A falta de nueva edición del quincenal Martes Neológico del Centro Virtual Cervantes, Álex Grijelmo trata esta semana en Palabras con pistas falsas algunos neologismos muy recientes como manosfera o robotaxi. Pero el hilo conductor de su artículo no es la novedad sino el carácter contraintuivo de sus respectivos significados que tan bien explican las enseñanzas del lingüista George Lakoff, el autor del muy exitoso libro No pienses en un elefante que en este blog mencionamos con cierta frecuencia. Un texto sobre el que Enric Juliana escribió en La Vanguardia hace ya algún tiempo que "El PSOE comenzó a perderse el día que José Andrés Torres Mora regaló a todos los miembros de la ejecutiva socialista el libro de George Lakoff". No diríamos tanto, pero no cabe duda de que esos elefantes que una vez mentados ya no puedes olvidar están muy presentes en la estrategia de comunicación del Psoe. Pero estamos empezando a caer en la tentación de desviarnos de nuestros propósitos de hoy, así que vamos a completar este primer comentario con la recomendación de que lean el entero artículo que adjuntamos como anexo.
En la sección El Trujamán en contrarán Se parecen, se parecen..., pero no son lo mismo (23): labyrinth y maze, una nueva entrega de la muy entretenida serie escrita por Fernando A. Navarro que incluye en esta ocasión un breve comentario del libro de negocios que pasa por ser el más vendido de la historia: Who moved my cheese? (1998; en España, ¿Quién se ha llevado mi queso?) del médico y escritor Spencer Johnson.
El Rinconte Páginas teatrales (55). El teatro de los ciegos, de Francisco Cutanda (1873) publicado por Alba Gómez García nos ha descubierto al poco conocido autor de la obra comentada que fue académico de la lengua entre 1861 y 1875. La reseña biográfica de la RAE que, por cierto, no menciona el citado El teatro para ciegos, incluye un enlace a su curioso discurso de ingreso en la Academia: El epigrama en general, y en especial el español.
Sobre el desolador periodismo que tanto se ve practicar actualmente, les recomendamos la lectura de La rutina del mal periodismo que nos permite prologar nuestra sección humorística de hoy con un recordatorio de que el ejercicio del humor permite la hipérbole, pero no exime del deber de veracidad.
Pasamos al lenguaje del humor con la pieza de "refranero libre" publicada por García Morán el pasado domingo que es su primera aportación canina al Zoo Pedro. Sigue la versión de Gallego y Rey del martes del proverbial Cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar (enlace al Refranero Multilingüe del CVC) y la comparecencia de Mª Jesús Montero en la viñeta de Peridis del miércoles que hace una abigarrada representación de meterse en un jardín.
En el ámbito literario contamos con dos viñetas inspiradas en el mítico Rey Midas. Donald Trump interpreta una coprogénica versión del personaje en la viñeta de Chris Riddell en el dominical The Observer y es irónicamente interrogado sobre sus capacidades por el auténtico transmutador en oro en la de Lee Judge.
En el apunte del próximo lunes mostraremos el grabado de Gustave Doré que inspira la viñeta de David Parkins sobre los lastres que sufren en sus propios partidos el primer ministro de Canadá Mark Carney el líder de la oposición conservadora Pierre Poilievre (que son Paul Chiang y la primera ministra del estado de Alberta Danielle Smith, respectivamente). La escena recreada, cuando el marinero (duplicado por Parkins) es castigado a llevar colgado del cuello el albatros que ha matado con su ballesta, pertenece al poema The Rime of the Ancient Mariner publicado en 1876 por S.T. Coleridge, habitualmente conocido en español como La balada del viejo marinero (enlace a la traducción de E. Ehrendos).
Anexo
Desentrañamos el significado de muchas palabras porque sabemos mirar dentro de ellas. La primera vez que alguien se haya topado con el término “cantautor” habrá entendido que menciona a quien interpreta sus propias creaciones. Si oímos “flotel”, imaginamos un hotel flotante, quizás anclado en la bahía; y en “amigovio” deduciremos que alguien se mueve con agrado en esa difusa frontera.
Pero a veces las palabras compuestas nos dan pistas falsas. Sucede en “metaverso”, pues ahí entendemos de forma intuitiva “más allá del verso” y no, frente a lo que se pretendía, “más allá del universo”. Y aunque conozcamos esta voluntad, seguimos viendo versos en ese término cada vez que sale a nuestro encuentro, queramos o no.
Otro tanto sucede con VioGén, acrónimo del observatorio español que coordina la lucha y la protección frente a la violencia machista. Por mucho que se pretenda relacionar “vio” con violencia, y “gen” con género, el proceso cognitivo que produce ese término nos lleva al vocabulario médico, por el influjo del segundo elemento, como pasa por ejemplo en “oncogén”: genes cuya activación puede desatar un proceso canceroso. Además, VioGén suena al oído hispano igual que Biogen, empresa multinacional dedicada a la biotecnología.
Todo eso pasa también con otros dos vocablos que están asaltando los medios: “manosfera” y “robotaxi”.
En el primero no queda más remedio que ver la palabra “mano”; y en el segundo, la voz “robo”. Son significados que se activan sin voluntad en la mente de cualquier hablante del español, y que contaminan desde ese momento la percepción psicológica y tal vez el juicio al que induce el vocablo. Del mismo modo, el sintagma “un marmolista lento” activa por debajo del umbral de percepción la palabra “talento” (Gerry T. M. Altmann, La ascensión de Babel. Una incursión en el lenguaje, la mente y el entendimiento. Ariel, 1999; pág. 83). Y esto nos ofrece una percepción positiva del marmolista.
El “robotaxi” pretende ser un taxi robot, un vehículo que lleva pasajeros sin que nadie lo conduzca. Pero el elemento “robo” salta de inmediato y activa la percepción negativa, sobre todo si el receptor del mensaje ha sufrido antes alguna tropelía en un taxi conducido por un ser humano.
A su vez, la voz “manosfera” (compuesta como “blogosfera” y “fachosfera”) designa a las cibercomunidades de tendencias misóginas y antifeministas. Se forma a partir de la voz inglesa man (hombre), y en aquella lengua sí se favorece la intuición del significado: manosphere: el mundo de los hombres (llamado así en 2009, cuando aún no había pasado de la masculinidad al machismo). Sin embargo, al llegar ese término al español despunta el elemento “mano”, que no podemos dejar de percibir. No pienses en un elefante (George Lakoff, 2006) y “no veas ahí la palabra mano” surten el mismo efecto. ¿Cómo no pensar en un elefante o en una mano si no hay manera de escapar de esos conceptos una vez que el cerebro los ha procesado?
Alternativas como “metauniverso” (para “metaverso”), “ProteFem” (y no “VioGén), “taxibot” (en lugar de “robotaxi”) y “machosfera” o “cafreesfera” (en vez de “manosfera”) ayudarían a procesar mejor lo que se intenta transmitir. Porque “metaverso” da un falso toque poético a lo que representa; “VioGén” vuelve frío lo que debería ser acogedor; “robotaxi” hace desconfiar del precio que cobrarán; y “manosfera” quita gravedad al término sin condenar el condenable fenómeno que nombra.
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