martes, 3 de mayo de 2016

Animales que prestan su nombre (XII): los verbíficos canes



Mes y medio hace ya que publicábamos la anterior entrega de esta serie dedicada al uso que hacemos de los zoónimos para designar conceptos distintos de los propios animales. Y en ese contexto resulta obligado dedicar una entrega a los lingüísticamente muy productivos perros que allá por el siglo XV el español dejó de llamar con preferencia canes por motivos que no están muy claros. Nos desmarcábamos así de las demás lenguas romances que conservan de forma generalizada los derivados del latín canisel francés chien, italiano cane, rumano cîine o el portugués cão.

Ni siquiera tenemos claro el origen del triunfador término perro que interviene en numerosas expresiones, pero que lingüísticamente ha sido mucho menos productivo que can. Así, todo lo referido a los perros es canino, y canina son sus excrementos. Caninos llamamos a los colmillos arrancadores de los carnívoros y se decía letra canina a la doble erre por la fuerza con que se pronuncia.

Por analogía con hipódromo se creó la palabra canódromo  aplicando el sufijo griego -dromos, pista de carreras, para denominar los recintos acondicionados para las hoy en día decaídas competiciones de galgos. Hasta nuestro pequeño Oviedo y también Gijón tuvieron los suyos (enlace a uno de los pocos recuerdos que quedan del ovetense, el gijonés está un poco más documentado en la red: enlace). Y es curioso que la lengua francesa recurriera, en cambio, a una raíz griega para acuñar su cynodrome.

También es reseñable como otro moderno término también creado por imitación, rocódromo, no participa del significado original. Rara vez se echan ahí carreras.

El español importó con la forma canalla la voz italiana canaglia para dar nombre a las jaurías de perros, pero esa palabra pronto pasó a ser utilizada en sentido figurado como un insulto y a designar a la “gente baja y ruin” o a la “persona despreciable y de malos procederes”. Es una metáfora generalizada en las lenguas romances aunque en catalán, además de ese uso, sirve en femenino para designa a un conjunto de niños, la canalla. Una comparación que en este segundo caso se fija en que la chiquillería es ruidosa e inquieta como una jauría de juguetones cachorros.

Modernamente ha surgido otro término despectivo por asociación de dos elementos característicos de quienes hay quien considera una moderna versión de los hippies. Pero el vocablo perroflauta ha trascendido su significado original y se utiliza en numerosas ocasiones para referirse a cualquier joven con aspecto desaliñado. Una palabra que tuvo su pico de uso poco después del 15-M.

La despectiva comparación con el perro tiene rancia tradición como atestigua el hoy en desuso perrengue, "hombre que con facilidad y vehemencia se enoja, encoleriza o emperra". Lo que ya ha sido suprimido es lo consignado acerca de perro en la edición del Drae de 1737: “metafóricamente se da este nombre por ignominia, afrenta o desprecio, especialmente a los moros y judíos”. No sabemos cuanto resistirán los sentidos figurados de perrería o perrada. Hasta que la tome con ellas alguna organización de las que se titulan animalistas.

El griego kynikós (κυνικός), que significa perruno, dio origen a cínico porque el comportamiento de los así llamados, al igual que hemos visto en el caso de los canallas, se asimiló al de los perros. Esa misma raíz griega kynos es la utilizada para componer la palabra cinología que denomina el estudio de estos animales, aunque es un término que no aparece registrado en la mayor parte de los diccionarios del español. 

Los derivados de esa raíz culta siguen creciendo y, así es que la policía ha decidido llamar a las unidades que se auxilian con perros servicios cinológicos. En los países de habla inglesa es frecuente asignarles el aparentemente críptico identificador K-9 que no es más que un juego de homofonía con la palabra canine.

El género botánico cynara al que pertenecen las alcachofas toma su nombre del griego κυνάρα o κινάρα, kinára, que es un derivado de κύων, kíon (perro). Y ello porque hubo a quien le pareció que la forma de las brácteas, hojas si vds. quieren, se asemeja a los dientes de un can. Una palabra que pasó al latín como cinara, denominación que también aplicaban al cardo.

Y muy apropiado nombre el de Cynar para una bebida realizada por maceración alcohólica de botánicos con predominio de la alcachofa. Desde 1995 es propiedad del grupo Campari y es la base de cócteles como la caipichofa.

Canijo también procede de can, concretamente del diminutivo latino canícula, perrita, y ello por el proverbial hambre que antiguamente pasaban estos animales que, por ello, con frecuencia tenían muy desmejorado aspecto. De ahí la popular expresión hambre canina o perruna.

Otra famosa perrita, en esta caso astronómica, es la estrella Sirio, cuyo nombre procede del griego seirios que significa «abrasador». Pero también es conocida como «la estrella perro» por ser la más brillante de la constelación del Can Mayor (Canis Maior) y, de hecho, lo es de todo el cielo nocturno. Como durante el verano boreal es invisible durante los setenta días en que sale y se pone mientras luce el Sol, antiguamente se pensaba que su energía se sumaba a la del astro rey para producir los días más calurosos o «días caniculares. Lo que coloquialmente seguimos llamando canícula a pesar de que la reaparición nocturna de esa estrella, lo que se llama su orto helíaco, se produce actualmente en el mes septiembre, cuando ya han pasado los calores estivales.

