sábado, 13 de enero de 2018

Cosas de la lengua 2/2018



Comenzamos este repaso con el neologismo dibugénico que hemos visto en la viñeta publica por Ros en El País el día 10. Y de esa lúdica neología pasamos a la que semanalmente analiza del Centro Virtual Cervantes que en esta ocasión escogió la palabra gentrificación, un término que Elisenda Bernal explica que debemos a Ruth Glass (1912-1990). Al estudiar los cambios sociales que se estaban produciendo en Londres, esa socióloga británica bautizó en 1964 como gentrification al proceso de transformación de un espacio urbano deteriorado y devaluado que se produce a partir del proceso de reconstrucción o rehabilitación de edificios por personas de nivel económico superior al habitual en la zona. Para crear la palabra partió de gentry (alta burguesía) que es una adaptación del francés antiguo genterise (noble).

No olvida la autora citar algunas de las propuestas que se han hecho para evitar el calco, como aristocratización o aburguesamiento que Fundéu critica porque entiende que no recogen los matices de gentrificación. Por ello, esta institución propone como alternativas elitización o elitización residencial.

Y una vez metidos en Fundéu, seguimos con sus recomendaciones que comenzaron por ocuparse de la correcta escritura de apodos y alias que solemos regar con mayúsculas de más. El martes se ocuparon de la concordancia del verbo aumentar, un asunto que nos ha hecho pensar que tantas declaraciones como se están escuchando de catalanes, quizá estén extendiendo el habitual error de concordancia de esos hablantes cuando utilizan sujetos impersonales. Se escuchan demasiados 'han habido', pero la lengua no tiene artículo 155.

Prosiguieron los urgentes recordando que tanto naíf como naif son formas válidas y que ambas forman su plural símplemente añadiendo una ese: naífs y naifs. El jueves se ocuparon de la correcta escritura y pronunciación del nombre de Oprah Winfrey, la periodista y actriz que acaparó titulares con su discurso en la entrega de los Globos de Oro. Sin llegar a ser tan incisivos como el cantante Seal con su "Cuando eres parte del problema durante décadas pero de repente todo el mundo piensa que eres la solución" (más info), ya nos gustaría que la mediática metooista nos contestara, mirándonos a los ojos, cuando tuvo la primera noticia de las andanzas de Harvey Weinstein y por qué no ha hablado de ello hasta ahora. Las Coadyuvantas de que hablaba Tadeu en El Mundo:  cooperadoras necesarias, y a título muy lucrativo, del oprobio.

Complementamos el un tanto soso apunte de Fundéu reseñando que la Oprah Winfrey fue bautizada y registrada como "Orpah", el personaje bíblico del Libro de Ruth que en español conocemos como Orfa y es la segunda nuera de Naomí (la otra es la propia Ruth). Un nombre que en hebreo significa cerviz y, por extensión, duro de, o sea, testarudo.

Lo que no deja de ser curioso es dar a una hija el nombre de un personaje bíblico que representa a la mujer a la cual se ofrece la gracia, pero la rechaza para hundirse en la condenación. Naomí dice de ella en el citado texto bíblico que “Se ha vuelto a su pueblo y a sus dioses” (Ruth 1:15). Adicionalmente, el Talmud (Sotah, 42b) explica que después de dejar a su suegra, Orfa se ofreció a un batallón de soldados, resultando un embarazo del que dio a luz al gigante Goliat. El que resultaría derrotado por David. Tremendas las historias bíblicas, máxime matizadas por el Talmud.


Volvemos a tiempos modernos, porque parece ser que la gente habitualmente pronunciaba mal el nombre de la que acabaría convertida en estrella televisiva, por lo que decidió adoptar la errónea forma de Oprah que le aplicaban. No sabemos si creérnoslo. Lo que resulta patente es que leído al revés resulta Harpo, por lo que sí que está claro de donde procede el nombre de la productora de la posible candidata a la presidencia de Estados Unidos.

