sábado, 27 de septiembre de 2025

Lenguaje de la semana 39/2025

 

El Martes Neológico del Centro Virtual Cervantes se ocupó esta semana del verbo minorizar, aunque lo tratado más detalladamente por Ona Batllé es el sintagma lengua minorizada que se utiliza para designar aquella cuyo uso está restringido por motivos políticos o sociales. Ya nos gustaría que aportara algún ejemplo de lengua minoritaria cuyos hablantes no la consideren minorizada. De ahí que nosotros tenegamos nuestras necesidades léxicas cubiertas con el estrictamente descriptivo minoritaria.

El Trujamán Se parecen, se parecen..., pero no son lo mismo (26): medical device y health product de la interesante serie de Fernando A. Navarro tiene en esta ocasión un interés bastante restringido a los profesionales de la Sanidad.

Muy curioso, y recomendable, nos ha parecido en Rinconete Antonio López de Córdoba (1799-1854), el erudito al que un ave de rapiña subió al cielo que José Manuel Pedrosa apoya en un pasaje del libro Plebeyos ilustres: reseña biográfica de los obreros del progreso humano (1869) de Antonio Luque y Vicens.

La punta de la lengua de Álex Grijelmo se titula esta semana Pilar Rahola, víctima y difusora de un bulo. Un sólido correctivo que adjuntamos en los anexos y que, hasta donde sabemos, ha sido recibido por la expolítica catalana con un el que calla otorga.

Asimismo adjuntamos el artículo Masacres nuevas con nombres viejos que Lola Pons publica hoy mismo en El País. No encontrarán en el mismo una toma de posición sobre el uso de la palabra genocidio que tanto debate está suscitando. De hecho, en el ámbito del humor era el tema del lunes de Kap, Miki y Duarte, que apuntaban la falta de uso por Feijóo, y Asier y Javier

Santy Gutiérrez se ocupaba el martes del debate termiológico del momento. Al día siguiente Manel Fontdevila lo metía a calzador en una nueva viñeta dedicada a su ayusista obsesión, mientras que JM Esteban aplicaba al polémico término una extensión semántica igualmente muy forzada. Sabiote mostraba el jueves su contrariedad porque el rey no utlizara la polémica palabra en su discurso de la Onu, García Morán la ponía en boca de Sánchez y Pachi ironizaba ayer sobre un posible genocidito


 

La disputada voz aparece hoy en el humor de Kiko da Silva, Sabiote, Javier Cuervo / Pablo García Padylla, este con una pulla específicamente dirigida a Feijóo por resistirse a utilizarla. Aplíquese el primero de los "cachitos" de ho, extraído del artículo En torno al genocidio de José María Ruiz Soroa que nos invita a recordar el también muy ponderado Israel y el crimen sin nombre de Juan Claudio de Ramón. Adjuntamos una anexo 2 con una recopilación de humor de la semana pasada en que se hace uso de la palabra genocidio. 


Cambiamos de asunto con Oroz, que ayer aplicaba un ejercicio de retroacronimia a la sigla UTE.


El reconocimiento de Palestina sigue suscitando anfibológicos juegos en línea con los que inventariamos en Lenguaje de la semana 30/2025 (posteriormente reseñamos uno más, este de Dave Brown, en Lenguaje de la semana 31/2025). Las aportaciones de esta semana son de Patrick Chappatte y David Parkins.

En el ámbito traductorio nos ha llamado la atención la solución dada por Liniers en su bilingüe tira Macanudo a un intraducible juego de palabras protagonizado por Peter Pan.


El apartado musical lo pone Napi con una evocación de Massiel cantando el La-la-la en Eurovisión.


El Roto aplicó el lunes a la opinión una reformulación del primer principio de la termodinámica, mientras que David Parkins aporta desde el diario canadiense The Globe and Mail la única tira de inspiración literaria que hemos recopilado en los últimos días. Pero lo cierto es que más que el desdoblamiento del personaje de Stevenson, en el caso de Trump y su ministro de Sanidad estamos ante un dúo cuya afinidad en el disparate, en este caso al relacionar autismo y paracetamol (cuyo genérico es más conocido en Estados Unidos como acetaminofén) nos recuerda más a la parejas formada por Tweedledee y Tweedledum, aunque ciertamente resulta menos siniestra.




Cachitos

- Si me preguntan mi opinión [sobre la calificación como genocidio], les diré que veo argumentos sólidos para ambas posturas y que por ello no me pronuncio y espero la decisión autorizada del tribunal. Y que sospecho que quienes ya 'lo tienen clarísimo' son unos necios.  José María Ruiz Soroa en el artículo En torno al genocidio

Desde el punto de vista de la credibilidad, las excusas vacilantes o tramposas son tan graves como los fallos en sí [de las pulseras].  Daniel Gascón en Pulseras, eslóganes y chapuzas

- El presidente utiliza el conflicto con un sesgo político que por muy legítimo que sea se basa en un cálculo táctico divisivo, cifrado simbólicamente en el vocablo ‘genocidio’, que al margen de su mayor o menor impropiedad específica posee connotaciones hirientes y malditas para los judíos, cuando no fronterizas con el antisemitismo. Ignacio Camacho en Claro que nos cuesta comprender.

