sábado, 29 de noviembre de 2025

Lenguaje de la semana 48/2025

 

Comenzamos con Álex Grijelmo. La punta de la lengua de esta semana es Al emérito no le gusta la palabra emérito, una referencia a unas recientes declaraciones de Juan Carlos I que le dan pie a examinar la contaminación connotativa de algunas palabras. Como es habitual, encontrarán el texto íntegro en el anexo.

Pasamos al Centro Virtual Cervantes con el Rinconte Ortega y los géneros literarios (1). Ideas sobre la novela en el que Margarita Garbisu Buesa hace una apretadísima aproximación al ejercicio del reputado filósofo como uno de los primeros teóricos españoles sobre el arte de la novela. Toda una invitación a continuar viaje por los textos orteguianos.

En la revista Letras Libres hemos leído con interés el artículo de Mamen Horno Hemos sido engañados. Sobre el verdadero uso de la pasiva con ser en español. Unas explicaciones que remiten a un no enlazado artículo de Elena de Miguel que entendemos sea Un análisis subléxico de la pasiva en español: cerrando el círculo. Este ya require, por su extensión, dedicarle un buen rato.

Evoluciones de marcas es la lingüística propuesta que hoy hace Francisco Ríos a los lectores de La Voz de Galicia. Una columna que parte del pleito por el uso de la marca Donuts para dar cuenta de un buen número de nombres comerciales que se han convertido en comunes. Si es materia de su interés, nos permitimos recomendarles la inacabada serie de apuntes que sigue:

Marcas que vienen y van al Diccionario (más alguna que se queda sin que sepamos muy bien por qué)

Marcas en el DLE: metodología  y americanismos

Marcas que han llegado al Diccionario (2ª parte): españolismos y fármacos

Marcas que han llegado al Diccionario (3ª parte).

Pasamos a nuestra habitual crónica del lenguaje del humor gráfico con las viñetas de ayer de Riki Blanco y Eneko que hemos incorporado al recopilatorio Juegos con globos de texto.

Sigue la pieza que hoy dedica Max a la écfrasis, que es la descripción detallada de un objeto artístico, y el calambur de Mortiner en La Nueva España con un juego marca-persona que ya habíamos visto previamente en una viñeta de Álvaro (6/11/25). 

Proseguimos con la tira del miércoles de Pinto & Chinto que cuenta con Sócrates como invitado y que es un bis de lo ya plasmado en una viñeta publicada en La Voz de Galicia del 22/4/24.


Ángel Idígoras recordaba ayer el dicho de incierto origen "Málaga, ciudad bravía... la de las mil tabernas y una sola librería". Un enunciado cuyo inicio coincide con el título de "Málaga, ciudad bravía...", un sainete escrito por Manuel Ruiz Aguirre y Luis Martínez de Tovar en el año 1924 que no incluye en su texto referencia alguna a tabernas o librerías. Como antecedente de la segunda parte de la frase cabe citar uno de Los Epigramas de León de Arroyal, publicados en el año 1784, que dice "Para todo Madrid sobran una o dos bibliotecas; y ni a la mitad alcanzan más de cuatro mil tabernas" (CXXVIII). 

Lo cierto es que existen variantes del dicho aplicadas a diversas ciudades españolas y es bien conocida una popular redondilla que reza «Es Madrid ciudad bravía, / que, entre antiguas y modernas, / tiene trescientas tabernas / y una sola librería».


El propio Idígoras prologa la sección literaria de hoy con su recordatorio del martes de la visita de Hans Christian Andersen a Málaga. Sigue Trump convertido por Milt Priggee en The Elf on the Shelf, un juego navideño creado en el libro publicado en 2005 por Carol Aebersold y su hija Chanda Bell.

Completamos la crónica gráfica con Dave Coverly, que se llevó a varios personajes de Alicia en el país de las maravillas a su Speedbump del pasado lunes, y con Pachi Idígoras que hoy se las apaña para colar la escena del sofá del Tenorio en su viñeta de la sección deportiva del diario Sur

 

Cachitos

- La coincidencia del aniversario franquista y la condena de García Ortiz sugiere que la siniestra dictadura nacionalcatólica dejó en la sociedad española una huella que acaso no esté donde solemos buscarla. Caudillismo y devoción al amo, identificación de partido y Estado, rechazo de la cultura liberal, paternalismo estatal, uso propagandístico de los medios de comunicación, distinción entre españoles buenos y malos, moralismo censor: el caso es que me suenaManuel Arias Maldonado en Continuidad imprevista del franquismo

- No se sabe bien lo que significa progresista, pero describe una sintonía con la razón histórica del sanchismo, que puede ser veleidosa. De derechas es todo lo que no sea progresista esta semana. Daniel Gascón en El jardín de las instituciones que se bifurcan

