Después de darle una pensada hemos decidido resolver la duda con que finalizábamos el apunte precedente sobr este asunto proclamando al ajedrez como segundo deporte más implantado en el lenguaje coloquial, incluso por delante del fútbol. Y es que ya el propio nombre de este juego-deporte nos sirve para dar el nombre de ajedrezado a los conjuntos de cuadrados dispuestos a imitación de las casillas del famoso tablero. Un término que asímismo usamos como adjetivo.
Las casillas también reciben el nombre de escaques y del mismo nació el verbo escaquear, o sea, dividir en escaques, con que pasó a denominarse la táctica militar de dispersar la tropa repartiéndola por una imaginaria cuadrícula. Y como no faltaba quien aprovechaba esa coyuntura para apartarse de las zonas más comprometidas, ese verbo pasó a tener el significado de eludir una tarea u obligación común.
El lance culminante del ajedrez es el jaque mate que procede del persa sha mat y literalmente significa “rey derrotado”. Su uso también está ampliamente instalado en nuestro lenguaje que cuenta con expresiones como estar o traer en jaque. Y jaque es un bravucón o perdonavidas, aunque ni siquiera la eclosión del bulling ha reactivado su uso.
El enroque es un movimiento defensivo en el que
el rey y la torre del mismo bando cambian su posición, único del ajedrez en que se mueven dos piezas a la vez. Y enrocarse ha pasado a denominarse, por analogía con la limitación de movimientos que impone al rey esa jugada, a quien se encierra en un punto de vista y se empecina en defenderlo aunque vislumbre que va errado.
Por último, vamos a citar hacer, quedar o dejarlo en tablas, expresiones bastante utilizadas para referirse a los empates, aunque no siempre se aplica a los pactados como pide su origen.
Una buena muestra de lo que ha cundido lingüísticamente este juego es que la interesante serie "El ajedrez y la literatura" que publica Fernado Gómez Redondo en el Rinconete del Centro Virtual Cervantes realizaba ayer su 56ª entrega. En ella se recoge, por ejemplo, una frase atribuida a un arzobispo toledano del siglo xv: «De Sevilla dijo Alonso Carrillo que parecía a los trebejos [piezas] del ajedrez, tanto prietos [negros] como blancos, por los muchos esclavos que hay en aquella ciudad».
Y hablando como estábamos de empates, señalemos que resulta un tanto afectado utilizar para referirse a los transitorios el tenístico deuce, que por aquí pronunciamos ius, pero no está de más recordar que es un término que procede de la corrupción de la expresión francesa "à deux de jeux" (a dos puntos del juego). Y encima nos da pie para llamar la atención sobre la escasa aportación al lenguaje coloquial de ese deporte plagado de anglicismos a pesar de tener su origen en el muy francés "jeu de paume".
Cierto es que el propio nombre del tenis se utiliza en sitios como Andalucía o Canarias, y en América en México o Colombia, para referirse a las zapatillas deportivas. Ello da pie a la curiosa expresión "ponerse unas tenis de baloncesto" que hemos encontrado en una novela traducida del inglés por un mexicano (concretamente en "El poder de perro" de Don Winslow).
Por último, vamos a citar hacer, quedar o dejarlo en tablas, expresiones bastante utilizadas para referirse a los empates, aunque no siempre se aplica a los pactados como pide su origen.
Una buena muestra de lo que ha cundido lingüísticamente este juego es que la interesante serie "El ajedrez y la literatura" que publica Fernado Gómez Redondo en el Rinconete del Centro Virtual Cervantes realizaba ayer su 56ª entrega. En ella se recoge, por ejemplo, una frase atribuida a un arzobispo toledano del siglo xv: «De Sevilla dijo Alonso Carrillo que parecía a los trebejos [piezas] del ajedrez, tanto prietos [negros] como blancos, por los muchos esclavos que hay en aquella ciudad».
Y hablando como estábamos de empates, señalemos que resulta un tanto afectado utilizar para referirse a los transitorios el tenístico deuce, que por aquí pronunciamos ius, pero no está de más recordar que es un término que procede de la corrupción de la expresión francesa "à deux de jeux" (a dos puntos del juego). Y encima nos da pie para llamar la atención sobre la escasa aportación al lenguaje coloquial de ese deporte plagado de anglicismos a pesar de tener su origen en el muy francés "jeu de paume".
Cierto es que el propio nombre del tenis se utiliza en sitios como Andalucía o Canarias, y en América en México o Colombia, para referirse a las zapatillas deportivas. Ello da pie a la curiosa expresión "ponerse unas tenis de baloncesto" que hemos encontrado en una novela traducida del inglés por un mexicano (concretamente en "El poder de perro" de Don Winslow).
El tenis nos recuerda como es notable la forma en que hemos importado grip en varios deportes, pero en unos se aplica a la colocación de las manos en la empuñadura, ya sea de raquetas o palos como los de golf, mientras que en los del motor sirve para hacer referencia a la adherencia con el asfalto.
Este deatlle nos sirve de puente hacia el automovilismo que también está lleno de anglicismos a cuya contención ha dedicado algún esfuerzo Fundéu (enlace, y otro para el motociclismo). El más aclimatado al lenguaje no deportivo quizá sea rally habitualmente aplicado para referirse a las alzas pronunciadas de las bolsas. En el apunte dedicado a ese término por Fundéu se nos advierte la expresión "rally alcista" resulta redundante y que es un vocablo que bien puede sustituirse por repunte.
Pole position también tiene algún uso coloquial, pero no puede decirse que sea especialmente común. Y es que, ya puestos, también tenemos un amigo que suele proponernos como un stop and go la tradicional espuela (3ª acepción) que precede la retirada al hogar después de un típico ejercicio de socialización.
Un auténtico farolillo rojo |
También tiene bastante uso figurado el asimilado anglicismo esprintar que ya aparece recogido en el Diccionario como "esfuerzo final que se realiza en cualquier actividad". En estas fechas de exámenes igual hasta lo han usado o, incluso, encarecido.
Del atletismo solo nos parece significativo el uso no deportivo que se hace de maratón y su derivado maratoniano al que nuestros académicos han dado la sosita segunda acepción de "que tiene los caracteres del maratón". Pues muchas gracias, pero bien podría sustituirlo por "aquello que es largo y, las más de las veces, fatigoso". De hecho, por acronimia entre televisión y maratón se ha creado el neologismo teletón cuyo uso restringe nuestro diccionario a Honduras y México cuando es de utilización generalizada en más países de América. Aunque cierto es que por aquí no tiene mucho uso, quizá porque debe mediar alguna cuestión de propiedad sobre la marca.
No podemos dejar de hacer una referencia al en España bastante marginal rugby que ha colocado en lenguaje diario placar y placaje, así llamamos al derribo de quien huye, pero sobre todo melé que, en segunda acepción, es "aglomeración alborotada de personas". Mejorable definición, porque la característica definitoria no es el alboroto sino lo estrecho del contacto. Y es que la voz francesa mêler viene del latín vulgar musculare, culto miscere, que es mezclar. Bien clarito.
Finalizamos con la rareza de que deportes aun más minoritario como el billar o el esgrima también hayan dejado alguna huella en el lenguaje coloquial. Del primero hemos tomado "de una tacada" para expresar lo hecho de una vez y del segundo, vale que es una expresión culta, pero ahí tenemos el touché con que se reconoce, aunque cada vez menos, una contrargumentación brillante recibida en el curso de un debate. No lo escucharán en la inminente campaña.
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