Mes y medio hace ya que publicábamos la anterior entrega de esta serie dedicada al uso que hacemos de los zoónimos para designar
conceptos distintos de los propios animales. Y en ese contexto resulta obligado dedicar una entrega a los lingüísticamente muy productivos perros que allá por el siglo XV el español dejó de llamar con preferencia
canes por motivos que no están muy claros. Nos desmarcábamos así
de las demás lenguas romances que conservan de forma generalizada los derivados
del latín canis: el francés chien, italiano cane, rumano cîine o el portugués cão.
Ni siquiera tenemos claro el origen del triunfador término perro que interviene en numerosas
expresiones, pero que lingüísticamente ha sido mucho menos productivo que can. Así, todo lo referido a los perros
es canino, y canina son sus excrementos. Caninos
llamamos a los colmillos arrancadores de los carnívoros y se decía letra canina a la doble erre por la
fuerza con que se pronuncia.
Por analogía con hipódromo se creó la palabra canódromo aplicando el sufijo griego -dromos, pista de carreras, para denominar los recintos acondicionados para las hoy en día decaídas competiciones de galgos. Hasta nuestro pequeño Oviedo y también Gijón tuvieron los suyos (enlace a uno de los pocos recuerdos que quedan del ovetense, el gijonés está un poco más documentado en la red: enlace). Y es curioso que la lengua francesa recurriera, en cambio, a una raíz griega para acuñar su cynodrome.
También es reseñable como otro moderno término también creado por imitación, rocódromo, no participa del significado original. Rara vez se echan ahí carreras.
También es reseñable como otro moderno término también creado por imitación, rocódromo, no participa del significado original. Rara vez se echan ahí carreras.
El español importó con la forma canalla la voz italiana canaglia para dar nombre a las jaurías de perros, pero esa palabra pronto pasó a ser utilizada
en sentido figurado como un insulto y a designar a la
“gente baja y ruin” o a la “persona despreciable y de malos procederes”. Es una metáfora generalizada en las lenguas romances aunque en catalán, además de ese
uso, sirve en femenino para designa a un conjunto de niños, la canalla. Una comparación que en este
segundo caso se fija en que la chiquillería es ruidosa e inquieta como una
jauría de juguetones cachorros.
Modernamente ha surgido otro término despectivo por
asociación de dos elementos característicos de quienes hay quien considera una
moderna versión de los hippies. Pero el vocablo perroflauta ha
trascendido su significado original y se utiliza en numerosas ocasiones para
referirse a cualquier joven con aspecto desaliñado. Una palabra que tuvo su pico de uso poco después del 15-M.
La despectiva comparación con el perro tiene rancia tradición como atestigua el hoy en desuso perrengue, "hombre que con facilidad y vehemencia se enoja, encoleriza o emperra". Lo que ya ha sido suprimido es lo consignado acerca de perro en la edición del Drae de 1737: “metafóricamente se da este nombre por ignominia, afrenta o desprecio, especialmente a los moros y judíos”. No sabemos cuanto resistirán los sentidos figurados de perrería o perrada. Hasta que la tome con ellas alguna organización de las que se titulan animalistas.
La despectiva comparación con el perro tiene rancia tradición como atestigua el hoy en desuso perrengue, "hombre que con facilidad y vehemencia se enoja, encoleriza o emperra". Lo que ya ha sido suprimido es lo consignado acerca de perro en la edición del Drae de 1737: “metafóricamente se da este nombre por ignominia, afrenta o desprecio, especialmente a los moros y judíos”. No sabemos cuanto resistirán los sentidos figurados de perrería o perrada. Hasta que la tome con ellas alguna organización de las que se titulan animalistas.
El griego kynikós (κυνικός), que significa perruno, dio origen a cínico porque el comportamiento de los
así llamados, al igual que hemos visto en el caso de los canallas, se asimiló al de los
perros. Esa misma raíz griega kynos es la utilizada para componer la palabra cinología que denomina el estudio de estos animales,
aunque es un término que no aparece registrado en la mayor parte de los
diccionarios del español.
Los derivados de esa raíz culta siguen creciendo y, así es que la policía ha decidido llamar a las unidades que se auxilian con perros servicios cinológicos. En los países de habla inglesa es frecuente asignarles el aparentemente críptico identificador K-9 que no es más que un juego de homofonía con la palabra canine.
Los derivados de esa raíz culta siguen creciendo y, así es que la policía ha decidido llamar a las unidades que se auxilian con perros servicios cinológicos. En los países de habla inglesa es frecuente asignarles el aparentemente críptico identificador K-9 que no es más que un juego de homofonía con la palabra canine.