No hay rastro del yo del narrador en El Quijote; por eso es universal. Uno solo espera que también Amenábar emprenda pronto el camino de vuelta de sí mismo y firme al fin la gran película que sabemos que lleva dentro. Juan Claudio de Ramón en Cervantes de vuelta; Amenábar aún no.





PS - Una vez que no hubo sabatina de la semana 38, vamos a dejar constancia en esta de la interpretación de Zapatero del genio de la lámpara en la viñeta de Tomás Serrano del día 19. La acompañamos con la de Ricardo del 18/5/2009, cuando era presidente del gobierno con cifras de paro récord.







Anexo 1:

Pilar Rahola, víctima y difusora de un bulo
Álex Grijelmo (El País, 24/9/25) 

Los decretos de Nueva Planta de Felipe V no constituyeron ningún ataque contra el catalán, sino contra el latín


Pilar Rahola, expolítica independentista, dijo el 22 de agosto a las 18.00 en el canal Cuatro que los Decretos de Nueva Planta de Felipe V (1716) impusieron el castellano en todos los ámbitos de Cataluña.

La lengua catalana ha sufrido en la historia abundantes agresiones y desprecios comprobados (especialmente en las dictaduras de Primo de Rivera y de Franco); y no debería hacer ninguna falta inventarse más. Sin embargo, Rahola miró en el móvil y añadió a ese dato otros igualmente falsos que ofrece la inteligencia artificial y que suelen ser enarbolados por sus correligionarios, tendentes a culpar al siglo XVIII con el pecado original del anticatalanismo lingüístico, para que así venga de más lejos.

Pero los Decretos de Nueva Planta (que sí tuvieron otros efectos políticos y competenciales) no mencionan el idioma catalán. Y solo su artículo 5 incluye una referencia lingüística que, vista en contexto, tenía una importancia relativa. Se trata de la obligación de que a partir de entonces las causas en la Real Audiencia (más o menos un Tribunal Superior territorial) se habrían de “substanciar en lengua castellana”. Al no precisarse más, un lector de hoy puede deducir que eso desplazaba al catalán en los tribunales de aquel territorio (sería anacrónico decir “comunidad autónoma”); pero no hubo tal. En catalán seguirían sentenciando tribunales inferiores, y en la Real Audiencia no se intentó relegar esa lengua, sino el latín, idioma de cultura en la época y que se seguiría empleando a pesar de lo que decía el decreto; a tal punto que todavía en 1768 una Real Cédula de Carlos III ordenaba que se cesase en su uso judicial, por no ser comprensible para las partes. Ahora bien, todo esto le traería seguramente sin cuidado a la gente, porque la inmensa mayoría de la población era analfabeta.

Como ya señalamos en otra ocasión, el castellano se extiende en Cataluña desde el siglo XV, y en el XVI era la lengua escrita en determinados ámbitos sociales, mientras que “se reservaba el catalán para usos más domésticos”; y su crecimiento fue “endógeno”, no tanto impuesto desde fuera como alentado por “el desarrollo del comercio peninsular” (Joaquim Albareda, La guerra de Sucesión, 2014, págs. 441-442). Eso no quita que se favoreciera su extensión sutil desde el poder en el siglo XVIII, como muestra una instrucción secreta del fiscal del Consejo de Castilla a los corregidores el 20 de febrero de 1712 (fecha discutida que tomo de Marcelo Capdeferro, 1967, pág. 256): “...para que se consiga el efecto sin que se note el cuydado”, es decir, sin fuerza; pero, frente a lo que dijo Rahola, ello no significó que se impidiese hablar en catalán, del mismo modo que las actuales leyes en favor del catalán no impiden hablar en castellano.

A todo esto, Felipe V no era un cafre madrileño, sino un vengativo centralista francés que al llegar ni siquiera hablaba español, y que había ganado la corona a Carlos de Austria —al que apoyaban la mayoría de los catalanes— en la Guerra de Sucesión, un conflicto internacional en el que, por cierto, España perdió el peñón de Gibraltar.

Pilar Rahola lamenta con frecuencia el bulo del PP según el cual Puigdemont huyó de Cataluña en 2017 dentro de un maletero. En efecto, el dirigente independentista no tenía motivo para hacerlo así, pues aquel día aún era un ciudadano que circulaba libremente por Europa.

