


A continuación puede verse a Benedicto XVI con un vistoso modelo rojo, mismo color del camauro, una prenda cuyo uso recuperó tras su caída en desuso con posterioridad al pontificado de Juan XXIII, papa que, a su vez, lo había rescatado de un periodo de sesenta años de olvido. Pero es un tocado que no resultará extraño a los aficionados a la pintura porque es habitual en los retratos papales.
El citado camauro (del latín camelaucum, y este del griego kamelauchion, ‘gorro de pelo de camello’) es un gorro rojo con ribete de armiño blanco que se creó para uso papal durante el frío invierno romano, aunque no cabe su utilización en las ceremonias litúrgicas.
El tocado litúrgico propio de los obispos, incluido el papa, es la mitra (del griego mitra, turbante), que consta de dos mitades apuntadas que pueden plegarse cuando no se utiliza. La Iglesia Ortodoxa utiliza un modelo muy distinto que a continuación comparamos confrontando una imagen del Patriarca de Moscú con otra del papa Francisco.

Un buen lugar para analizar la evolución de esa prenda en la Iglesia Católica es la sala capitular de la Catedral de Toledo, que está decorada con los retratos de todos los prelados toledanos desde San Eugenio (siglo I). Pero procede señalar que de los setenta y dos primeros pintados en su mayor parte por Juan de Borgoña, que son los que componen la serie superior, solo el último, que es el del cardenal Cisneros, está retratado del natural.

Vamos con una final mención sobre la tiara papal, también llamada triregnum a partir del añadido de una tercera corona a comienzos del siglo XIV, durante el exilio de Aviñón, para subrayar la soberanía papal sobre la Iglesia universal. La segunda lo había sido en el siglo XIII para significar el doble poder espiritual y temporal del papado.
Junto a estas líneas puede verse la de Pío IX, conocida como "la española", obra del joyero Ansorena. Un regalo ofrecido a pontífice en 1854 por la reina Isabel II con motivo de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción. En el siguiente enlace puede encontrase una buena colección fotográfica de las tiaras que se conservan. Y su relación tiene artículo propio en la Wikipedia.
La tiara ha sido utilizada por los papas de la Iglesia Católica desde el siglo VIII hasta el XX en que Pablo VI depuso solemnemente a los pies de la imagen de San Pedro la que le habían regalado los feligreses de su arzobispado de Milán. Un acto celebrado el 13 de noviembre de 1964 en medio de las celebraciones de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Posteriormente subastada para donar su valor, fue rescatada por los católicos de Estados Unidos liderados por el cardenal Spellman. Por ello hoy en día está expuesta en la cripta de la Basílica de la Inmaculada Concepción en Washington D.F.
La que sí se conserva es la costumbre de investir la estatua de San Pedro con tiara, anillo, cruz pectoral, estola, amito y roquete con motivo de su festividad, que se celebra los días 22 de febrero.

Y una vez que estamos en la más antigua de las universidades españolas, volvemos al desaliñado ejercicio del periodismo con el que empezábamos para concluir con un recordatorio del famoso latín salmantino Quod natura non dat, Salmantica non præstat.
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