Tanto el dúo Antón, que adaptó en el diario bilbaíno El Correo el famoso "¡Váyase señor González!", como Fontdevila, trataron el 20 de diciembre la aproximación entre PP y Junts con un guiño al "catalán en la intimidad" que Aznar dijo hablar cuando en marzo de 1996 se afanaba en buscar apoyos para su investidura como presidente de gobierno.
Aunque en las votaciones del miércoles distara de haber concertación previa, tanto Miki y Duarte como Fontdevila llevaron a sus viñetas de ayer sendos brindis, por más que el segundo ponga el foco en el rechazo del impuesto a las energéticas que se votó en un decreto separado porque se sabía que iba ser rechazado por no contar con el apoyo de Podemos.
Concluimos con una oportuna pieza de política ficción publicada el 15 de enero por Juan Soto Ivars en El Confidencial.
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Ojalá gobernase el PP para que lo entendieras
Todo parecía abocado a una repetición electoral, pero de pronto, por sorpresa, el PP y Junts anunciaron que habían llegado a un acuerdo para lanzar una moción de censura
Después de las elecciones convocadas tras la moción de censura exitosa contra Pedro Sánchez, el PP y Vox se quedaron a tres votos de la mayoría para formar gobierno. La irrupción de Se acabó la fiesta, el partido de Alvise Pérez, no fue suficiente, puesto que el populista digital obtuvo solamente dos escaños.
Todo parecía abocado a una repetición electoral, pero de pronto, por sorpresa, el PP y Junts anunciaron que habían llegado a un acuerdo. Pese a que el PP había asegurado que no había acuerdo posible con Puigdemont, Junts ofrecía al PP el Gobierno a cambio de una nueva ley de amnistía capaz de sortear al Tribunal Supremo.
Entre los periodistas y tertulianos que se habían opuesto con fiereza a la amnistía de Sánchez, surgieron ahora algunos, rápidamente colocados en RTVE, que no sólo defendían la nueva amnistía de Feijóo, sino que decían que siempre habían pensado lo mismo. En un ambiente de pocilga intelectual, encabezado por el nuevo presidente, parece que la hemeroteca ya no sonrojaba a nadie.
Feijóo estaba en la Moncloa, pero débil. Abrumado por el Frankenstein con que afrontaba su presidencia, en su discurso inaugural endureció el tono. Habló de los “rojos” que habían gobernado los últimos años y del peligro que supone la izquierda para la democracia. Señaló también a los “pseudomedios rojos” y, en referencia la jueza que no condenó al hermano de Pedro Sánchez, a “rojos con toga”.
Ya desde el primer momento quedó claro que no gobernaba para todo el país, cuando se comprometió a levantar “un muro” contra los rojos, como en el Berlín de la Guerra Fría, porque “el socialismo es una lacra en toda Europa y es hora de que ni una sola de sus ideas penetre en nuestra patria”. Por su parte, el vicepresidente Santiago Abascal hizo alusiones a la victoria franquista en 1939 y el “ya hemos pasao”.
Se pusieron en marcha desde el inicio medidas cosméticas y polarizadoras, como regresar a Franco y José Antonio al Valle de los Caídos, la ley de Memoria Leal que entierra definitivamente las exhumaciones de represaliados por la dictadura y calles y estatuas para varios ministros desarrollistas de Franco, todos del Opus Dei, por lo que el nuevo gobierno entiende que fue la “semilla de la democracia”.
Los socios pactaron con la derecha vasca y catalana regresar a la reforma laboral de Mariano Rajoy, eliminando los cambios introducidos por Yolanda Díaz, y se anunció una nueva ley educativa claramente inspirada por Vox, que colocará “en el centro” el valor de las tradiciones como el toreo y la Semana Santa, prohibiendo cualquier alusión a la homosexualidad o la violencia de género.
Sin embargo, pese al programa de medidas anunciadas (que difícilmente podrán llevarse a término debido a la debilidad parlamentaria), el nuevo Gobierno se encargó de incumplir desde el inicio algunas de sus promesas nucleares de campaña. No sólo pactaron con Junts una nueva amnistía, sino que se dedicaron a colonizar todas las instituciones del Estado: el Banco de España, el Tribunal Constitucional, la Fiscalía General de Estado y por supuesto RTVE.
El caso de RTVE quizás sea uno de los más sangrantes para sus votantes: PP había prometido “pluralidad”, mientras que Vox y Alvise exigían “cerrar ese engendro para siempre” y “dedicar el dinero a los enfermos de la ELA”. Ahora han ocupado todos los asientos del Consejo. Vito Quiles sustituye a Silvia Intxaurrondo, Javier Cárdenas ocupa el espacio de David Broncano por una millonada y la línea editorial de los informativos es un calco de la estrategia de comunicación del PP.
Lejos de recortar el número de ministerios y altos cargos, como había prometido en campaña, Feijóo creó dos ministerios nuevos y más bien cosméticos (el de “Familia Tradicional, Religión Católica y Sí a la Vida” que sustituyó a “Igualdad”, y el de “Criptomonedas e Identidad Española”, en sustitución por el de “Agenda 2030”), con el único fin de contentar a Vox y Alvise y colocar a sus ministros. Pero esta no fue la única promesa electoral que incumplió.
Para colmo, un año después de la investidura, el gobierno surgido de una moción de censura contra la corrupción y el totalitarismo cesarista del PSOE abusa de los decretazos y está acosado por las investigaciones periodísticas y judiciales, a las que Feijóo se refiere como “fango rojo” y “amenaza para la democracia”.
El nuevo fiscal general del Estado está inmerso en problemas porque filtró presuntamente información privada del hijo de Salvador Illa, quien se ha convertido en la némesis del gobierno central. Además, el número 2 del PP e ideólogo de la moción de censura habría colaborado con un conseguidor en lo que parece un grave caso de corrupción con los fondos para la reconstrucción de Valencia y ramificaciones en todo el partido. Para colmo, la mujer de Feijóo ha firmado varios contratos con empresas en problemas financieros, rescatadas después por el Gobierno.
Así las cosas, Feijóo no sólo no se achanta, sino que emplea una estrategia confrontativa de populismo, absolutamente impermeable a la verdad. Pero lo peor no es esto, sino que el PP ha propuesto esta semana una ley que dejaría sin efecto muchas de las investigaciones judiciales en curso contra su partido, además de una reforma del Poder Judicial por la que se exigirá un expediente político “limpio” a los jueces en lo que sus adversarios señalan como un atentado contra la separación de poderes.
¿Y sus votantes? Traicionados en lo esencial por las mentiras de Feijóo y enardecidos por el cambio por su propaganda guerracivilista y la demonización de media España, lejos de retirar su confianza a quien hace lo contrario de lo que decía y pone en peligro el Estado constitucional, le aplauden mucho en Twitter y repiten el mantra del nuevo Gobierno: “Si le jode a los rojos, es bueno”.
¡Basta! Esto es pura distopía, ¿verdad? Pero a ver si así lo entienden mis queridos amigos socialistas…
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