Ayer viernes, aparte de publicar una reseña sobre la participación de la reina en una reunión de esa institución, los urgentes propusieron la expresión estatus de protección temporal como equivalente español de la denominación inglesa Temporary Protected Status (TPS) que Trump ha llevado a los titulares de la prensa.


Los Reyes Magos según J.C. Leyendecker
Pasamos al Laboratorio del lenguaje del Diario Médico donde Fernando A. Navarro recordaba en su artículo Mirrapublicado el día de la Epifanía del Señor, que solo el Evangelio de San Mateo menciona de forma vaga a quienes define como sabios de oriente, y no reyes. Ello, además, sin especificar su número, que la tradición cristina  ha hecho coincidir con el de los presentes que ofrecieron al recién nacido: oro, incienso y mirra. Centra su atención el autor en esta última resina muy apreciada en la antigüedad, pero hoy prácticamente desconocida del público, aunque nos advierte que todavía se emplea como antiséptico en enjuagues bucales y dentífricos.

El siguiente artículo fue la tercera parte de Nueve libros de la muerte que hablan de la vida en la que Tereixa Constenla presenta los tres últimos textos sobre la temática anunciada. Les remitimos a sus explicaciones.

  

La 61ª entrega de Las apariencias engañan… incluye entre sus cuatro 'falsos amigos' un exotismo de la lengua sin hablantes livonio y también una, en los tiempos que corren, siempre útil precisión sobre la palabra catalana trucar. Un término que comparte los significados del español, pero en el alborotado nordeste peninsular normalmente significa llamar (a la puerta o por teléfono) o pedir un favor. Que no vaya a trucarle algún estelado si le truca.

Y ayer viernes, José Ignacio de Arana se ocupó de la actualmente poco usada palabra fardar, un recuerdo que aprovecha para mostrar su estupor ante la extensión de la fanfarronería al padecimiento de una enfermedad o los métodos terapéuticos a los que se es sometido. Y, añadimos nosotros, ante todo esto Mónica Naranjo no lloró, ni siquiera cuando vandalizaron su artículo en la Wikipedia. Fértil meme el desencadenado por la cantante de Figueras.


Nos vamos con Alex Grijelmo que el pasado sábado publicó el artículo Atajos de traducción  dedicado a repasar algunos ejemplos de traducciones literales manifiestamente mejorables.

Comienza diciendo que no es adecuado traducir el título Wonder Wheel de la última película de Woody Allen como 'Rueda maravillosa', sino que debe ser la noria. Discrepamos, porque Wonder Wheel es el nombre propio de una concreta instalación neoyorquina que el cartel de la película hace bien en no traducir, a la par que acierta al aclarar que es la noria (en inglés, ferris wheel) del parque de atracciones de Coney Island. Y una bastante peculiar, además, como explicamos en el apunte Norias atípicas en el que se incluye un video que muestra el extraño recorrido de las cabinas de esa atracción de 46 m de altura patentada por Charles Hermann en 1920.

Aprovechamos para recordar que el citado apunte es un epílogo de los titulados Norias de récord (1ª parte: de Ain Dubai al London Eye) Norias de récord (2ª parte: de la 'gran rueda' deTokio a la Ferris Wheel de Chicago).

El citado periodista también se ocupa del muy en boga uso de “spoiler”, para el que propone alternativas  como “no me destripes la película”o “no me estropees el final”, “spin-off”, que traduce nada menos que como “esqueje”, o “fake news”, que nos son, y aquí plenamente de cuerdo, sino “bulos” o “trolas”. Aun aporta otros ejemplos, pero saltamos hasta su reflexión final de que quizá valga la pena plantearse cómo traduciríamos al español un concepto si no nos hubiera invadido antes la locución en inglés.

Para terminar, y ante la anunciada desaparición de la revista  Interviú, queremos tener un lingüístico recuerdo de que tardó casi 18 años en incorporar la tilde a su rótulo. Lo hizo por primera vez el 17 de enero de 1994, nada menos que en el número 925 de esa publicación aparecida el 22 de mayo de 1976. Sí que les costó corregir el error ortográfico.







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