Maternar es la muy poco utilizada palabra tratada en la última edición del Martes Neológico. Un verbo que Ashley Zhang, autora del artículo llamativamente carente de internetal rastro, define como cuidar a los otros como una madre. Muy discutible y francamente adanista nos parece la final calificación de tendencia reciente dada a la de valorizar la crianza y los cuidados de los otros.
Álex Grijelmo publicó el miércoles en El País Neutralidad, imparcialidad, simetría, equidistancia. Un análisis sobre las diferencias entre esas dos parejas frecuéntemente utilizadas como sinónimos que no son. Como es habitual, encontrarán el texto íntegro como anexo.
Diego S. Garrocho aporta hoy un segundo anexo con su artículo Nazis, también publicado en El País. Una oportuna reflexión sobre las comparaciones con un fenómeno tan excepcional en su perversidad que nombrarlo en vano debería ser pecado. Una idea que ya nos habrán visto manifestar, cierto que con menos énfasis, en algunos comentarios sobre el trabajo de algunos dibujantes muy dados a tirar de la simbología nazi.
Ermengol suma hoy desde el diario La Mañana de Lérida un nuevo ejemplo de su condición de máximo exponente en el humor de prensa de lo denunciado por Garrocho.
Proseguimos ya en el lenguaje del humor con el paronímico malentendido de Puebla del lunes conexo con el que en inglés se denomina mondegreen y en español es ocasionalmente conocido como pomporruta (en puridad, cuando se trata de canciones). Sigue la contraposición de acepciones de la palabra convención de la tira publicada por César Oroz en el Día de la Infancia que conmemora los aniversarios de la firma de la Convención sobre los Derechos del Niño.
El propio miércoles Antón actualizó en plan tremendista el desabrido dicho "para lo que me queda en el convento, me cago dentro" que refleja la despreocupción por las consecuencias de sus actos de quien está próximo a desvincularse de algo.La Tira y Afloja de Javier Cuervo y Pablo García propuso al día siguiente una colección de líneas en las que no podía faltar una roja, concepto que hace ya varios meses que no encontrábamos en el humor nacional. Reactivamos la colección Las líneas rojas en el humor de 2024.
Peridis llevó a su viñeta de anteayer un equívoco apoyado en una rectificada elipsis que invita a confundir un aniñado demostrativo con una sangrienta sigla. Tenemos la sensación de haber visto antes alguna otra viñeta con este malévolo juego.
Tanto Miki y Duarte como García Morán apoyan hoy en la expresión tirar de la manta las viñetas que nos invitan a recordar la de Álvaro del pasado 28 de octubre en que Ábalos aparecía como candidato a protagonizar el acto que el DLE define como Descubrir un caso escandaloso que otro u otros tenían interés en mantener secreto.
Dave Coverly encabeza un muy breve apartado literario con una canina adaptación del título de la aclamada novela de Jane Austen Sense and Sensibility habitualmente conocida en español como Sentido y sensibilidad cuando un título mucho más fiel al significado original es «Juicio y Sentimiento» con el que la editorial Alba publicó en 2017 la traducción de Luis Magrinyà.
Concluimos esta escueta sabatina de hoy con Pinocho convertido por Eneko las Heras en la nave de fortuna que mantiene a flote a Feijóo y Mazón. Cuántas pensantes fatigas ahorra el maniqueismo.
Anexo 1
Neutralidad, imparcialidad, simetría, equidistancia
Álex Grijelmo (El País 20/11/24)
El neutral no se involucra, el imparcial puede hacerlo. Y ser por igual ajeno a las opciones enfrentadas no le impedirá tomar decisiones asimétricas al respecto
Algunos términos y locuciones de la lengua española muestran una cercanía fonética entre sí que a veces lleva hacia la confusión a quienes hablan en público o escriben en los medios. Por ejemplo, “infligir” (un castigo) e “infringir” (una norma); “comer de sobra” (o sea, saciarse) y “comer de sobras” (con los restos del día anterior); “hacer agua” (fracasar) y “hacer aguas” (orinar); “comparar” (ver las diferencias entre dos cosas o personas) y “equiparar” (considerarlas iguales en algo); “tocar de oído” (por intuición, sin formación musical) y “tocar de oídas” (sin poder atestiguar algo personalmente).
A veces la proximidad no es tanto fonética como semántica. En estos casos se confunden ya conceptos que en apariencia se hallan próximos pero no son iguales. Por ejemplo, “demanda” (que se tramita por lo civil y puede conducir a una indemnización) y “querella” (que va por lo penal y puede acarrear cárcel); el guion (que es corto y une dos palabras) y la raya (que es larga y que abre y cierra una explicación); la “injuria” (insulto, menoscabo) y la “calumnia” (atribución falsa de un delito).
Tengo para mí que en este segundo capítulo de términos cercanos pero distintos se incluye la falsa sinonimia entre “imparcialidad” y “neutralidad” por un lado, y “equidistancia” y “simetría” por otro, como si todos ellos significaran lo mismo. Sin embargo, quien adopta una determinación asimétrica no deja necesariamente de ser imparcial.
