Leíamos el pasado fin de semana en el diario El Comercio la valoración de la marcha de la temporada turística que hacía Fernando Corral, el vicepresidente de Otea que es la patronal que aglutina a la hotelería y la hostelería asturiana desde que en 2015 se fusionaran las tres principales organizaciones empresariales del sector.
Y lo primero que nos llamó la atención es el tono lastimeramente pesimista de sus palabras: Está por ver si este 2017 se igualan o mejoran las cifras. Hasta junio, el número de turistas se había incrementado un 9% y el de reservas vendidas un 10% con respecto al primer semestre del año anterior. Tiene su punto dudar sobre la mejora de las cifras anuales con ese magnífico primer semestre. Piensen en cuantos sectores económicos pueden decir que están viviendo esos crecimientos.
Pero más sorprendente se nos hace aun que parta de la premisa de que el sector no es rentable en Asturias. Ello por medio del quejoso titular 'Los hoteles de Asturias necesitarían alojar a dos millones de turistas al año para ser rentables'. Y parece que, de momento, solo acogen 1,7. Ya nos gustaría que apoyara un poco mas esa poco creíble afirmación, porque pocos empresarios mantienen abierto un negocio por amor al arte. Y que no simplificara tanto con la mágica ocupación del 60% que maneja como umbral de rentabilidad.

Con lo que no podemos sino estar de acuerdo es con la afirmación de que el sector necesita desestacionalizar la demanda, y ello por más que el clima asturiano no ayude mucho. Pero la comparación de la curva de ocupación con la nacional pone de manifiesto una clara desventaja en esto.
Cambiando de tema, y ya para terminar, a ver si otro día tenemos tiempo de analizar el escaso impacto estadístico que de momento tiene el boom de Airbnb. Diríase que a ciertas significativas modalidades de la nueva economía les gusta la vida sumergida, luego tenemos un grave problema adicional para pagar el costoso estado del bienestar.
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