Resulta que el Supremo tenía un precio: 90 euros la hora. Ay, si lo hubieran sabido Junqueras, Turull y compañía: ahorrarse cuatro años de cárcel por 180 euros es una oferta irrechazable, incluso para un catalán. David Mejía en Una propaganda cada vez más estrafalaria

- Te odian [a JL Ábalos] porque la estética de tus pecados desnuda violentamente la condición ética del último septenio español. Les deja sin coartada, interrumpe a gritos la nana que se cantan a sí mismos en sus armónicos medios. Jorge Bustos en Nadie irá a visitarte, Jose

- Una parte del periodismo español es corresponsable del proceso de mutación profunda del sistema constitucional en el que estamos inmersos, con un Gobierno que no acepta la separación de poderes como un límite, que la considera un obstáculo. Guadalupe Sánchez en Nos están helando la sangre

Se pretende así amedrentar al Poder Judicial y colocar el mensaje de que si un juez osa investigar a alguien del círculo de confianza gubernamental, la presión sobre él y su familia va a ser insoportableNatalia Velilla Antolín en ¿Dónde está el Consejo General del Poder Judicial?



Anexo

Al emérito no le gusta la palabra emérito
Álex Grijelmo (El País, 17/11/25)

Llama la atención que un término prestigioso en el latín y otras lenguas se haya devaluado de repente en español

El término “emérito” no le gusta a Juan Carlos I. Lo cuenta en sus memorias, publicadas primero en lengua francesa. Traduzco de la página 423: “La prensa me ha atribuido el título de ‘rey emérito’, como ‘profesor emérito’ o ‘papa emérito’. (...) Imagino que la prensa, para evitar las confusiones entre mi hijo y yo, inventó la calificación de ‘rey emérito’ (que incluso ha derivado únicamente en ‘el emérito’). No me gusta esta designación. Es prestigiosa en las universidades americanas o francesas, pero en España lo es bastante menos. La Casa Real española debería crear un título para los reyes o las reinas que abdican (porque imagino que la situación se presentará algún día); un título prestigioso, de reconocimiento por el servicio prestado”.

“Emérito” viene del latín emeritus, que deriva a su vez del verbo mereo (merecer). Y una de sus acepciones se relaciona con el servicio militar: “ser soldado” (equo merere: ser soldado de caballería; pedibus merere: ser soldado de infantería). Así pues, en el mismo vocablo se aúnan el deber del servicio y el mérito de cumplir con él.

La e de e-mérito procede de la adición inicial de ex al participio meritus. Uno de los significados de esta preposición latina denota causa (ex vulnere: a causa de una herida). Con ello, ex meritus (y de ahí emeritus) significaba “debido al mérito”. Y se aplicaba a los soldados que empezaban a cobrar la jubilación… que se habían merecido.

Llama la atención que una palabra prestigiosa en distintas lenguas, empezando—como hemos visto— por el latín, se haya devaluado de repente en español durante los últimos años. Eso es lo que le duele a Juan Carlos I.

Y ciertamente así parece haber sucedido. Pero no ha perdido ni el prestigio ni el sustantivo (en este caso “rey”) cuando se aplica a catedráticos eméritos, por ejemplo, ni tampoco a la reina emérita, sino solamente, qué casualidad, en lo que el vocablo comunica cuando se asocia al padre del actual Rey.

Las palabras denotan porque significan, pero connotan porque se contaminan. Por ejemplo, “intermediario” no tiene nada de malo... en principio. Se llama así a quien facilita que un bien de una persona llegue a otra mediante un pago. Pero hemos visto tantos intermediarios que se han enriquecido de forma inmoral (aunque fuera legalmente), que el vocablo nos suena ya sospechoso. Y a los propios intermediarios les ha dejado de gustar. Por eso muchos prefieren ser “agentes”, “corredores” (de seguros o de bolsa), “enlaces”… Pasa igual con el término “comisionista”. Aunque alguien se lleve su justa comisión, elegirá llamar de otra forma a su oficio en el currículo.

Eso es lo que ocurre con “emérito”: no tiene nada de malo, pero se ha usado muchas veces en un contexto negativo: valiosos regalos de dictaduras árabes, evasión de impuestos, elogios a Franco, disparos a nobles elefantes…

Por ello, asociamos la expresión “el emérito” con otras que bien podrían sustituirla (en este caso con gran desventaja para el aludido) pero se quedaron en la retaguardia subliminal colectiva.

Esa latente presencia no se expresa pero se siente, porque las palabras escondidas por debajo del umbral de percepción pueden activarse sin embargo en el subconsciente, y ejercer así una influencia connotativa sobre los términos que las desplazan. Si inventan otra palabra para Juan Carlos I, con el tiempo se devaluará de igual forma. Así que más le vale asumir que le llamen “el emérito” (pues méritos tuvo también), antes de que sea peor y muchas personas de memoria más enfadada empiecen a llamarle “el demérito”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario