Una interesante clase de palabras es la formada por las nacidas como marcas comerciales. Hay que advertir que no coincide exactamente con la algo más reducida categoría de marcas que se ha convertido en denominaciones genéricas, o sea, que han pasado a designar toda una categoría de productos, aunque no sean producidos por la firma propietaria de la convertida en epónimo.
La diferencia entre los dos conjuntos anteriores la establecen las marcas que han pasado a tener uso en sentido figurado. Entre las recogidas en el Dicionario la más popular es michelín, que utiizamos para hacer referencia a los pliegues de gordura. El diccionario admite en su definición que se formen en cualquier parte del cuerpo, pero es notorio que habitualmente aplicamos el término a los que se localizan en la cintura.
Últimamente anda el anglicismo muffin haciéndole la competencia al simpático personaje francés, pero no parece que su reinado lingüístico esté en peligro, salvo entre los hablantes más posh, fina denominación dada a los pijos de toda la vida.
Aprovechamos para recordarles que la mascota que habitualmente denominamos Michelín, se llama realmente Bibendum, "bebamos" en latín, porque nació proclamando la capacidad de esos neumáticos para "beberse" los obstáculos. La historia de este simpático personaje merece que volvamos otro día sobre ella, porque no nos convence la forma en que está contada por ahí, por ejemplo en la Wikipedia. Así que ya les detallaremos nosotros las curiosas referencias a la competencia que contiene el famoso cartel creado en 1898 por O´Galop que es el acta de nacimiento del personaje.
La única otra marca acogida en la última edición del Drae por su uso metafórico es el americanismo mentolato que se define como “persona hábil para resolver múltiples problemas cotidianos”. Indican que se usa en Chile donde se formó a partir del nombre del ungüento de origen norteamericano llamado Mentholatum, similar al por aquí más popular Vicks VapoRub.
La estovaína también conocida como amilocaína es una anestésico, hoy poco utilizado, que fue sintetizado en 1903 por el químico francés de origen español Ernest Fourneau (1872–1949). El nombre que dio a su hallazgo tiene una interesante historia porque su primera intención fue llamarlo Forneaucaine, como resultado de la combinación de su nombre con el de la cocaína, el anestésico más utilizado en aquel entonces. Pero la dificultad de la pronunciación de esa palabra para los hablantes del inglés le llevó a traducir su apellido, que en francés significa horno, al ya entonces comercialmente pujante idioma en el que se dice stove. Y de ahí surgió la marca Stovaïne que se españolizó como estovaína. Otro día les contaremos como detrás de los neumáticos Bridgestone hay un proceso de traducción similar.
No está muy claro por qué nuestros académicos no han aprovechado para depurar el término aureomicina, otro nombre de un fármaco que apenas tiene uso fuera de la jerga médica. Cierto que se trata del primer antibiótico de amplio espectro que fue aislado en 1944 por Benjamin Minge Duggar y comenzó a comercializarse en 1948. Forma parte de las llamadas «tetraciclinas», una palabra bastante más utilizada que, curiosamente, no está en el Drae. Estas reciben ese nombre porque sus moléculas comparten la peculiaridad de estar formadas por cuatro anillos contiguos. Las también llamadas aureomicinas, en inglés Aureomycin, un término que sigue siendo una marca registrada, recibieron ese nombre por el color dorado de las bacterias Streptomyces aureofaciens (hacedoras doradas) que producen ese antibiótico. Añadamos que Mycin es un derivado de la palabra latina mykes que designa los hongos. Y como sufijo –miceto participa en el nombre de muchos de esos organismos.
Otro antibiótico que también ha encontrado acomodo en el diccionario es la terramicina, aunque es un vocablo que no está etiquetado como la marca registrada propiedad de los laboratorios Pfizer que es (en inglés Terramycin). Se trata de otra tetraciclina cuyo nombre genérico es oxitetraciclina y recuerda en su denominación comercial la importancia que tuvo en el análisis de muestras de suelo en busca de hongos precursores de nuevos antibióticos. De hecho, las bacterias Streptomyces son las responsables del olor que conocemos como a “tierra mojada” que es provocado por una secreción conocida como geosmina cuya denominación significa “aroma de la tierra”.
No son tantas las palabras candidatas a engrosar esta metafórica categoría y en bastantes casos es incierto determinar si ciertos usos lingüísticos serán capaces de perdurar en el tiempo. Sirvan como ejemplo los adjetivos utilizados en “cuerpo Danone” o "sonrisa Profidén" que hace no tanto podían parecer merecedores de acceder al diccionario y, sin embargo, viven una clara decadencia. Sensata la prudencia que en esto aplican los académicos.
Así que si hay una categoría de palabras en las que el riesgo de obsolescencia es sumamente elevado, esa es la que nos ocupa. Buena prueba de ello es que en la última edición del diccionario académico se procediera a la supresión de los artículos bivirí y estovaína. También habíamos visto anunciada la de buna, pero ahí sigue ese poco utilizado término. Vamos con las necrológicas.
Bivirí es un americanismo con el que
se designaba en Perú a la camiseta interior masculina, aunque también era utilizado en Ecuador donde compartía la forma bividí. Esta última resulta más ajustada a la etimología puesto que este vocablo procede de la pronunciación inglesa de las siglas de la otrora famosa marca BVD (Bradley, Voorhees & Day) que hace años languidece en propiedad de “Fruit of the Loom”. En la Wikipedia puede encontrarse una lista de referencias de uso en la cultura popular americana de la que allí fuera muy conocida marca y, de hecho, es una sigla recogida en conocidos diccionarios como el Merriam-Webster.
Así que si hay una categoría de palabras en las que el riesgo de obsolescencia es sumamente elevado, esa es la que nos ocupa. Buena prueba de ello es que en la última edición del diccionario académico se procediera a la supresión de los artículos bivirí y estovaína. También habíamos visto anunciada la de buna, pero ahí sigue ese poco utilizado término. Vamos con las necrológicas.
Bivirí es un americanismo con el que
Anuncio de BVD de 1924 |
Nosotros vamos a documentar una de las referencias incluidas en la citada wikilista, cual es su uso en la película de Buster Keaton titulada “The Paleface” (1922). En la misma es utilizada en un intertítulo para explicar que la ropa interior, referida como B.V.D.s, que se ha fabricado el protagonista es rigurosamente ignífuga, un dato indispensable para poder comprender los acontecimientos posteriores. El film íntegro, solo son 21 minutos, puede verse en el siguiente enlace. La escena ya ven que está sobre el 9.
La estovaína también conocida como amilocaína es una anestésico, hoy poco utilizado, que fue sintetizado en 1903 por el químico francés de origen español Ernest Fourneau (1872–1949). El nombre que dio a su hallazgo tiene una interesante historia porque su primera intención fue llamarlo Forneaucaine, como resultado de la combinación de su nombre con el de la cocaína, el anestésico más utilizado en aquel entonces. Pero la dificultad de la pronunciación de esa palabra para los hablantes del inglés le llevó a traducir su apellido, que en francés significa horno, al ya entonces comercialmente pujante idioma en el que se dice stove. Y de ahí surgió la marca Stovaïne que se españolizó como estovaína. Otro día les contaremos como detrás de los neumáticos Bridgestone hay un proceso de traducción similar.
Envase francés de "Stovaïne" y anuncio catalán de 1916 que todavía mantiene la grafía "Stovaine" |
Otro antibiótico que también ha encontrado acomodo en el diccionario es la terramicina, aunque es un vocablo que no está etiquetado como la marca registrada propiedad de los laboratorios Pfizer que es (en inglés Terramycin). Se trata de otra tetraciclina cuyo nombre genérico es oxitetraciclina y recuerda en su denominación comercial la importancia que tuvo en el análisis de muestras de suelo en busca de hongos precursores de nuevos antibióticos. De hecho, las bacterias Streptomyces son las responsables del olor que conocemos como a “tierra mojada” que es provocado por una secreción conocida como geosmina cuya denominación significa “aroma de la tierra”.
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