Es notable lo bien que se aclimatan al español las palabras
inglesas terminadas en -ing. Tantas utilizamos que tan solo podemos dedicar este
apunte a una pequeña, pero, en nuestra opinión, interesante subcategoría: la constituida por los términos aparentemente importados del inglés
que, sin embargo, no tienen uso en ese idioma.
Uno de los más veteranos es footing que, a pesar de su aspecto, es palabra llegada de la vecina
Francia. Como también lo es por
ejemplo autoestop. En inglés hitchhiking, un raro caso de -ing desaprovechado, seguramente por su escasa eufonía. En el caso del footing ya va siendo bastante conocido por
los hispanos que no es palabra utilizada por los angloparlantes, que suelen referirse a esa
actividad como jogging. Y cuando se convierte en un duelo contra el cronómetro ya pasa a ser running.
Acudimos, pues, a su origen francés para comprobar que el Diccionario Académico de esa lengua ya
advierte que se trata de una palabra inglesa desviada de su sentido original de
“posición o punto de apoyo del pie” que fue adoptada por analogía con otras actividades
deportivas como boating y rowing (navegar y remar). Da como equivalente inglés walking, un hecho que nos previene sobre
el hecho de que este término se utilizó originalmente para designar la actividad
de caminar, y no la de correr.
Es curioso que el citado Diccionario recoja como primera
referencia escrita una de 1895, tomada de la novela “Le frisson de Paris” escrita por Abel
Hermant (1), cuando es palabra datada en castellano ya en 1892, concretamente en “El oro de
Mallorca” de Rubén Darío (2).
En la página 67 del nº 301 de la revista “Caras y caretas” (Buenos Aires, 9/7/1904) encontramos una oportuna
explicación de que entonces footing
era “el paseo a pie, la marcha” que ya se consideraba “un sport favorito
de las señoras, moda que debe generalizarse por ser muy beneficiosa para la salud”.
En el artículo "Cartas Sobre la Elegancia" (nótense las mayúsculas del título "a la inglesa"; muy interesante lectura, no duden en pinchar el enlace) publicado en "Blanco y Negro" a finales de enero de 1930, la escritora Matilde Fernández ironizaba con que "la marcha a pie pierde toda su elegancia si no se le llama footing". Una crítica de los usos lingüísticos que también incluía la afirmación "la elegancia del idioma de postguerra consiste en emplear la mayor cantidad posible de palabras inglesas".
La evolución del término que estamos tratando daba pie a que la propia revista Blanco Negro explicara en su número
fechado el 6 de abril de 1930, con el oportuno auxilio de una imagen, que hacer footing era “correr
a pie, saltar obstáculos, vadear arroyos”. Y así ha ido afianzándose entre
nosotros ese vocablo, hasta incorporarse a la edición del año 2001 del Diccionario de la Real Academia con la siguiente definición:
footing. (Voz fr., y esta con cambio de
sentido del ingl. footing 'posición').
1. m. Paseo higiénico que se
hace corriendo con velocidad moderada al aire libre.
Un poco demodé lo de higiénico, pero revisiones más gordas están esperando turno.
En el número del 8 de mayo de 1886 del diario La Época (n.º 12.140, página 3)
encontramos una descriptiva referencia como smoking-jacket
acompañada del ahora poco utilizado extranjerismo ukasse (ucase). Véase en el adjunto recorte y adviértase el fino toque de excepticismo en “chaqueta…que
por lo visto, piensa usar ahora para comer los elegantes madrileños”. También
se ponía de manifiesto el riesgo de “confundir a nuestros más aristocráticos clubmen con mozos de café”. Y nuevamente se ve lo acertado de la crítica de Matilde Fernádez al comprobar que el lenguaje de esa crónica de la alta sociedad está plagado de afectados anglicismos (eso sí, no era cosa de la posguerra).
