sábado, 4 de enero de 2025

Lenguaje de la semana 1/2025

 

Todavía coleaba la palabra del año en la introducción de la carta del director de Pedro J . Ramírez  publicada en El Español del pasado domingo con el título Fango y más fango: el año de las dos riadas. Una circunstancia que aprovechamos para reafirmamos en lo dicho en el apunte Lenguaje de la semana 50/2024: Apostamos sin reservas por la recién admitida por el DLE dana, no en vano vivimos en la era de las emociones y esta palabra connota ahora muy fuerte, aunque quizá sea fango, que tan buen pareja hace con la kakistocracia elegida por The Economist, la que mejor refleja en su doble uso en sentido literal y figurado el año que hemos vivido los españoles.

Marta Girabal trató en el Martes neológico la acepción de limbo, no recogida en el DLE, que el DEA (Diccionario del español actual) marca como literaria y define como un «lugar apartado o aislado, ajeno al resto del mundo». Con ejemplos de uso tan temparanos como el del 20 de diciembre de 1823 de periódico Águila Mejicana  publicado en Ciudad de México, ciertamente va siendo hora de que los diccionarios incorporen la acepción de limbo probablemente más utilizada actualmente. 

Álex Grijelmo publicó el primer día del año en la edición digital del suplemento Babelia de El País Los entrecomillados mentirosos. Un llamamiento a la profesión periodística, que encontrarán íntegro en el anexo de hoy, para que evite el peligro de transmitir verídicamente muchas mentiras con la práctica de evitar, en aras de separar información y opinión, valorar afirmaciones entrecomilladas que suelen contar con la presunción de veracidad de los lectores. Bien interesante resultaría encuestar qué fracción del público dio tal presunción a la burda mentira de Oriol Junqueras que pone como ejemplo. Y seguro que el posicionamiento frente al independentismo de los encuestados resultaría sumamente discriminante.

Con ser muy interesante observación la de Grijelmo, nos sigue pareciendo que el mayor peligro sigue procediendo de la descontextualización, cuando no intencionado corte de las citas, y la cada vez más extendida práctica de entrecomillar textos que nos son literales [1], no pocas veces con auténtica mala fe. El diario Sport ofrecía ayer una magnífico ejemplo de malintencionado trunca-miento:


Palabras de Resines: "¿Qué tontería es esa de que se hable en catalán y euskera en las Cortes?"

En La Voz de Galicia, Francisco Ríos se ocupa hoy en El whisky que triunfa de las grafías en español del destilado que la RAE recomienda escribir güisqui, aunque el anglicismo crudo también esta recogido en el Diccionario.

Prologamos la sección de humorismo ludolingüista con la miserable anfibología con que la televisión pública atacó al digital The Objective en el programa de fin de año Cachitos.  Eso con la directora del gran generador de falsedades que es El Plural, el medio que pretendió que el juez Peinado tenía dos dni, sentada en el consejo.

Pasamos ya al lenguaje del humor con la ironía de García Morán sobe ese perejil de todas las salsas lingüísticas progres que son tanto sostenible como resiliente. Sigue la viñeta de ayer de Ramón en que propone la aplicación de una de esas calificaciones a las mentiras de Sánchez.

Gallego y Rey propusieron el lunes una descorchadora espada de Damocles, tan heterodoxa que hemos dudado en llevarla a nuestra colección que sigue pendiente de que les participemos la sección de humor clásico. A ver si nos ponemos pronto con ello.

En el apunte del jueves ya dimos cuenta de la paronimia de la viñeta publicada ese mismo día por El Roto-OPS, imagínamos que así firmada por ser reedición de una versión previa realizada por el avatar OPS de Andrés Rábago


Proseguimos con Santy Gutiérrez que ayer daba un anfibológico uso a la palabra carroza en una viñeta sobre las cabalgatas de reyes. Hoy es el apellido del presidente del Barça el que propicia el onomástico juego de Puebla

La escasez de humor de inspiración literaria queda parcialmente compensada por el comienzo récord que ha tenido el cervantismo humorístico de 2025 con una primera aportación de Idígoras y Pachi realizada el tercer día del año. Abrimos ya el apunte que esperamos publicar a finales de este 2025 y aprovechamos para enlazar, en interés de quienes no lo hayan leído, el recopilatorio cervantino de 2024





PS - Ya solo por las caricatura de los filósofos merece la pena, aunque no se conozca el francés, la viñeta de Vadot sobre el libro 'Seuls les enfants changent le monde' de Jean Birnbaum, el redactor jefe de Le Monde des livres, suplemento semanal del diario Le Monde.







[1] Nos viene a la memoria el caso de las declaraciones de Feijóo sobre el voto por correo de las elecciones de julio de 2023 en que Vergara tuvo el detalle de rectificar su viñeta ante  nuestra observación  sobre el incorrecto uso de las comillas, aunque mantuviera el manipulador espíritu del titular de eldiario.es (en llamativa coincidencia con los de Rtve y la Cadena Ser publicados con posterioridad, por lo que parecen un claro copia-pega).


La adjunta transcripción de las palabras de Feijóo que pueden escuchar a partir del min 8:05 del monólogo de Alsina del 13 de julio de 2023, muy recomendable en su integridad, permite comprobar que la formulada "con independencia de sus jefes" [nada de pese] es la petición, no el "que repartan".

