martes, 27 de agosto de 2019

Vaquero Palacios nos traslada a una retocada Asturias de principios del siglo pasado


Después de que un cartel promocional de Santander realizado por Baldrich para la serie producida en 1929 por el Patronato Nacional de Turismo inspirara un apunte dediacado a la capital cántabra, no podemos dejar de publicar otro sobre los dos dedicados a su natal Asturias por Joaquín Vaquero Palacios

Comenzamos con el que escenificó en el puerto de Pajares, con una representación de la dual posibilidad de atrevesarlo por carretera o ferrocarril. La muy diferente pendiente entre amabos trazados, que permanecen durante casi toda la subuida bastante apartados, se traduce en que solo hay un punto en el que resulta posible esa escena: el P.K. 85, que está a dos kilómetros de la coronación del puerto. Mostramos su aspecto actual con ayuda de Street View

Y no podemos sino hacerles saber que ni existe ni ha existido el túnel representado al fondo por el artista. Una licencia probablemente inspirada en otros pasos similares que cabe encontrar, todavía hoy, en las carreteras asturianas.

 

Tampoco ha estado emplazado nunca en ese P.K. 85 ninguno de los dos "picutos" que balizan el puerto, hoy en día emparejados cerca de la coronación, pero antiguamente dispuestos considerablemente separados, tal y como atestiguan fotos como la adjunta.
Así que en esa individualidad es fiel la representación de Vaquero, aunque desplazara algo más de un kilómetro la pétrea baliza. Pero resuta curioso constatar que utilizó como modelo las que pueden encontrase en el puerto de Guadarrama que, como muestra la imagen que traemos desde el blog Historias matritenses, tienen una configuración algo diferente, con la base de los conos ligeramente retranqueadas respecto a la cara superior del fuste cilíndrico.


Pasamos a ver la visión de Vaquero Palacios de la llegada al santuario de Covadonga donde, nuevamente, le echó cierta imaginación.  Y es que nunca hubo carretera que discurriera en ese punto por la margen izquierda, a la derecha en el cartel, del río ahora llamado Reinazo y antiguamente conocido como Deva (sin ninguna relación con el fronterizo con Cantabria que ahora ostenta la exclusiva sobre ese nombre). Pero parece claro que el artista quería evocar el famoso puente, no digan romano, de Cangas de Onís. Y para ello necesitaba cruzar el cauce cerca de la basílica, y no en el Repelao, que es donde la carretera siempre ha cambiado de margen. Una ficción que aprovechó para escarpar la peña que sustenta la basílica consagrada en 1901. Quede claro, por tanto, que ni hay ni hubo tal puente en Covadonga

Con todo, sí que hay algunos pequeños puentes, hasta siete situados en otros puntos anteriores del recorrido desde Soto de Cangas por una ruta de la que ya dejó escritas algunas notas Jovellanos.
Y uno más al pie del propio santuario, de muy modesto porte, y sito, además, al otro lado de la peña representada en el cartel. El más significativo de todos ellos es el de La Riera, localidad situada a cuatro kilómetros de Covadonga, que es el que muestra la adjunta imagen. En la misma puede comprobarse que el arco es de medio punto y no peraltado como el de Vaquero, que optó por un arco de geometría similar a los que flaqean el vano central en la construcción medieval de Cangas de Onís


Una foto de Modesto Montoto tomada hacia 1915 desde el Repelao (asturianización de una denominación cuyo original especifica el adjunto mapa de 1870: Campo de Repelayo, donde fue proclamado Don Pelayo), permite comprobar que esa es la enfilación en la que Vaquero colocó su algo sobreelevado punto de vista.



Adjuntamos el detalle de los "contornos de Covadonga" incluidos en el mapa de Asturias de 1870 realizado por el Coronel de Ingenieros Francisco Coello, donde pueden verse los antiguos viales de acceso al santuario, que todavía no contaba con basílica, y los detalles toponímicos que acabamos de referir.


El citado mapa incluye algunas curiosas notas estadísticas e históricas escritas por Pascual Madoz, entre las cuales no nos resistimos a transcribir, ya para finalizar, la descripción de los habitantes de esa tierra, que es la nuestra:

Los asturianos son sobrios, robustos y sufridos, aman el trabajo pero no desplegan (sic) en el mucha actividad y energía; no desisten fácilmente de sus proyectos; su lealtad y honradez son proverbiales: el país que los vio nacer es para ellos un objeto de predilección y se complacen con los gloriosos recuerdos de su mayores. Están dotados de talento e imaginación; conciben con prontitud y profundidad, y tienen disposición para las ciencias abstractas, como también aptitud y destrexa para las artes mecánicas.[1]

 



[1] La descripción incluida en Carácter y costumbres de los asturianos, escrito entre 1845 y 1850, no coincide exactamente, y tiene la peculiaridad de estar redactada en singular:

El asturiano es robusto y sufrido, firme en sus propósitos y amigo del trabajo, si bien lo emprende no con mucha actividad y energía. Vive sobriamente, y su honradez y lealtad se han hecho proverbiales: ama con entusiasmo su país y se complace con los gloriosos recuerdos de sus antepasados. Tiene talento e imaginación y naturalmente pensador, manifiesta grandes disposiciones para las ciencias abstractas, aptitud y destreza para las artes mecánicas, facilidad en concebir y profundidad en sus conceptos.





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