Al año siguiente el periódico “El Día” daba fe en la página 2 de su número del 5/11/1887 del triunfo del smoking “que los ingleses
establecieron solo para la sala de fumar”. Así es que se constata que la prenda
sin faldones “se lleva no solo por la
mañana, sino por la tarde y solo se excluye de las visitas de mucha etiqueta”
Hasta aquí las importaciones. Pasamos a recordar que en los años ochenta comenzó a desarrollarse un fenómeno interesante cual fue la incorporación de la terminación –ing a palabras netamente españolas. Una de las que ha tenido más éxito es puenting, la práctica para la que el inglés reserva la denominación bungee jumping, también escrito bungy jumping en países como Nueva Zelanda. En este, donde coloquialmente se denomina bungy a un goma elástica (nos viene a la mente que en Asturias un sacapuntas es un tajalápiz), es donde en 1979 nació esta tecnificada adaptación del ritual realizado por los indígenas de la Isla de Vanuatu situada en el Pacífico Sur (artículo de la Wikipedia, en inglés). Nos da que lo tiene difícil la voz puentismo recomendada en el Diccionario Panhispánico de Dudas cuando hasta Jaime Campmany tituló una de sus columnas de Abc “El Puenting”. Que no desmayen, fíjense que en Quebec, donde el nacionalismo promueve la huida de los anglicismos como de la peste, han conseguido implantar la afrancesada adaptación “zappage” para el zapping.
Este particular juego de neologización ha prosperado bastante, como bien amplía la entrada “Compring, paseing& charling” de Antonio Rifón en la deliciosa
sección de la web del Centro Virtual Cervantes titulada Rinconete. Un artículo del que, por cierto, hemos tomado las dataciones anteriormente apuntadas.
Terminamos con un terceto adicional de castizos "ings". Por un lado, nos parece simpático el
eufemismo edredonig, porque sirve, además, para demostrar que hasta del programa
más vacuo puede popularizar algo interesante. Aunque no merezca el esfuerzo
de verlo. Mejor esperar a que los medios condensen algunos de los escasísimos
destilados de algún interés.
Balconing es un término acuñado ya en el siglo XXI para designar otro procedimiento para generar las tan de moda descargas de adrenalina que no poco luto ocasionan. Así que esta palabra sería bueno que pronto cayera en desuso.
Asimismo es justo reconocer el atrevimiento de los promotores de una aerolínea que apostaron por el nombre Vueling. Así que otro día tendremos que tratra otros simpáticos toques de excentricidad de esta compañía ahora hermana de Iberia. Si se fijan en la imagen, amplíenla con un clic, adivinarán de que va la cosa.
Balconing es un término acuñado ya en el siglo XXI para designar otro procedimiento para generar las tan de moda descargas de adrenalina que no poco luto ocasionan. Así que esta palabra sería bueno que pronto cayera en desuso.
Asimismo es justo reconocer el atrevimiento de los promotores de una aerolínea que apostaron por el nombre Vueling. Así que otro día tendremos que tratra otros simpáticos toques de excentricidad de esta compañía ahora hermana de Iberia. Si se fijan en la imagen, amplíenla con un clic, adivinarán de que va la cosa.
Vamso a concluir dando cuenta de que la terminación ha caído en gracia en la capital catalana, cuyo servicio público de bicicletas, creado en 2007, recibió el nombre de bicing. Una denominación que tiene la particularidad de contener la abreviatura BCN, de origen aeronaútico, que con frecuencia se aplica al nombre de la ciudad.
Nota: los recortes de prensa proceden de la impagable "Hemeroteca Digital" de la Biblioteca Nacional de España
Citas:
(1) p. 167 , “Je m'étais toujours douté qu'elle n'était pas dans le train, dit Michel, qui se laissa encore prier quelques minutes avant de consentir à remplacer, suivant sa propre expression, le cyclinij par le footing.”
(se las trae ese ciclismo como cyclinij, tendremos que verificar que no se trate de una errata)
(2) “la paz, en cambio, de la villa pequeña en que reponía sus energías, del valle apacible; la amable y serena vecindad del mar, los alientos de la montaña, el pan rústico, la pura leche de las cabras, la alimentación ordenada, el sueño ordenado, las madrugadas, el «footing»; las ascensiones a las montañas circundantes, a las próximas colinas, que entre sus vellones de verdura muestran la carne milenaria de sus rocas, blancas como nevadas, o rojizas como impregnadas de oxidaciones de hierro”
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