El género botánico cynara al que pertenecen las alcachofas
toma su nombre del griego κυνάρα o κινάρα, kinára,
que es un derivado de κύων, kíon (perro). Y ello porque hubo a quien le pareció
que la forma de las brácteas, hojas si vds. quieren, se asemeja a los dientes
de un can. Una palabra que pasó al latín como cinara, denominación que
también aplicaban al cardo.
Y muy apropiado nombre el de Cynar para una bebida realizada por maceración alcohólica de botánicos con predominio de la alcachofa. Desde 1995 es propiedad del grupo Campari y es la base de cócteles como la caipichofa.
Canijo también procede de can, concretamente del diminutivo latino canícula,
perrita, y ello por el proverbial hambre que antiguamente pasaban estos animales que, por ello, con frecuencia tenían muy desmejorado aspecto. De
ahí la popular expresión hambre canina o perruna.
Otra famosa perrita, en esta caso astronómica, es la
estrella Sirio, cuyo nombre procede
del griego seirios que significa «abrasador». Pero también es conocida
como «la estrella perro» por ser la más brillante de la constelación
del Can Mayor (Canis Maior) y, de hecho, lo es de todo el cielo nocturno. Como durante el verano boreal
es invisible durante los setenta días en que sale y se pone mientras luce el Sol,
antiguamente se pensaba que su energía se sumaba a la del astro rey para
producir los días más calurosos o «días caniculares. Lo que coloquialmente seguimos
llamando canícula a pesar de que la
reaparición nocturna de esa estrella, lo que se llama su orto
helíaco, se produce actualmente en el mes septiembre, cuando ya han pasado los calores estivales.
La constelación Canis Maior en un bello mapa estelar de 1822 (enlace a la imagen completa) y versión esquematizada sobre una foto del cielo nocturno |
Pero hace 4.000 años las cosas eran diferentes, cosas de la llamada precesión de los equinoccios. Durante el
Imperio Medio de Egipto el calendario se basaba en el orto heliaco de Sirio
porque esa efeméride, próxima entonces al solsticio de verano, marcaba el inicio de la crecida anual del Nilo.
Añadiremos que la estrella más brillante de la
constelación Canis Minor lleva el
nombre de Procyon que significa
"antes que el perro" Una referencia a su aparición en el cielo inmediatamente
antes que Sirio.
Ejemplares reales de la raza xoloitcuintle junto a un congénere de bronce en el jardín del Museo Dolores Olmedo de la Ciudad de México (más sobre ellos) |
Canecillos son en
el lenguaje de la arquitectura las cabezas de las vigas del techo interior que
cargan sobre los muros y sobresalen al
exterior para sostener la cornisa. Una denominación alternativa es modillón y
el estilo románico se caracteriza por las variadas decoraciones aplicadas a los
mismos, algunas de ellas muy explícitas. Adjuntamos un detalle de San Martin de Frómista.
El Cancerbero explicado en el suplemento Gente Menuda de la revista Blanco y Negro del 11 de octubre de 1931 (enlace) |
Un nombre común procedente de otro propio nos recuerda que también tenemos el caso contrario como es el de las Islas Canarias que ya hemos explicado en una anterior entrega de esta serie. Y de ahí procede el parentesco entre perros y canarios, puesto que esos pájaros tomaron su nombre de esas islas donde son especie endémica.
Dejamos can y volvemos a perro para dar cuenta de que aparte de los derivados triviales perrero/a o perrería, también tuvo
mucho uso la desaparecida perrona también llamada perra gorda. Esa era la denominación coloquial de la moneda de 10 céntimos de peseta que fue acuñada a partir de 1868 y recibió ese nombre en castiza alusión al león del reverso. Y de ahí deriva lo de "tener perras".
Correlativamente, la perra chica o en algunos sitios, sobre todo de Levante, perreta, era la moneda que tenía mitad de peso, tamaño y valor. Por paronimia
perreta ha pasado a sustituir ocasionalmente a rabieta en la expresión cogerse una idem. Y aunque ya no tiene mucho uso, todavía se escucha alguna vez el adjetivo perronero para referirse a lo que por barato se supone de escasa
calidad.
No ha tenido mucho desarrollo lingüístico la referencia a los mordiscos, aunque cabe reseñar que en Chile se llama perro a la pinza para tender la ropa. Un instrumento que tiene muy variadas denominaciones en América (ver lista).
No ha tenido mucho desarrollo lingüístico la referencia a los mordiscos, aunque cabe reseñar que en Chile se llama perro a la pinza para tender la ropa. Un instrumento que tiene muy variadas denominaciones en América (ver lista).
Clase de perreo con Usain Bolt |
Y hablando de términos ingleses, una vez aclimatado el hotdog como perrito, lo que todavía no ha generado el español es un equivalente
autóctono al eufemístico doggy bag
del inglés. ¿Será que somos gentes más directas? o símplemente más dejados.
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