Dijo Rahola también en Cuatro: “Hay miles de leyes que reprimen el catalán desde 1714”. Vale, pero entonces convendrá mencionar las que de ellas sean ciertas, y desdeñar los bulos propios igual que se condenan los ajenos.


Masacres nuevas con nombres viejos
Lola Pons (El País, 27/9/25) 

Una penosa novedad en la historia de muchas lenguas occidentales es cómo se ha extendido el vocabulario con que nombrar las matanzas masivas

Después de cinco atentados fallidos en años previos, el zar Alejandro II fue asesinado en 1881 en San Petersburgo. Su magnicidio, callejero y complejo, dejó para la historia de la violencia europea una triste y doble marca: la de ser un temprano caso de terrorismo suicida y la de hacer entrar en el vocabulario de muchas lenguas occidentales la palabra pogrom. Culpados por haber instigado el asesinato, los judíos de Rusia sufrieron durante meses acoso y persecuciones. La palabra rusa pogrom, que significa “destrucción”, “devastación”, sirvió para dar nombre a ese hostigamiento y se fue difundiendo a través de los medios. En español empieza a circular desde inicios del siglo XX bajo las formas pogrompogromo (con plural pogromos) e incluso, con una errónea consonante intrusa, progromo. Por ser una voz novedosa, los periodistas que la usaban en sus crónicas la explicaban a los lectores a renglón seguido: pogrom o acometida antijudía.

La palabra pogromo dio nombre a esa acometida decimonónica contra los judíos y se consolidó porque estos seguían siendo perseguidos, antes y después de la Segunda Guerra Mundial. La llamada comúnmente Noche de los Cristales Rotos de 1938 tiene como nombre alternativo, más certero y menos poético, el de Pogromos de Noviembre (en alemán Novemberpogrome); en los años de la posguerra mundial, sobre todo en Europa del Este, los pogromos no dejaron de ocurrir y contribuían a que la palabra se asentara para denominar la persecución antijudía. En el eterno dilema de si es el nombre el que nos hace percibir una realidad o si es la realidad percibida la que busca por necesidad su nombre, pogromo hizo su particular viaje regresivo y sirvió para enlazar el siglo XX con un pasado nutrido de violencia antijudía. Basta consultar la bibliografía actual para comprobar cómo, en un uso que no se siente anacrónico, se han calificado como pogromos episodios como los ataques que en el año 38 d. C. y bajo el imperio de Calígula se producen en Alejandría contra los judíos o el estallido de violencia que en 1391 brota contra ellos en Sevilla y se extiende por el valle del Guadalquivir.

Una penosa novedad en la historia de muchas lenguas occidentales es que en la primera mitad del siglo XX se refina y extiende el vocabulario con que nombrar la violencia sobre las masas. En España, la Guerra Civil hizo que la palabra exilio, usada muy escasamente hasta entonces, se generalizara; masacrar y masacre se difunden en España en el siglo pasado. En los diccionarios, el sintagma cámara de gas adquiere desde el final del siglo XX una definición específica alusiva a los campos de concentración. Gueto se introduce con alusión al aislamiento de los judíos y holocausto, que era en español un helenismo cultísimo y solo usado en lengua muy elaborada, adquiere un valor antonomásico para nombrar al exterminio llevado a cabo por la Alemania nazi. Pogromo es una más de esas palabras nuevas del siglo XX. Al estabilizarse en su significado y frecuencia, termina llegando al Diccionario de la Real Academia Española. Figura desde 1970 con una definición que ligaba ya la palabra al ámbito judío y que fue después renovada hasta resultar en la actual, que, en mi opinión, está bien ajustada a su uso y a su realidad histórica: pogromo se define como “masacre, aceptada o promovida por el poder, de judíos y, por extensión, de otros grupos étnicos”.

Aceptación, promoción y extensión: posiblemente sin saberlo, la RAE estaba definiendo el papel de los crímenes contra la humanidad en la convivencia internacional durante el siglo XX. Porque los pogromos no eran espontáneos sino aceptados y promovidos; lo explica Victor Klemperer en LTI. La lengua del Tercer Reich (1947): aunque todo estuviera perfectamente organizado, los incendios callejeros se presentaban como fruto de los ánimos encendidos e ingobernables del alma patriótica de un pueblo. Y porque los pogromos no solo afectan a judíos; por extensión, la palabra se ha terminado aplicando a la persecución nazi a gitanos, a ataques como los que sufren hoy los bahaíes en Yemen, así como a otros linchamientos y altercados de base racial o religiosa y desarrollo aparentemente no estructurado. Hace unos días, en las páginas de este periódico, Miguel González decía que, más que genocidio, lo de Gaza merece ser llamado holocausto. Si la propuesta se extendiera, terminaría ocurriéndole a holocausto lo que, por extensión, le ha sucedido a pogromo al trascender su uso aplicado a lo judío.