La constelación Canis Maior en un bello mapa estelar de 1822 (enlace a la imagen completa)
 y versión esquematizada sobre una foto del cielo nocturno

Pero hace 4.000 años las cosas eran diferentes, cosas de la llamada precesión de los equinoccios. Durante el Imperio Medio de Egipto el calendario se basaba en el orto heliaco de Sirio porque esa efeméride, próxima entonces al solsticio de verano, marcaba el inicio de la crecida anual del Nilo.

Añadiremos que la estrella más brillante de la constelación Canis Minor lleva el nombre de Procyon que significa "antes que el perro" Una referencia a su aparición en el cielo inmediatamente antes que Sirio.

Ejemplares reales de la raza xoloitcuintle junto a un
congénere de bronce en el jardín del Museo Dolores
Olmedo de la Ciudad de México (más sobre ellos)
Ahora bien, para palabra difícil de asociar con el monográfico animal de hoy tenemos escuintle o, también, escuincle. Un término procedente del náhuatl itzcuintli, 'perro sin pelo' dice el diccionario, aunque ese término valía para cualquier can, lo que pasa que la raza que hoy llamamos azteca es pelona. Y por pilosa analogía se aplica en México a los niños pequeños, especialmente a los traviesos, molestos o impertinentes.
Canecillos son en el lenguaje de la arquitectura las cabezas de las vigas del techo interior que cargan sobre los muros y sobresalen al exterior para sostener la cornisa. Una denominación alternativa es modillón y el estilo románico se caracteriza por las variadas decoraciones aplicadas a los mismos, algunas de ellas muy explícitas. Adjuntamos un detalle de San Martin de Frómista.

El Cancerbero explicado en el suplemento
 Gente Menuda de la revista Blanco y Negro
del 11 de octubre de 1931 (enlace)
Ahora vamos con un un perro famoso. En la mitología griega, Hades, el dios del inframundo, tenía uno de tres cabezas llamado Cerbero (en griego Κέρβερος , Kérberos, ‘demonio del pozo’) que se encargaba de guardar la puerta de los infiernos. Y cancerbero, ya todo junto, pasó a significar “portero o guarda severo o de bruscos modales” y posteriormente pasó a ser aplicado a los porteros de fútbol. No es un uso reciente, tenemos visto algún ejemplo que data de los años treinta del siglo pasado.

Un nombre común procedente de otro propio nos recuerda que también tenemos el caso contrario como es el de las Islas Canarias que ya hemos explicado en una anterior entrega de esta serie. Y de ahí procede el parentesco entre perros y canarios, puesto que esos pájaros tomaron su nombre de esas islas donde son especie endémica. 

Dejamos can y volvemos a perro para dar cuenta de que aparte de los derivados triviales perrero/a o perrería, también tuvo mucho uso la desaparecida perrona también llamada perra gorda. Esa era la denominación coloquial de la moneda de 10 céntimos de peseta que fue acuñada a partir de 1868 y recibió ese nombre en castiza alusión al león del reverso. Y de ahí deriva lo de "tener perras".



Correlativamente, la perra chica o en algunos sitios, sobre todo de Levante, perreta, era la moneda que tenía mitad de peso, tamaño y valor. Por paronimia perreta ha pasado a sustituir ocasionalmente a rabieta en la expresión cogerse una idem. Y aunque ya no tiene mucho uso, todavía se escucha alguna vez el adjetivo perronero para referirse a lo que por barato se supone de escasa calidad.

No ha tenido mucho desarrollo lingüístico la referencia a los mordiscos, aunque cabe reseñar que en Chile se llama perro a la pinza para tender la ropa. Un instrumento que tiene muy variadas denominaciones en América (ver lista).

Perrear tiene tres acepciones en el Diccionario de la Academia que se corresponden con los usos en dos países americanos. En Costa Rica es timar y también ser mujeriego, mientras que en Venezuela significa menospreciar a alguien.

Clase de perreo con Usain Bolt
Pero todavía no ha sido incluido el significado más habitual en la actualidad cual es el baile que imita los movimientos del coito. No hay coincidencia sobre el momento en que comenzó a usarse, pero la opinión más generalizada es que esta invención que nos permite mantener bastante a raya al anglicismo twerking habría comenzado a utilizarse en la República Dominicana a finales de la década de los 90.

Y hablando de términos ingleses, una vez aclimatado el hotdog como perrito, lo que todavía no ha generado el español es un equivalente autóctono al eufemístico doggy bag del inglés. ¿Será que somos gentes más directas? o símplemente más dejados.

Ya para terminar, vamos a recordar que de los underdogs se ha ocupado con bastante detalle este blog en una serie de tres artículos que nos permitimos enlazar a continuación: primero, segundo y tercero.

Verbíficos canes, ¿o no?




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