viernes, 5 de agosto de 2016

Portadas olímpicas en The New Yorker


No han estado muy elegantes con la Olimpiada de Río de Janeiro, que hoy comienza, los responsables de la revista neoyorquina cuyas portadas tanto nos gusta seguir. Y es que de las trece tapas que han dedicado a esos acontecimientos deportivos, diez a los de verano y tres a los de invierno, esta se encuadra entre las de carácter crítico, junto con la de Sochi 2014 y la de los Juegos de Berlín de 1936. Pero en estas últimas el reproche se dirigía, muy jutificadamente, a los regímenes organizadores, mientras que ahora se han basado en un desgraciado problema de salud pública.


Quede claro que no nos parece bien que se incida en los factores negativo que inciden sobre unos Juegos que, ciertamente, no parecen destinados a situarse entre los mejores de la historia. Mejor habría sido tratar de echar una mano y evitar predisponer en contra a una opinión pública que, de por sí, no está precisamente volcada ¡Un poquito de por favor!


Al menos hay un poco de autoflagelación, porque advertirán que Mark Ulriksen ya da por ganador de los 100 m lisos a Usain Bolt mientras que a Gatlin no se le adivina en la imagen. Claro, que cabe pensar que lo representado es una serie clasificatoria, porque vemos una manifiesta sobrerrepresentación de la raza blanca. Esperemos que Bruno Hortelano contribuya a convertir en realidad ese balance en el doble hectómetro.

Pero es una pena que los editores de TNY no hayan tenido el detalle de pedirnos ideas para la portada. Teníamos alguna sugerencia muy gráfica, como ese peculiar espíritu olímpico del equipo de baloncesto de los Estados Unidos que ha tomado la forma de lujoso barco de crucero donde poder vivir sin contaminarse con el resto de vulgares competidores.

Ahora vamos a dar un repaso al resto de portadas olímpicas de la publicación neoyorquina siguiendo un orden cronológico inverso. Comenzamos con Sochi 2014 en la que Barry Blitt intuía un total protagonismo de Putin [1]. Y bien que lo sufrió la patinadora coreana Yuna Kim quien, a pesar de realizar unos ejercicios que rozaron la perfección, se vio superada por la rusa Adelina SotnikovaAsí que acertó el ilustrador con la composición del jurado, si no en efigie, claramente en su forma de comportarse.

La ilustración de Londres 2012 fue obra de Frank Viva, quien se sirvió de formas basadas en las características figuras de la cerámica clásica griega que ya se habían visto en la portada de Anatol Kovarsy para los Juegos de Roma de 1960. La veremos más adelante. 

 

No hubo portada para Beijing 2008, mientras que observarán que en Atenas 2004 ya no fue la ornamentación, sino una entera pieza de cerámica ática [2], en este caso de figuras rojas, la utilizada por Christopher Niemann para enfatizar la enorme vinculación entre los Juegos y la televisión. No pasen por alto la ingeniosa disposición de la firma en el pie de la vasija.

En 2002, los Juegos de Invierno que ese año se celebraban en casa (de la revista), en Salt Lake City, también fueron merecedores de una portada. Y ya se ve como Mark Ulrikssen centró su atención en la preocupación sobre la seguridad.

 


Los de Nagano 98 fueron los primeros Juegos de Invierno a los que la publicación neoyorquina dedicó una cubierta. Una pieza que Mark Ulrikssen centró en el patinaje artístico.

Volviendo a los Juegos de Verano, los editores neoyorquinos también se saltaron Sidney 2000, pero sí que hubo portada para la celebrada en suelo patrio en Atlanta 96. Lo que desconocemos es la acogida que tuvo entre los habitantes del sur de Estados Unidos verse representados por tan poco glamuroso relevista final en la ilustración de William Joyce. Recordemos que el "Howdy" escrito en la banda es una contracción de "How do you do?", fórmula de uso habitual como saludo en el medio rural de esa zona del país. Y anótese otra interesante colocación de la firma del artista.

 

Seis olimpiadas se saltó después TNY, incluída nuestra Barcelona 92 y también, muy sorprendentemente, Los Ángeles 84. Hay rivalidades que van de costa a costa. Ni siquiera los luctuosos acontecimientos de Munich 72 llegaron a una cubierta en una época en que la prensa americana miraba menos que ahora al exterior.

Tampoco el vecino Canadá obtuvo una tapa con motivo de Montreal 76. Sin embargo, México 60 sí que fue recibido con una interesante adaptación, a cargo de Anatol Kovarsy, del habitualmente conocido como calendario azteca que, realmente, es la Piedra del Sol. El mismo artista también fue el encargado de ilustrar Tokyo 64 y la antes ya mencionada Roma 60Una muy griega capital italiana pensarán al ver la ilustración, pero había que andarse con cuidado con la iconografía utilizada para representar un evento que tenía lugar en un país que no muchos años antes había formado parte del Eje.

En noviembre de 1956 fue Robert Day quien recurrió a un tópico canguro para asociar la atlética escena representada con el austral lugar de celebración de la Olimpiada de Melbourne 56.

 
 

Entre la Segunda Guerra Mundial y las omisiones de los editores, pasamos un lapso de otros veinte años sin portada olímpica. Hasta encontrar en 1936 la difícilmente superable ironía que se gastó Constantin Alajalov al convertir en ganador de la prueba reina del atletismo a un corredor de inequívocos rasgos judíos.

Si hubiera puesto un negro habría convertido la escena en una premonición de lo que conseguiría Jesse Owens. Pero lo cierto es que en aquella Alemania había pocos negros que perseguir y sí un buen número de judíos que ya eran acosados. El mundo ni se imaginaba todavía la barbarie que vendría después.

Sigue otra ilustración del mismo autor dedicada, esta vez sí, a una Olimpiada de Los Ángeles, la de 1932. Factura correcta, como pueden ver, pero bastante convencional. No se puede ser genial todos los días.

Y si les sorprende el protagonismo de algunas banderas, como es el llamativo caso de la muy visible finlandesa, echen un vistazo al medallero de la Olimpiada precedente, que fue la de Ámsterdam. ¡Cómo ha cambiado esto del deporte!

  

Cierra la colección la portada, nuevamente de Alajalov, publicada con motivo de los Juegos de invierno de Lake Placid de 1932. Si no fuera por la mención junto a la firma, difícilmente cabría identificar esa ilustración con una Olimpiada. De hecho, no cabe sino considerarla una referencia a la sede de esos Juegos. 







[1] Un antecedente del concepto en la viñeta de Peter Brookes en The Times del 6/3/12.



[2] No era la primera vez que una vasija de cerámica clásica griega era portada de esa revista. La del 20 de noviembre de 1989 lleva la firma de Bob Knox.






Adenda 2/2018: Nuevamente ha sido Mark Ulriksen el encargado de una portada olímpica, la de los Juegos de Invierno de  Pieonchang. Y nuevamente ha buscado inspiración en los saltos de trampolín.







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