Seguimos con nuestra olímpica serie de apuntes y para desencriptar un poco el título de hoy vamos a comenzar recordando el famoso lema del detergente Gior: "un poco de pasta basta".
Y es que cada vez son más los países que "dopan", falsean en definitiva, sus medalleros recurriendo a nacionalizar atletas de otros países, no pocas veces a golpe de talonario. Así que el asunto del prestigio deportivo se está convirtiendo en una cuestión de pasta y, en el contexto de las enormes cifras que mueve el deporte, tampoco tanta. Lo dicho, un poco basta.
Catar es por superficie una especie de Murcia con una población aproximadamente un 20% superior, aunque con la peculiaridad de que ese 20% son los ciudadanos cataríes, mientras que todo el resto, el millón y medio de "murcianos", son extranjeros. O sea, que te traes a Murcia 300.000 personas con pasta, algunas de ellas con mucha, pero mucha pasta, conviertes a los murcianos en los curritos extranjeros, y ya tienes un Catar. Encima con mejor clima (pero si petróleo, nos apuntan). Fácil.
Y como tienen pasta quieren comprar de todo, incluído el prestigio deportivo, así que en vez de conformarse con los 3 atletas que, como hemos visto en un anterior apunte, aporta la más bien poco deportista Región de Murcia a la Olimpiada de Río, ellos han conseguido reunir una delegación de 39. La peculiaridad es que los recuentos que hemos encontrado dicen que "al menos" 26 de ellos no han nacido en ese país, sino en un amplio surtido de otras 17 naciones.
El caso extremo es el de su equipo de balonmano en el que 11 de los 14 integrantes, un asturiano incluido, han nacido en otros países. Al menos el entrenador, que es el también español Valerio Rivera, parece que no ha tenido que nacionalizarse. Los otros sí, y hasta disfrazarse un poquillo más que el resto de participantes para la ceremonia de apertura. Hoy les mostramos con más detalle al valdesano Borja Vidal Fernández, un catarí de toda la vida desde 2013, que es el grandón de su izquierda.
A fin de cuentas Catar es el absurdo adjudicatario del Mundial 2022 a base de sobornar masivamente a la corruptísima cúpula de la Fifa. Un político británico habló de 140 millones de euros. Vaya usted a saber el cuanto, pero el qué esta más que claro.
Otro país que destaca en la práctica del fichaje de atletas extranjeros es Baréin. Y para el mismo conseguía el pasado domingo la primera medalla, y nada menos que la plata de la maratón, la keniatobarení Eunice Kirwa. Al día siguiente era otra nacida en Kenia, Ruth Jebet, quien lograba el primer oro de la historia de ese país en los 3.000 m obstáculos. De hecho, todas las medallas olímpicas ganadas hasta la fecha por Baréin lo han sido por nacidos fuera de su territorio,incluso la que luego fue retirada por dopaje.
Abc informaba ayer (enlace) que solo han nacido en el territorio nacional 6 de los 35 integrantes de la delegación de ese insular estado que concentra una población equivalente a la de Baleares con el añadido de un Gijón, la mitad de ellos extranjeros, en un territorio solo algo mayor que Menorca.
Pero en esto quien este libre de pecado que tire la primera piedra, porque mismamente en España también nos estamos aficionado a este asunto. En el preolímpico año 2015 nuestro gobierno nacionalizó de urgencia a once deportistas por la vía de esa graciosa prerrogativa del Consejo de Ministros que es la concesión de nacionalidad por carta de naturaleza. El adjunto gráfico, que aún no recogía un último acuerdo del pasado año, muestra como va esta cuestión en lo que va de siglo.
Esto no quiere decir que los 37 olímpicos españoles nacidos en el extranjero sean deportistas importados. Entre ellos hay españoles de pleno derecho como es el caso de Bruno Hortelano, nacido en Australia de un matrimonio emigrado por razones de trabajo. Tampoco cabe hablar de esa situación en el caso de nuestro flamante medallista Marcus Cooper afincado en Mallorca desde que no sabía ni hablar. Abc repasaba ayer en un artículo la muy dispar casuística de once medallistas de España nacidos en el extranjero (enlace). Pero no hacen un hueco al desposeído de sus tres medallas "Juanito" Mühlegg de quien nadie quiere acordarse.
Es particularmente delicado el caso del atletismo, donde hay deportistas que ya han competido anteriormente bajo banderas distintas de la española, como es el significativo caso de algunos cubanos. Entre ellos destaca el ya medallista Orlando Ortega quien, a fin de cuentas, lo que ha hecho es huir de una dictadura. Pero si esa es su verdadera motivación, quizá debiera competir con ese Equipo de Atletas Refugiados que se ha inventado el COI.
El siguiente cuadro muestra los cambios de bandera, transfers of allegiance en la terminología de la IAAF, autorizados entre 2012 y 2016 en el atletismo mundial.
Sea como fuere, esa ha sido la forma en que el atletismo español ha vuelto a conseguir una medalla después de dos olimpiadas en blanco. Sin embargo, a nosotros los cambios de uniformidad entre Londres y Río que pueden verse a continuación no acaban de convencernos. Por muy emotivas declaraciones con que se acompañen ¡Hay que ver que manera de moquear en las realizadas tras su victoria!
Sobre el proceso contrario, los nacidos en España que compiten para otros países, pueden ver los detalles de seis caso en el artículo de Abc al que conduce el siguiente enlace.
Espinoso asunto discernir las motivaciones, no pocas veces símplemente poder acceder a los Juegos cuando no se ve factible entrar en el equipo olímpico del propio país, y dilucidar cuando cabe hablar de los nuevos mercenarios. Pero no lo es más que decidir qué es dopaje y qué no lo es. Y en esto de las nacionalizaciones los jerarcas del deporte no hacen más que mirar para otro lado como en su día hicieron con las sustancias prohibidas. Basta recordar que la ridícula primera sanción olímpica por ese motivo le cayó en México 68 a un sueco (enlace) que se había tomado unas cervezas. Entretanto los atletas de la RDA se hartaban de ganar medallas cargados de toda suerte de drogas ¿Llegarán tarde otra vez?
Ahí nos queda como recuerdo de esa incompetencia un puñado de récords que parece imposible superar (enlace un artículo sobre esa cuestión).
Volviendo a las nacionalizaciones, ¿qué tal que no se admitieran, a estos efectos, las tramitadas por procedimientos excepcionales?
Y entiéndase por tales los que nos son accesibles al común de los inmigrantes según las legislaciones de cada país. Con ese procedimiento seguiría en el medallero español el oro de Marcus pero no la plata del emotivo Orlando.
No habrá güevos, demasiados intereses de por medio, y encima con los ricachos de la aldea global al frente.
P.S.- Como es notoria nuestra afición a las cuestiones lingüísticas, el asunto de hoy nos llama la atención sobre la eclosión de gentilicios compuestos que se avecina. Sirvan como ejemplos el asturcatarí o el keniatobarení que definen a varios de los hoy citados. La combinatoria nos anuncia una severa inflación léxica en este campo.
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