Se supone que un árbitro de fútbol es imparcial, pero no tiene por qué señalar un penalti a un equipo por el mero hecho de haberlo sancionado para el otro. Su guía es el reglamento, no la igualdad en sus decisiones ante hechos distintos.
Cuando, el 3 de octubre de 2018, Felipe VI pronunció aquel duro discurso contra quienes habían proclamado la independencia de Cataluña, fue acusado por los secesionistas de haber perdido la imparcialidad. Sin embargo, tanto él como un árbitro de fútbol no pueden ser neutrales entre quienes cumplen el reglamento, en este caso la Constitución, y quienes lo vulneran. El Rey pitó penalti, pero siguió siendo imparcial.
Según la definición académica, es neutral quien “no participa de ninguna de las opciones en conflicto”. Y la imparcialidad corresponde a su vez a quien no tiene un “designio anticipado” en favor o en contra de alguien, lo cual “le permite juzgar o proceder con rectitud”.
El neutral no se involucra, el imparcial puede hacerlo. Y el hecho de ser por igual ajeno a las opciones enfrentadas no le impedirá tomar decisiones asimétricas al respecto. Así sucede en las mediaciones arbitrales entre empresas o particulares que designan a una persona imparcial para que decida, mediante un laudo, cuál de las partes en conflicto lleva razón y en qué medida.
A su vez, se toma por equidistante a quien se sitúa en igual lejanía o cercanía respecto de uno o varios puntos u opciones. Y eso se puede asimilar con la simetría, o correspondencia exacta de dos partes con respecto a un centro o eje (del que equidista cada uno de sus puntos correspondientes).
Hablaba de este asunto con mi amigo el escritor Martín Caparros y él alumbró un resumen magnífico: “Hay quien entiende que si alguien comete algo horrible hará falta, antes de contarlo, buscar con lupa algo feo que haya hecho su oponente, para pasar así por neutral”.
Ante la crítica contra un antivacunas de la derecha como el nuevo responsable de Salud con Donald Trump, por ejemplo, hay personas capaces de oponer que habría que censurar también a otro igual en el equipo de Kamala Harris. De acuerdo, pero ¿a quién?
Incluso cuando se exponen determinadas manipulaciones por parte de la ultraderecha o del PP contra el Gobierno, parece que hubiera que buscar otras iguales difundidas por el PSOE, a fin de encontrar un equilibrio. Lo cual resulta difícil, pues se hablaba de artificios... contra el Gobierno.
No se puede aplicar la simetría para juzgar o mostrar lo que es asimétrico, ni mostrar como simétrico aquello que es desigual. Eso no sería actuar con imparcialidad.
Anexo 2
El término lo habrán leído ya en demasiados lugares. No hay crítica ni alerta que no amague con recurrir a este diagnóstico exagerado: nazis. En todas partes. En Twitter, en el Parlamento Europeo, en los suburbios de Detroit y hasta en Dos Hermanas, si miramos bien. Cualquier rasgo iliberal, todas las pulsiones ultras o incluso ciertos ademanes vehementes tienen que ser inmediatamente anatemizados con un término desgastado por el uso y la inflación semántica. Decir “nazi” no es decir nada; es tirar de la última palabra del cajón, la más sonora, la más intimidante, a la que algunos recurren para dar una voz de alarma que cada vez resulta más imprecisa e inverosímil. Y esto, por cierto, también es desinformación.
El nazismo fue un fenómeno tan excepcional en su perversidad que nombrarlo en vano debería ser pecado. Intentar asimilar formas políticas que nos repugnan al atroz totalitarismo hitleriano no es más que una prueba de nuestra pobreza intelectual y de una indigencia verbal. Los fenómenos iliberales que amenazan nuestra convivencia —también desde la izquierda— son infinitamente más complejos que la caricatura diabolizante que algunos intentan trazar.
La exageración es una forma agravada de simplificación, muy próxima a la mentira. Pero siempre es una tentación. En España, hubo quien se arrancó a llamar “falangito” a Albert Rivera y se inauguró una nueva manera de manejar el lenguaje político, además de una absurda asimetría: “con Rivera no”, gritaron los mismos que, con el tiempo, pensaron que con Mertxe Aizpurua sí. Pero seamos francos: detrás de cada hipérbole no hay intención alguna de describir la realidad.
Trump, Meloni, Orbán o Milei despliegan políticas inequívocamente preocupantes, pero no son nazis. La democracia liberal enfrenta muchos desafíos y desafortunadamente olvida que gran parte del problema le pertenece. Las élites académicas y mediáticas están demostrando una total incapacidad para diagnosticar fenómenos complejos, y el desacople entre la opinión pública y la conversación oficial cada vez se hace más evidente sin que exista el menor atisbo de autocrítica. Alexis de Tocqueville dijo que un mundo nuevo necesitaba una ciencia política nueva, pero la tradición democrática está evidenciando una injustificable pereza e impotencia. Hay quien cree que puede explicar lo que nos ocurre sirviéndose de categorías de los años treinta del siglo pasado, pero el ciudadano medio ya hace mucho que está en la siguiente pantalla. En el fondo, es normal que no nos crean.
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