Anticipamos el habitual comentario sabatino de la palabra tratada
en el Martes Neológico del CVC
porque parece que van encontrado algunos términos que, al menos a nosotros, nos parecen
más interesantes y, consecuentemente, su recensión nos da más juego. La última
ha sido pinganillo, en singular señor
ilustrador, luego no es lo que se muestra en la foto que acompaña el artículo, que para lo que en ellos suele escucharse poco aporta la estereofonía.
Tras ese pequeño señuelo para incitarles a visitar el artículo enlazado, queremos destacar que nos ha llamado la atención que el primer registro custodiado en el Observatori de Neologia (sic; es una entidad catalana y ya
saben como se aplica por allí el bilingüismo) pertenezca a un crónica ciclista. Y es que menudos líos vivió ese deporte a cuenta de las comunicaciones entre
directores de equipo y deportistas. Bien lo ilustra el siguiente enlace a una crónica del Tour de 2009.
Sin embargo, como nos explica Dª Sabela Fernández Silva, pinganillo está
considerado un neologismo «de autor» cuya invención se atribuye al realizador
de televisión José María Fraguas. Este lo habría utilizado por primera vez en 1983 para referirse al auricular con el
que los controles de realización hacen llegar mensajes a los presentadores.
El hecho de que la redactora del artículo sea chilena puede explicar
la ausencia entre las referencias aportadas de toda mención al episodio que,
con permiso del ciclismo, ha hecho correr más pinganillos por las páginas de la
prensa española. Nos referimos a la incorporación en 2011 de la traducción
simultánea a los plenos del Senado. De aquello al menos nos quedó una divertida
crónica de Antonio Burgos,
precisamente titulada “El Pinganillo”, que sigue leyéndose con agrado y sirve para recordar, además, el famoso
incidente sobre el funcionamiento del aparato del ministro Boyer.
Para mayor abundamiento en el sinsentido de esa
cámara parlamentaria patria donde hay quienes hasta se niegan a compartir el
idioma que todos hablan, nos hemos permitido traer una ilustración alternativa para el citado artículo, que es la que precede a estas líneas. No la que sigue.
Esta otra viene a cuento de que nos preguntamos cómo podríamos denominar informalmente a los aparatosos audífonos que
proporciona la ONU. Porque parece evidente que no cumplen con la definición de
“aparato intercomunicador compuesto de un pequeño auricular que se
coloca dentro de la oreja y un receptor con cable o inalámbrico”. Y, de paso, también recordamos así, aznarescas pijadas aparte, el un poco sonrojante monolingüismo de nuestros presidentes del gobierno con la honrosa excepción del breve Calvo-Sotelo.
Sin duda es una palabra que ha generado mucha controversia, ya que en el diccionario no se refleja claramente el uso al que se le da los pinganillos.
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