“Por eso le pido a los carteros de España que trabajen mañana, tarde y noche. Y aunque no tengan los refuerzos suficientes, que sepan que custodian algo que es sagrado de los españoles, que es su voto. Y por eso le pido a esos carteros, con independencia de su jefes, que repartan todos los votos antes de que venza el plazo para que los españoles podamos votar y ejercer nuestros derechos constitucionales”. 

Otro ejemplo de artero uso de las comillas previamente comentado en el blog es el realizado por La Sexta tras el empeño de la ministra Carolina Darias de meterse en territorios que desconocía con el resultado de un televisivo alarde de ignorancia que el periodismo gubernamental se esforzó en falsear. El primer tuit de los dos que siguen recoge la literalidad de las declaraciones realizadas por DariasPocos minutos después desaparecía el "por tanto" en la cuenta específica de los informativos de La Sexta en un entrecomillado convertido por la manipulación en un sinsentido ['es diésel, no un todoterreno', sería un equivalente aplicado a la analogía enfermedad = coche]. Posteriormente, el vídeo emitido en los noticiarios empezaba después de virus.

 

Completamos esta batería de ejemplos sobre manipulaciones de entrecomillados con uno de El País del 26 de abril de 2023. Una buena muestra de cómo se "produce" un titular preconcebido, en este caso por el periodista Manuel Planelles para fustigar al Ayuntamiento de Madrid desde una entrevista al arquitecto Josep Roca. Adviértase que pese a encadenar con la valoración de la reforma de la Puerta del Sol la pregunta en que se oferta al entrevistado el concepto "urbanismo negacionista", no consigue que este la mencione en la respuesta en que efectivamente compra el sesgado sintagma ofertado. Pero no permite Planelles que la realidad desbarate su plan y calza de todos modos la preestablecida plaza en el titular redactado sin entrecomillador rubor. La ética periodística de nuestro tiempo al servicio de lo que Angels Barceló se encargó de corroborar con su concidente tratamiento que forma parte de un teledirigido argumentario electoral




Los entrecomillados mentirosos
Álex Grijelmo (El País, 1/1/25)

Debemos revisar el prurito periodístico de no intervenir en las noticias que transmiten mensajes públicos ajenos

Buena parte de la desinformación se transmite entre comillas. Tanto las agencias como los diarios y otros medios tienden a reproducir textualmente lo que alguien dice, para no mezclar información y opinión. De ese modo resultan verídicos respecto a lo que se afirmó, pero no siempre respecto de la información comunicada por esas declaraciones.

Pensaba en ello al leer lo que Oriol Junqueras, dirigente independentista catalán, declaró el día de Navidad sobre el discurso de Felipe VI emitido la noche anterior: “No tenemos por costumbre escuchar los discursos de Felipe VI (…), un rey que el 3 de octubre de 2017 aplaudía las palizas que la policía había dado a los votantes del 1-O”.

Vi luego que una decena de medios, de todas las líneas editoriales, copiaban la frase sin añadirle el contexto informativo —no opinativo— que habría evitado el engaño. Es decir, sin precisar a continuación: “El aplauso atribuido por Junqueras al Rey no se expresó en aquel discurso, ni en ningún otro de Felipe VI”.

El público otorga presunción de veracidad a las afirmaciones de alguien reproducidas en un medio; aunque no sabemos si esta benevolencia durará mucho, a la vista de lo que se está viendo. Así que, cuando sobreviene la trampa, hará falta añadir a la noticia el contexto adecuado, sin el silencio cómplice que deriva en embuste.

Algunos políticos que mienten hoy en día con descaro lo hacen precisamente porque sus mensajes llegan sin filtro a los electores. Que eso suceda en las redes no tiene solución, pues esos tuits (o esos equis, no sé) pasan de emisor a receptor sin ningún intermediario profesional y honrado: sin un periodista. A su vez, quienes desempeñan este oficio han sido desacreditados antes por tales emisores —y a veces también por ellos mismos—, lo que allana el terreno a las falsedades.

Por eso debemos revisar el prurito de no intervenir en las noticias que contienen mensajes ajenos, sobre todo si estos no van a ser criticados en artículos vinculados con ellas. Esa distancia tenía sentido en los días en que existía un debate limpio, pero el principio de no intervención se quebró ya en los años noventa cuando empezó a espantarnos que algunos medios extranjeros llamaran a ETA “organización armada”, y no “banda terrorista”. Lo hacían para no juzgar en una noticia, pero con ello edulcoraban la realidad.

Frente a esto, añadir contexto informativo sin juicios de valor es un deber irrenunciable del periodista, y eso no acarrea la pérdida de imparcialidad si se aplica el mismo criterio a todos los entrecomillados manipuladores.

Imparcialidad, qué palabra. En un ambiente tan polarizado, este vocablo parece hasta extravagante. A quien habla de imparcialidad, de veracidad o de honradez intelectual se le mira ya conmiserativamente, una terrible consecuencia del tremendismo político actual. Incurren en él todos los partidos, aunque no en la misma medida. A mí me parece mayor en las derechas y en los independentistas, pero lo siento más odioso en las izquierdas (cuestión de sensibilidad propia, sin duda discutible).

Hoy en día, llenar los periódicos de entrecomillados que se reproducen de forma acrítica favorece la circulación de tergiversaciones como la de Junqueras; y los medios informativos responsables no pueden actuar como si fueran las redes sociales, donde la manipulación llega directa del emisor al usuario para competir victoriosamente con la realidad. Nos enfrentamos al peligro de transmitir verídicamente muchas mentiras.


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