La Europa de hoy no es la del zar asesinado ni tampoco la de la Segunda Guerra Mundial. Pero sus palabras se parecen mucho. Ninguna de las voces surgidas en esa ventana de tiempo para nombrar las nuevas formas de aniquilar masas ha sido hoy marcada como arcaísmo o voz desusada en los diccionarios. De hecho, el debate reciente es ver cuál de ellas se elige para nombrar lo que ocurre en Gaza. Ochenta años después de que la Carta de las Naciones Unidas entrase en vigor, que debatamos cómo llamamos a la aniquilación ajena mientras esta se produce demuestra que, de momento, la diplomacia multilateral y la ONU no logran frenar que lo inaceptable se extienda.


Agregamos el contenido del último enlace insertado por Dª Lola. Un artículo de Íñigo Dominguez que desafinado debate propicia cuando afirma que tampoco escucha masacre y matanza a quienes evitan la palabra genocidio.


Malditas palabras bien dichas
Íñigo Domínguez (El País, 21/9/25) 

Se derrumba una certeza del siglo XX: no íbamos a permitir otro genocidio. La solución para algunos es hacer como que no está pasando


Me gustan muchas películas de Robert Redford, pero sobre todo Las aventuras de Jeremiah Johnson (1972) que cuenta la lucha por la supervivencia de un cazador en las montañas. Es uno de esos filmes que, sin ser para niños, un niño adora por eso, porque es adulta, percibe que le dice la verdad como un secreto: muestra cómo enfrentarse a la vida, enseña humanidad. Si la echaban en la tele pasabas el mes hablando de ella en el recreo. En cambio, es una película donde se habla poco, y los tres protagonistas no hablan la misma lengua, pero se acaban entendiendo. La soledad, la amistad, el frío, la alegría, la violencia son los que son, da igual cómo los llames, o en qué idioma. En fin, se mueren los mejores y los peores parece que no se mueren nunca. En mi generación los mitos venían de antes, hoy nadie viene de antes, solo de antes de ayer, y Jeremiah Johnson ha acabado reducido a un meme. En política los conceptos, el lenguaje adulto, también se están reduciendo a memes.

Según la Academia, un eufemismo es: “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”. Un gran ejemplo fue cuando en 1945, tras dos bombas atómicas, Japón se rindió y el emperador Hirohito lo anunció así en la radio: “La situación de la guerra ha evolucionado en un sentido no necesariamente favorable a los intereses de Japón”. Ahora se discute sobre el término genocidio. Miren el diccionario de la Academia, pero supongo que quien no quiere usarlo puede decir que lo de Gaza es un exterminio masivo e indiscriminado de gente que casualmente pasaba por allí, o algo así. O podría usar un sinónimo: masacre, matanza, aniquilamiento, carnicería. Pero el caso es que tampoco se lo oyes. Es triste que también esto se convierta en una pelea entre bandos, cuando al margen de ideologías cualquiera que tenga ojos sabe lo que es, pero es llamativo ver estos escrúpulos en boca de gente que eructa barbaridades corrientemente con toda tranquilidad. Si aplicaran el mismo criterio de sofisticación al formular sus propios desvaríos sería todo mucho más agradable. Creo que se evita precisamente el término por lo que conllevaría pasar de las palabras a los hechos, es aterrizar en la realidad lo que se quiere evitar. Porque la pregunta siguiente es qué hacer, la pregunta básica de la vida. Y luego hacer algo, lo que sea, o preferir no hacer nada. Lo cierto es que se derrumba una certeza del siglo XX: esto no iba a volver a pasar, y si por desgracia pasaba no se iba a permitir. Entonces se hace como que no está pasando. Porque además lo hace un Gobierno de Israel, dominado por fanáticos, un sarcasmo diabólico de la historia. No es el único Gobierno así, es más, estamos inmersos en el lenguaje de los matones y los mafiosos.

El 30 de septiembre de 2024, The New York Times publicó un editorial que decía: “Es difícil imaginar un candidato más indigno que Donald Trump para la presidencia de Estados Unidos. Ha mostrado ser moralmente inepto para un cargo que exige a quien lo ocupa anteponer el bien de la nación a sus propios intereses. Ha demostrado ser temperamentalmente incapaz para un trabajo que requiere precisamente las cualidades —sabiduría, honestidad, empatía, valentía, moderación, humildad y disciplina— de las que más carece”. Un año después siguen siendo palabras muy certeras. Es justo uno de los artículos que Trump cita en su demanda de 12.800 millones de euros contra el diario. Ser dueño del relato no es suficiente, es la propiedad del lenguaje lo que se quiere eliminar, porque siempre quedan por ahí las malditas palabras bien dichas que pueden arruinar todo.





Anexo 2

Lunes 15



Miércoles 17



Jueves 18



Viernes 19






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