Qué ocasión perdida de impartir una fantástica lección sobre
nuestras limitaciones cognitivas, un asunto sobre el que ya tratábamos hace
algo más de un mes en el apunte “La estupidez emocional”.
¿Se imaginan que Marc
Márquez y Valentino Rossi nos
descubrieran de pronto que en realidad se habían intercambiado mono, casco y
moto durante la carrera de Malasia? ¿Que todo formaba parte de un gran
experimento social destinado a enseñar a la gente la enormidad de sus limitaciones
cognitivas?
¿Cuantos españoles que no dudan sobre la patada dejarían de pronto de verla y cuantos italianos comenzarían a tener clarísima la agresión?
¿Cuantos españoles que no dudan sobre la patada dejarían de pronto de verla y cuantos italianos comenzarían a tener clarísima la agresión?
Cómo echamos en falta
que la prensa nos cuente del incidente quienes no tienen involucración
emocional. No es el caso del TAS que no sería raro que acabe inventándose algún
pasteleo. Y es que menuda malla de intereses ha creado el deporte espectáculo donde lo
único importante es ganar (pasta).
Y qué decir de esos miles de moteros transalpinos que han pasado de presumir
del espectáculo de adelantamientos que ofrece ese deporte a estar quejosos
de que los haya, de que se compita. Espectáculo sí, pero en tanto en cuanto no ponga en
riesgo la victoria del ídolo.
A fin de cuentas también hemos visto aplaudir al
defraudador fiscal a la salida del juzgado e idolatrar al impostor que hacía campañas contra la droga mientras se
metía de todo. Sí, ese futbolista cuya jugada más famosa es tramposa.
En todo caso, nosotros no negamos nuestra involucración
emocional, así que seguimos viendo una extraña trayectoria que frena y saca al
rival de la trazada normal, una, dos y hasta tres miradas desafiantes y un raro movimiento. Pero casi es lo de menos a la vista de la imagen tomada en el campo del Nápoles. Todo un manifiesto ideológico.
Por cierto, ¿saben si las autoridades deportivas han hecho algo
sobre esa pancarta?
Qué tremenda deriva la del deporte-espectáculo
dirigido por "sobraos" capaces de soltar un “págame un millón de la moneda que
quieras”.
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